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Desde el otro lado

¿Ecos de Watergate?

T

odo indicaba que la mesa estaba puesta para el juicio mediante el cual el presidente Trump sería defenestrado. La insólita y no menos abrupta remoción del director de la FBI, James Comey, parece confirmar la idea de que a Trump le preocupaba que la FBI siguiera investigando la probabilidad de sus nexos con el Kremlin. Es posible que la euforia de millones probablemente se haya esfumado; al menos es lo que se desprende de las declaraciones de diversos especialistas en derecho constitucional, civil y penal. No obstante la similitudes entre lo sucedido en Watergate y el actual huésped de la Casa Blanca, en los hechos, desde el punto de vista estrictamente legal, no existen los elementos necesarios para iniciar tal procedimiento. No dudan que las torpezas cometidas por Trump merecerían su remoción. Sin embargo, una cuestión es la serie de elementos que apuntalan a las sospechas de colusión de Trump, o algunos miembros de su círculo más cercano, con Moscú y otra que dichas sospechas puedan ser probadas de manera incontrovertible en una corte.

Más aún, para iniciar un juicio contra él, la mayoría de los legisladores en la Cámara de Representantes y dos terceras partes de los senadores deberán estar de acuerdo. En ambas cámaras los republicanos son mayoría, y es muy difícil que convengan un juicio al presidente que los llevó de nuevo al pináculo del gobierno. La conclusión tiene base en el apoyo a la mayoría de sus desastrosas decisiones de mandato, incluidos los más de 30 decretos con que ha tratado de borrar toda huella de su predecesor.

Tampoco se puede olvidar que, en el lejano caso de su remoción, quien lo sustituiría sería el vicepresidente Mike Pence. Su personalidad es mucho menos atrabiliaria, pero sus credenciales lo pintan como conservador de extrema derecha, íntimamente ligado al sector más arcaico del Partido Republicano.

La conclusión que se antoja es que los republicanos apoyarán a Trump hasta cerciorarse de que, con su impulsiva y cada vez más erosionada credibilidad, los hará perder la mayoría en una o ambas cámaras en las elecciones en 2018. Mientras tanto, el presidente Trump, quien, según comentario, parece Nixon en esteroides, se encargará de continuar minando los cimientos de la democracia estadunidense, e incluso de meter al mundo en una nueva guerra.

Ninguna de las opciones es la más prometedora para quienes apuestan por una vía de convivencia más civilizada dentro y fuera de Estados Unidos.