Opinión
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67 Festival Internacional de Cine de Berlín
De viajes a ninguna parte
B

erlín.

Ahora sí es para preocuparse por el estado del cine alemán. Tocó el turno en la competencia a la primera película del país anfitrión y resultó de una mediocridad insalvable. ¿De veras no tenían en toda Alemania un producto más presentable? Helle Nächte (Noches brillantes), de Thomas Arslan, es la demasiado simple historia de un hombre que, tras la muerte de su padre, decide viajar por carretera en Noruega para reconectar con su hijo adolescente, a quien no ve por estar divorciado de su madre.

Paren el road movie que quiero bajarme. La premisa base es un sobadísimo lugar común de incomunicación y los actores no lo hacen más interesante. En el papel del padre, Georg Friedrich, con los ojos hundidos, demuestra tener el mismo carisma de un muerto fresco. Con razón el hijo no quiere viajar con él. Y el adolescente Tristan Göbel sólo sabe portarse huraño salvo en el momento final, cuando se dan los apapachos de rigor. La película no sirve ni para hacer paisajismo, pues las vistas de los parajes noruegos se ven menos atractivas que el Nevado de Toluca.

Por su parte, la directora británica Sally Potter presentó en The Party un breve divertimento teatral, apoyada en un grupo de muy buenos actores. Media docena de personas se reúne en la casa de una amiga (Kristin Scott-Thomas) para festejar su nombramiento político, cuando su marido (Timothy Spall) revela que está desahuciado. Eso cambia el ánimo de la reunión, sobre todo cuando también confiesa tener por amante a la esposa de uno de los invitados (Cillian Murphy). Los diálogos son chispeantes, sobre todo cuando le corresponden a una amiga cínica (Patricia Clarkson), que se burla sobre todo de su bienintencionada pareja (Bruno Ganz), quien sólo repite frases hechas.

Filmada en reluciente blanco y negro, la pieza es susceptible de ser adaptada por cualquier grupo teatral de aficionados. Dura poco más de una hora y sirve de ejercicio histriónico con sus sorpresivos giros de tuerca. Pero no es un título fuerte para un festival de cine.

Estrenada en el festival de Nueva York a finales del año pasado, The Lost City of Z (La ciudad perdida de Z), del estadunidense James Gray, no pudo figurar en la competencia berlinesa donde hubiera hecho un buen papel, y se exhibió sólo como una Berlinale Special. El cineasta se había caracterizado por aspirar a un tono épico aún en sus películas policiacas, pero esta vez ha encontrado un tema a la altura de sus ambiciones.

Basada en una historia real, la película sigue las expediciones emprendidas por el militar británico Percy Fawcett (Charlie Hunnam) en la Amazonia, pues está convencido de que allí existen los restos ocultos de una civilización, la ciudad epónima. En este caso, a diferencia de locos megalómanos como Aguirre, la ira de Dios (Werner Herzog, 1971), en busca de su corazón de las tinieblas, Fawcett es un hombre obsesionado, pero sensato y racional que sabe cuándo debe abandonar la causa... para retomarla después.

Gray hace un personaje complejo de su protagonista, estableciendo las cuestiones de clase y rango que sirvieron de motivación en su búsqueda. Asimismo, subraya la importancia de la vida familiar en su desempeño: su esposa (una afectiva Sienna Miller) e hijos siempre presentes de algún modo, hasta que Fawcett decide acompañarse de su hijo mayor en una última expedición. The Lost City of Z es una vigorosa épica de aventuras de las que ya no se hacen.

Twitter: @walyder