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l capitalismo impera en todo el mundo. No es posible prescindir del mercado mundial, pero sí se puede comenzar a reducir la brutal dependencia de Estados Unidos con medidas proteccionistas del mercado nacional que filtren al mismo tiempo las importaciones superfluas o de bienes de lujo, para evitar el derroche de divisas.

Es igualmente posible imponer un control de cambios eficaz y una política de sustitución de importaciones produciendo en el país lo que sea posible y renegociando la venta de petróleo y su refinación para romper así el control de Washington, recurriendo quizás al mercado chino. Es posible también reducir fuertemente la dependencia alimentaria de Washington importando alimentos y tecnología agroalimentaria de países sudamericanos que exportan esos productos, como Argentina. Igualmente factible es comprar las armas en terceros países (como Rusia o los de la Unión Europea) y producirlas en parte en México.

La fuga de decenas de miles de millones de dólares puede ser frenada y evitada en gran parte, y es posible auditar y reducir drásticamente el pago de la inmensa deuda, cuyos intereses ascienden anualmente a casi 480 mil millones de pesos (superior al presupuesto de la Secretaría de Educación y cuatro veces al destinado a la salud pública, según La Jornada).

Joseph Stiglitz piensa lo mismo y sostiene que la dependencia de Estados Unidos ha ido aumentando con el correr de los años por razones políticas, no como una fatalidad impuesta por razones geográficas. Por tanto, puede ser muy disminuida si se aplican políticas adecuadas.

Ese es punto esencial. Porque gobiernan el país los agentes del capital financiero internacional, porque la oligarquía que tiene el gobierno y el poder está enroscada con ese capital y forma parte de él; porque esa oligarquía es explotadora, opresora, antinacional y no tiene voluntad política para elaborar una alternativa a la sumisión, a la pérdida de la independencia del país, como demostró ampliamente al destruir el sector rural con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y al destrozar Pemex.

No es posible, por consiguiente, enfrentar el proteccionismo salvaje de Donald Trump y su agresión a los mexicanos realizando la unidad nacional detrás del equipo de eunucos políticos, vasallos económicos y socios en la depredación, como Salinas y la gente de PRI-PAN y sus aliados, que sigue aplicando desde el gobierno y desde el parlamento políticas criminales y que es uno de los corresponsables del desastre. Las propuestas de Andrés Manuel López Obrador y Morena son por eso inaplicables y muy peligrosas y provocan inquietud entre los más lúcidos obradoristas.

Entre gran cantidad de simpatizantes con la idea de una posible candidatura de una indígena con un programa anticapitalista cunde también una creciente preocupación.

¿Qué dice o dijo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) sobre las amenazas imperialistas, sobre la política del gobierno, sobre la reducción constante de los ingresos de la población y particularmente de los indígenas, que son los más pobres, mediante devaluaciones del peso y aumentos de la alimentación y de los servicios esenciales y los combustibles? Si tiene una posición, ¿por qué no la hace pública? Si piensa ofrecer un programa anticapitalista, ¿por qué no da a conocer algunos puntos del mismo y, sobre todo, por qué no hace nada que vaya en la línea de la aplicación de un programa de ese tipo?

¿Cree acaso, como los comunistas brasileños en 1950, en la teoría de la vaca brava, según la cual no hay que agitar un trapo rojo ante la vaca de la burguesía porque ésta ataca? ¿O que le será posible quedarse desapercibido en su rinconcito para salvarse del diluvio que se ve venir? ¿No tiene opiniones ni ve la ola de indignación y de movilizaciones que supera los marcos de los partidos, reclama la unidad de acción e impulsa a militar a la gente común? ¿No registra los intentos de coordinación de las movilizaciones entre los anticapitalistas reales?

Por encima y más allá de la política electoral que tanto Morena como el EZLN privilegian, el país se mueve y comienza lentamente a organizarse y se construyen, como en Guerrero, nuevas policías comunitarias, o centros de estudiantes, como en Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, o juntas universitarias de autodefensa, o se coordinan los socialistas revolucionarios y se mantienen las valientes acciones de la UNEE, la Unión de Usuarios de la Energía Eléctrica. Pero hay un gran vacío de dirección.

Ridículamente, los patrones, la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), el gobierno, intentan sacar provecho de ello y marchan por la unidad nacional detrás de Enrique Peña Nieto tratando de canalizar la protesta. En el campo opuesto, un grupo de personalidades encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas emitió un comunicado llamando a unirse sin precandidatos ni vetos para dar voz a una amplia centroizquierda moderada. Pero la figura misma de Cárdenas –aunque respetable, democrática y honesta– se desgastó mucho cuando aceptó de hecho el fraude en 1988 y con sus gobiernos en la Ciudad de México y en Michoacán y su larga permanencia en un Partido de la Revolución Democrática corrompido que lo marginó. La maniobra cínica de la derecha caerá, pues, en el vacío y también, probablemente, suceda lo mismo con este intento de Cárdenas, que, además, es visto con prejuicio por la base popular de Morena.

Ante esta impotencia del establishment y ante la necesidad de imponer otro gobierno que tenga políticas antimperialistas y objetivos de preservación de los salarios, de la capacidad de consumo y de restructuración de la economía mexicana, lo urgente es reforzar la autonomía, la autogestión, la autorganización populares para aplicar directamente medidas de cambio a nivel local y exigir otras a escalas nacional e internacional apoyándolas con movilizaciones populares. Aún más urgente es vencer los viejos sectarismos coordinando unitariamente las acciones.