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Trump, Assad y Al Sisi: rasgo común
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los reporteros nos encantan las cifras. Entre más grande es la multitud, mejor es la nota. A los políticos también les gustan. Entre más grandes son las masas, mayor es su popularidad. Ni pregunten quién dijo: Estaba ahí y dije mi discurso. Me asomé a la explanada y era como un millón; millón y medio de personas. Ah… esos millones.

En 2011, cuando las multitudes en la plaza Tahrir llegaron a cientos de miles, Al Jazeera calculó un millón de egipcios. O quizá fue un millón y medio de personas en el centro de El Cairo. Ellos ayudaron a derrocar a Hosni Mubarak con ayuda del ejército, claro, el protector del pueblo. Expertos consideran que lo más que puede atestar el distrito de Tahrir son 300 mil personas. Pero ¿qué importa? Era una revolución.

Así fue como Mohamed Mursi ganó la primera elección democrática en la historia moderna de Egipto, pero dos años después las multitudes volvieron a las calles de la nación árabe más poblada y ahora querían derrocar a Mursi y a la mano dura del protector del pueblo, el ejército. Una petición del movimiento de la juventud reunió, según reportes, 22 millones de firmas y tenían de su lado al general, quien más tarde sería mariscal de campo y posteriormente, presidente, Abdel Fattal al Sisi. Sus publicistas anunciaron que su coup d’etat tuvo el respaldo de los inconformes que participaron en las manifestaciones más concurridas en la historia de la humanidad. Aseguraron que en todo el país se congregaron 33 millones de personas: más de un tercio del total de la población egipcia. Esto era fantasioso, pero obsesivo.

No es de extrañar que Donald Trump se encontró con Sisi el año pasado y afirmó que el líder egipcio era un tipo fantástico. Y no olvidemos que la administración de Obama se creyó la información no verificada sobre las firmas en la tristemente célebre petición. El Departamento de Estado, entonces encabezado por Hillary Clinton, declaró que Estados Unidos no podía contravenir la voluntad de 22 millones de personas que hablaron (sic) y cuyas voces fueron escuchadas. Pero fue esa escala de los 33 millones lo que el ejército utilizó para proclamar su legitimidad. Cuando la BBC reportó esta exageración digna de Hollywood, los acólitos de Al Sisi citaron a su vez a la cadena británica, lo que dio autenticidad a la fantasía.

El servicio en árabe de la BBC tenía sus dudas y señaló que decenas de miles habían exigido el derrocamiento de Mursi, pero el daño estaba hecho. Una televisora local egipcia afirmó: CNN informó que 33 millones de personas estuvieron hoy en las calles. La BBC señala que es la movilización más grande de la historia. La cadena británica no autentificó dicha cifra, como señaló el periodista Max Blumenthal, uno de los pocos escritores estadunidenses que cuestionaron esta exageración tan publicitada.

Después, un oficial militar anónimo, que pudo o no haber existido, afirmó que 17 millones protestaron contra el gobierno de Mursi y exigieron nuevas elecciones. Si bien es una cifra ligeramente menos ambiciosa que 22 millones o 33 millones, este número también fue una alucinación; un hecho alternativo como han existido otros. Pero que dé un paso al frente un hombre que entendía de popularidad personal, que estaba hambriento de admiración y quien, sin duda, también pensaba que Al Sisi es un tipo fantástico. Este eminente estadista nos dijo que 17 millones de personas en las calles no es lo mismo que una elección, pero es una increíble manifestación del poder popular. Sí, fue Tony Blair.

Nuevamente hechos alternativos. ¿Pero qué se podía esperar de lord Blair de Kut al Amara, quien nos dio armas de destrucción masiva y alertas de 45 minutos y quien aparentemente no notó al millón de británicos (de acuerdo con la BBC) que marcharon por las calles inglesas en 2003 porque no querían invadir a Irak?

La cifra egipcia de 2013 cayó brevemente a 14 millones, pero incluso esa cantidad era bastante alternativa. Un bloguero egipcio determinó que si cada manifestante en El Cairo ocupaba un espacio de 0.45 metros cuadrados, el total de manifestantes pro Sisi que podían caber en el centro de todas las ciudades egipcias eran sólo 2.8 millones. Bastante pobre. Ni siquiera el doble del millón y medio que logró reunir Trump.

Pero hablemos del millón de Trump por un momento. Cuando los libaneses quisieron condenar el asesinato de su ex primer ministro, Rafiq Hariri, en 2005, cientos de miles se congregaron en el centro de Beirut y exigieron que las tropas sirias se retiraran de su país. A los reporteros les gustó llamar a esto la revolución del cedro. ¿Fueron 500 mil manifestantes, como sugirió Ap? ¿O entre 800 mil y 1.2 millones, como proclamaron otros? Digamos que fue un millón, aunque Hezbolá logró un mitin en apoyo a Siria con quizá medio millón (posiblemente hasta 800 mil), unos días más tarde.

Mientras Washington rondaba Damasco, el presidente Bashar al Assad se sintió agraviado por los manifestantes antisirios. La revolución del cedro era un título que no inventaron los libaneses, sino un funcionario del Departamento de Estado estadunidense. Assad alegó que sus antagonistas en Beirut eran menos y habló de las cámaras sesgadas y las tomas que jamás hacían acercamientos.

Pero podemos ver a lo que el extraño vocero de Trump se refería cuando dijo que este es el público más concurrido jamás visto en una toma de posesión. Independientemente de lo que hayan sido los resultados finales de la elección estadunidense que le dieron la victoria a su patrón, Sean Spicer dijo mentirosamente lo que su amo en realidad deseaba escuchar: que la voluntad del pueblo debe cumplirse. Las multitudes cuentan. Cuando el ejército egipcio protagonizó el golpe, Blair, el amigo de Al Sisi, de hecho afirmó que se había cumplido la voluntad del pueblo.

Quizá el número de participantes en un acto está sustituyendo a las encuestas, que hace mucho tiempo eran equivalentes a elecciones en la imaginación colectiva, y el número mágico de un millón (o millón y medio) es la nueva obsesión de los presidentes estadunidenses, como ha sido de los presidentes árabes durante años. Enfoquémonos en Trump, pero no nos pongamos obsesivos. Lo único que dijo es que vio una increíble manifestación del poder de la gente.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca