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En la Casa de América da a conocer su trabajo más reciente publicado por Random House

Volpi lleva a Madrid libro de un duelo multiplicado: por mi padre y por México
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Jorge Volpi, en la Casa de América en MadridFoto Armando Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 3 de marzo de 2017, p. 4

Madrid.

Diez ensayos escritos por Jorge Volpi articulan un libro de un duelo multiplicado. Es un réquiem por mi padre y por México, explicó el autor mexicano en la presentación de Examen de mi padre (Random House).

Siempre son libros condenados al fracaso porque nos acercan al que se ha ido, pero ninguno logra resucitar a los muertos.

En la Casa de América de Madrid, el novelista y ensayista mexicano dijo que decidió escribirlo el 2 de agosto de 2014, cuando murió su padre y supo que no sólo quería escribir sobre la importancia en su vida y la enorme influencia que tuvo en él, sino también en su proceso de decadencia que lo llevó a dejar de interesarle todo aquello que lo había convertido en un ser perfeccionista y obsesivo hasta la extenuación, como la literatura, el cine y la música, para sólo interesarse de su propio dolor.

Creo que la decadencia de mi padre se corresponde de alguna manera con la de México en esos años, en los que a raíz de la decisión de Felipe Calderón de declarar la guerra al narcotráfico el país se convirtió en un inmenso cementerio, apuntó Volpi, titular de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Volpi es una de las voces más internacionales de las letras mexicanas; en España tiene numerosos seguidores y fieles lectores.

El autor de En busca de Klingsor reconoció que una de las razones, si es que no la más poderosa por la que escribe, es precisamente su padre, nieto de un empresario italiano del mármol de Carrara, que se afincó en México y jamás regresó a su país de origen. El padre del escritor nació en 1932 en México y a pesar de que nunca viajó a Italia ni se subió a un avión para conocer los países que tanto admiraba –Francia, Alemania e Italia– siempre renegó de su condición de mexicano. Le interesaban la ópera, la historia y la literatura, pero sólo la escrita y hecha por franceses, italianos o alemanes, no por mexicanos.

Historias sin cuerpos

En la casa de Volpi estaba prohibido comer chile, tortillas, frijoles o tacos, porque todo lo mexicano le parecía a mi padre raro y exótico, así que era como si perteneciéramos y no a México; relató que jamás leía literatura en español, porque consideraba que la cultura que valía la pena estaba en otras lenguas. Cuando accedió a leer Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, lo hizo en italiano.

Era muy católico y del PAN hasta que este partido ganó la Presidencia –después se hizo de izquierda– y aunque era médico y tenía formación científica jamás se podía hablar de sexo en casa. Era un perfeccionista radical que cuando se dio cuenta de que las manos ya no eran tan ágiles, y que eso supondría su jubilación, fue terrible. Inició su decadencia, indicó Volpi y reconoció que cuando su padre murió fue un alivio no sólo para él, sino para los que estaban cerca. Se había aislado de todo y de todos y sólo lo obsesionaba su propio dolor.

Hablando de mi padre y de las metáforas del cuerpo no podía hablar de este México lleno de cuerpos sin historia y de historias sin cuerpo. Cuerpos sin historia son las decenas de miles que hemos encontrado en las fosas comunes desde 2006 y que no sabemos de quiénes son. Historias sin cuerpo son las de todos esos que sabemos su historia, como la de los jóvenes de Ayotzinapa, pero no tenemos sus cuerpos para darles digna sepultura, que es, como dicen los antiguos griegos, lo que nos hace verdaderamente humanos. Es un duelo sobre mi padre, pero también sobre México. Es un réquiem sobre él, pero también sobre el país.