18 de febrero de 2017     Número 113

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Puebla

Retos y perspectivas de la
producción del amaranto

Adrián Argumedo Macías y Enrique Ortiz Torres Profesores Investigadores del Colegio de Postgraduados, Campus Puebla. Integrantes de la Microrregión de Atención Prioritaria-Atlixco (MAP-Atlixco), esquema de vinculación del Colegio de Postgraduados con el medio rural mexicano  [email protected]

México es centro de origen de dos especies cultivadas de amaranto y tiene una antigua historia de consumo. Sin embargo, a pesar del mencionado resurgir de sus cualidades como alimento nutritivo, en los diez años recientes el promedio de superficie sembrada de este cereal sumó sólo tres mil 687 hectáreas (Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, SIAP, 2017), muy poco en comparación con otros cultivos. En 2016 en Puebla se sembraron dos mil 89 hectáreas (46 por ciento del total nacional).

En el contexto de la actividad agrícola del estado de Puebla, el amaranto representa una especie que, si bien no es marginal en términos de superficie, dista de la importancia que tienen granos básicos como el maíz y frijol, algunos frutales y las hortalizas, entre otros. La mayor parte de la producción de amaranto para grano se concentra en cuatro municipios que se localizan en la región centro-oeste del estado, los cuales en 2016 –de acuerdo con el SIAP, 2017– integraron 84 por ciento de la superficie estatal: Tochimilco con mil cien hectáreas (55 por ciento), Cohuecan con 270 (13 por ciento), Atzitzihuacan con 210 (diez por ciento) y Atlixco con 97 hectáreas (cinco por ciento). También se encuentran pequeñas áreas de cultivo en el valle de Tehuacán y otras diseminadas en el valle de Puebla.

En general, la producción del cultivo en esta región se realiza en el marco de una agricultura campesina; es decir, con una actividad agrícola orientada al autoconsumo y algunos cultivos destinados al intercambio mercantil, lo que ayuda al campesino a ingresar efectivo a sus unidades de producción para asegurar su reproducción, como es el caso del amaranto, que generalmente se produce sólo para venta de semilla.

En los dos años recientes se ha estado trabajando para integrar el amaranto a la dieta de las familias, a fin de que cumpla con funciones alimenticias para la población local y también de venta. Las labores implican una combinación de técnicas tradicionales con tecnología “moderna”. Es una actividad fundamentalmente familiar en superficies que generalmente no superan las tres hectáreas por agricultor.

Los rendimientos promedio apenas superan los mil 300 kilogramos por hectárea (SIAP, 2017), lo cual puede indicar que es un cultivo con poca investigación, difusión de técnicas y tecnología, así como limitada atención institucional para apoyos a la producción; no hay disponibilidad de variedades mejoradas adaptadas a la región, se carece de tecnología de producción y en especial de cosecha. Esta última labor es una de las que presenta mayores problemas, por las pérdidas de semilla que la propia biología de la planta expresa y por las prácticas convencionales con que aquélla se realiza; además, demanda una excesiva mano de obra. Lo anterior no es limitativo de su importancia para las casi dos mil familias que dependen directamente del cultivo.

La producción de semilla, no obstante que hay algunas organizaciones de productores de amaranto, se comercializa regularmente de manera individual, mediante intermediarios de la propia región en Puebla, del estado de Morelos y la Ciudad de México. La agregación de valor se realiza en estos dos últimos lugares, proceso del cual Puebla ha estado al margen. Aunque en los dos años recientes instituciones como el Colegio de Postgraduados Campus Puebla (CP); la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP); La Universidad de las Américas Puebla (UDLA); la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa); la Comisión Nacional para el Desarrollo de Pueblos Indígenas (CDI); la Secretaría de Desarrollo Rural, Sustentabilidad y Ordenamiento Territorial (SDRSOT), y algunas organizaciones no gubernamentales están promoviendo el autoconsumo y la agregación de valor en las propias comunidades productoras del estado.

El problema fundamental del amaranto en la actualidad es la baja demanda en su consumo tanto estatal como nacional, lo cual explica en parte la poca superficie sembrada. Ello provoca que los precios de la semilla sean muy sensibles a los niveles de producción. Por ejemplo, hace poco más de tres años hubo un incremento en la demanda de semilla y, dado que la superficie sembrada fue pequeña, los precios se incrementaron de manera importante, provocando que al año siguiente (2014) se elevara la superficie de siembra, así como la producción.  A finales de 2015, ante la oferta de semilla, se desplomó el precio, causando que en 2016 la superficie sembrada se ajustara a la baja. Para este 2017, el precio apenas empieza a recuperarse.

Retos y perspectivas. Los actores involucrados en la producción de amaranto tenemos el reto de lograr que sea considerado un cultivo estratégico dentro de la política agrícola del estado y del país.

El incremento de la producción debe ir antecedido por una mayor demanda del producto, lo cual exige una política pública que oriente el consumo del amaranto en la dieta común del poblano en particular y del mexicano en general. Ello responde a un proceso de cambio cultural. Cambio que debe basarse en la formulación de estrategias integrales que ayuden a la difusión de sus propiedades en los medios masivos de comunicación; en programas especiales para fomentar que su consumo sea acorde con la cultura de cada región del estado; en programas locales de capacitación para la elaboración de platillos; en apoyo a ferias y eventos masivos demostrativos, y en la inclusión de su consumo en programas de orden institucional.

Se pueden promover los encadenamientos en los diferentes eslabones del sistema para diversificar las opciones productivas y económicas de los productores campesinos de Puebla, para que no sólo sean abastecedores de materia prima, impulsando y consolidando en el estado parte de la agroindustria de la transformación del amaranto.

El panorama sobre el cual se plantean estos retos se fundamenta en que se mantendrá una demanda creciente de alimentos básicos sanos para la población mexicana. El entorno internacional se hará cada vez más complejo, generando condiciones de riesgo para el país por su dependencia de alimentos del exterior, con la subsecuente debilidad en la soberanía y seguridad alimentarias. Por esta situación, México se verá en la necesidad de identificar oportunidades laborales y de vida para la población campesina del país, así como para los connacionales que regresen al país. En ellas el amaranto representa una opción.

Las enfermedades obesidad y diabetes, y las que van asociadas a éstas, son un problema que demanda una alta atención por parte del gobierno mexicano. La disponibilidad de alimentos sanos será una demanda permanente en el mediano y largo plazos, y en ello Puebla puede, con el amaranto, jugar un papel significativo, adicional a los beneficios que ya aporta.

El gobierno federal y los de los estados se verán cada vez más en la necesidad de crear y ejecutar políticas económicas y sociales para asegurar la producción y el abasto de alimentos a una población demandante, en la cual la experiencia campesina de los productores de amaranto del estado de Puebla será de gran valor.

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