18 de febrero de 2017     Número 113

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Suplemento Informativo de La Jornada

Morelos

Huazulco y el amaranto, una
historia de resistencia y un
aporte a la soberanía alimentaria

Arturo Dimas González  [email protected]


FOTO: Jorge Juárez Morales

El origen del amaranto, o huautli en lengua náhuatl, así como sus raíces, se encuentran en el nacimiento, desarrollo, florecimiento y la decadencia de los pueblos y las culturas indígenas del México prehispánico; junto al maíz, frijol, chía y los chiles. El cereal representó la principal base de la alimentación de esta población. Hay información que da cuenta de que en esa época se tenían cosechas de 20 mil toneladas anuales en promedio y que el amaranto era el principal tributo que el imperio mexica o azteca imponía a los pueblos que estaban bajo su dominio.

Es importante resaltar que el amaranto fue para los pueblos originarios un elemento fuertemente vinculado a su cosmovisión, especialmente en lo relativo a su vida espiritual y veneración de sus deidades. Fue por ello que los invasores españoles impusieron la prohibición del cultivo del amaranto y de su consumo; así, este alimento prácticamente desapareció durante la Colonia y en posteriores etapas del México independiente y postrevolucionario.

Sin embargo, gracias a la lucha de resistencia de los pueblos indígenas, se logró preservar el cultivo y consumo del amaranto en pequeñas comunidades de los estados de México, Morelos, Tlaxcala, Ciudad de México, Puebla, Hidalgo, Guerrero y Michoacán, entre otros.

El resguardo y la preservación del amaranto en Morelos se localizan en el municipio de Temoac, principalmente en las comunidades de Huazulco y Amilcingo, esto es en el oriente de la entidad; son comunidades campesinas y rurales, donde la agricultura de temporal es la principal actividad económica, cultural y social. Esta parte de Morelos cuenta con importantes sucesos en las luchas sociales por la Independencia de México. Sólo recordemos la gesta heroica del sitio de Cuautla, donde el pueblo trabajador y el generalísimo José María Morelos y Pavón demostraron su enorme capacidad de resistencia e inteligencia militar; otro hecho digno de reconocimiento aconteció en el pueblo de Jantetelco, donde se incorporaron 46 ciudadanos para acompañar al cura Mariano Matamoros a la guerra de Independencia.

En la época de la Revolución mexicana, tenemos que en Anenecuilco y la región oriente surgió uno de los movimientos campesinos de mayor importancia en la historia del país, donde el general Emiliano Zapata Salazar representó las aspiraciones libertarias y de justicia de los pueblos y las comunidades campesinas.

Esto significa que la historia del amaranto se encuentra fuertemente vinculada a la historia de los pueblos, en su lucha ancestral por defender territorio y cultura, por lograr una vida digna y un desarrollo integral sustentable.

En las cuatro décadas recientes, el amaranto ha tenido un importante impacto en la vida social y económica, principalmente en la comunidad de Huazulco y en menor medida en Amilcingo, ya que la transformación artesanal de las populares “alegrías” ha tenido un crecimiento significativo, y a ello se agrega la comercialización del cereal reventado y de diversos productos que se complementan con amaranto, como son las galletas y las obleas u ostias.

En torno a la transformación del amaranto como actividad económica, se genera autoempleo para las familias, y empleos tanto para las comunidades mencionadas como para poblaciones circunvecinas. Pues aunque el cultivo es de temporal, la transformación artesanal y semi-industrial se realiza durante todo el año. Se estima que el consumo de semilla de amaranto es de tres mil 500 toneladas anuales en promedio, y más de 90 por ciento se adquiere de los estados de Puebla y Tlaxcala, que son los productores principales.

El resguardo y la preservación del amaranto en Morelos han sido gracias a las comunidades, ya que los apoyos oficiales son muy escasos y generalmente se otorgan con criterios político-electorales. Qué se puede esperar, si en maíz y frijol, que son la principal fuente de alimentación del pueblo, predomina el abandono oficial, pues a las élites económicas y a la clase política poco le importa que México sea centro de origen y se da prioridad y se privilegia la importación por medio de empresas trasnacionales. Así, ya podemos imaginar la suerte del amaranto, no obstante el reconocimiento y la importancia que le han dado en otras naciones, tanto que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos lo consideran el mejor alimento de origen vegetal para el consumo humano.

Por lo tanto, tendremos que seguir trabajando desde abajo, construyendo redes comunitarias y de la sociedad civil, tanto para la producción como para fomentar el consumo del amaranto. Además, tenemos que impulsar procesos organizativos y una amplia política de alianzas que nos permitan, en el corto plazo, proponer y exigir que el Estado cumpla cabalmente el compromiso de salvaguardar la soberanía y la seguridad alimentaria de todos los mexicanos.

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