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Hoy, última función de Historias comunes de anónimos viajantes, a cargo de Carretera 45

Montaje invita a vivir epopeyas contadas en camión guajolotero

Un payasito, un burócrata y una prostituta, entre los personajes que sacuden las emociones de los espectadores

La obra se desarrolla en un recorrido por las calles del Centro de la capital

Foto
La obra de Antonio Zúñiga propicia reflexiones, por medio de una serie de historias breves de diversos personajes con los que uno puede encontrarse en el Metro, el microbús u otro transporte urbano de la Ciudad de México. El montaje es parte de las actividades del 33 Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México que termina hoyFoto Tania Victoria y Silvana Martínez
 
Periódico La Jornada
Domingo 16 de abril de 2017, p. 2

Una violenta sacudida a las emociones y la conciencia es la que provoca la puesta teatral Historias comunes de anónimos viajantes, que este domingo 16 de abril tendrá su última función como parte del 33 Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México, a cargo de la Compañía Carretera 45.

Es una propuesta sustentada en el humor negro. Escrita y dirigida por Antonio Zúñiga, la obra plantea cómo toda existencia humana encierra grandes epopeyas y tragedias. La manera en que, sin importar nuestro origen, edad o condición social, somos un cúmulo de deseos, traumas y frustraciones, de proyectos, triunfos y derrotas, de goces y dolores, de mentiras y realidades.

¿Qué pasa por la cabeza o el alma de esas personas con las que, por ejemplo, coincidimos en un transporte público y que muy probablemente jamás volveremos a ver? ¿Qué historias encierra su vida y qué tanto pueden parecerse a la nuestra?

Este montaje propicia tal tipo de reflexiones, por medio de una serie de historias breves de diversos personajes con los que uno puede encontrarse en el Metro de la Ciudad de México, en un microbús u otro transporte urbano, entre ellos un obrero, unos payasitos callejeros, una prostituta, un travesti o un burócrata.

La singularidad de esta propuesta es que se desarrolla no en un teatro, sino a bordo de un camión de pasajeros, de esos a los que antiguamente se les conocía como guajoloteros, por su condición popular, incómoda y destartalada.

El vehículo hace un recorrido por el Centro Histórico de la capital del país mientras en su interior un grupo de actores que, en principio se encuentran entremezclados con el público y de forma paulatina van descubriendo su identidad, obliga con sus relatos a dejar de lado la indiferencia y a compartir las vivencias de los personajes a los que interpretan.

Quizá sea por la cercanía física o por ser una circunstancia que fluctúa entre la ficción y la realidad, pero cuesta trabajo mantener distancia emocional con esos seres que caminan, cantan, gritan, bailan o simplemente cuentan sus vidas en el estrecho pasillo del autobús. Es difícil no establecer cierta empatía con ellos.

¡Cómo no reírse de las ocurrencias del boletero del camión que, al ritmo del rap, avisa a los pasajeros que el recorrido incluye una de las zonas más chacas del primer cuadro de la capital! ¡Cómo evitar no conmoverse con ese payasito callejero que termina por confesar que decidió venir a probar suerte a la ciudad luego del dolor provocado por la muerte de su hermano en San Luis Potosí!

¡Qué decir de esa mujer de andar panteresco y de anatomía exuberante que se autoengaña diciéndose a sí misma que no es una prostituta y que lo que busca en ese transporte público es al amor de su vida, aunque al final reconozca que ha chupado miles de pitos, pero ninguno como el de un joven que le sabía a luz!

El camión llega a la Plaza de Santa Catarina, cerca del entronque de la calles de Honduras y Brasil, y allí se estaciona para mostrar la miseria en la que vive parte del pueblo mexicano, representada por otro grupo de actores que, vestidos de menesterosos, suben a la unidad y comienzan a relatar el origen de la humanidad según la Biblia. Al final, entonan el canto católico de La Guadalupana, en una escena estremecedora y surrealista.

Sin más escenografía que una imagen grande de la Virgen de Guadalupe pegada en la parte posterior del autobús, las acciones se suceden de manera vertiginosa, entre música electrónica, regaetón, cumbias, un danzón y canciones de Chava Flores y Pedro Infante.

Es un viaje de alrededor de 50 minutos en el que se experimenta una gama amplia de emociones: de la alegría al dolor, de la ternura al coraje, y en el que la soledad se revela como uno de los grandes signos de nuestro tiempo, así como la necesidad que tenemos de establecer relaciones con otros de manera permanente.

El reparto de Historias comunes de anónimos viajantes está integrado por Margarita Lozano, David Bravo, Abraham Jurado, Christian Cortés, Humberto Yáñez y Antonio Becerril.

La función de este domingo es a las 16:30 horas. El punto de partida el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris y el cupo es limitado.