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Contaminación: de Mongolia y China a México
E

s tal la contaminación que padece Ulán Bator, capital de Mongolia, que el presidente Tsakhiagiin Elbegdorj reconoció que registra niveles catastróficos. Vivir en Ulán Bator significa hacerlo en un medio ambiente peligroso e inseguro, por lo que es inevitable adoptar restricciones, dijo. Entre otras, desalojar a miles de familias nómadas que en invierno migran de la estepa para refugiarse del intenso frío en las áreas pobres de la capital. Elbegdorj sostiene que los campesinos no saldrán de sus lugares de origen si tienen allí trabajo en nuevas industrias y condiciones adecuadas para soportar el crudo invierno.

Nada fácil lograr que a Ulán Bator no la cubran espesas nubes de esmog. Estos días superaron los mil 900 microgramos de partículas finas por metro cúbico (PM 2,5), las más peligrosas para la salud y el ambiente. Casi duplican a las que tuvo Pekín los años recientes. En 2013 superaron los mil microgramos. Centenares de personas marcharon el mes pasado por el centro de Ulán Bator exigiendo al gobierno efectivas medidas para resolver el problema, que se agrava en invierno por el uso de carbón y madera para la calefacción de la ciudad. Aquí en invierno hay temperaturas hasta de 40 grados bajo cero. Además de carbón y madera, los cerca de 30 mil nómadas que migran del campo huyendo del frío queman basura y llantas viejas sin control alguno en hogueras o chimeneas.

El país de Gengis Kan tiene más de 3 millones de habitantes, diversidad de paisajes: desierto, estepa, bosques, praderas, animales en libertad, tradiciones milenarias, sol la mayor parte del año y aire puro y sano. Pero no en Ulán Bator, donde viven 1.2 millones de personas. Por el frío invernal, los sistemas de calefacción (estufas muy obsoletas), funcionan todo el día. A ello se agrega la contaminación proveniente de la minería. Por eso es la segunda ciudad con el peor aire del planeta. La primera es Ahvaz, en Irán. Según varias investigaciones, una de cada cinco muertes se debe a esa contaminación y muchos bebés nacen con defectos por la misma causa. El problema sólo se resolverá cuando los viejos sistemas de calefacción se cambien por otros modernos, algo que promete el gobierno y las agencias internacionales desde hace años.

También en el norte de China, donde viven más de 400 millones de personas, la mala calidad del aire es muy severa en invierno. No solamente en Pekín, sino en otras grandes ciudades, como Hebel y Tianjin. La nube tóxica es de tal magnitud que el gobierno decretó alerta roja durante una semana, lo que implica cerrar escuelas, carreteras, fábricas y hasta suspender vuelos por la falta de visibilidad. La mejor ilustración de lo que pasa es que la nieve que ha caído en varias partes no es blanca, debido a la cantidad de partículas y otros contaminantes provenientes de los hogares y la industria.

Aunque por ley las fábricas deben hacer públicos los niveles de sus emisiones, no se cumple en la inmensa mayoría de los casos. Y además, el gobierno borra los mensajes en la red donde se critica la política de impulsar el crecimiento industrial a costa de la salud y el ambiente. Se espera el anuncio de medidas drásticas para evitar la creciente protesta ciudadana y las demandas legales contra las autoridades por negligencia. Una de las medidas es el impulso a la fabricación de coches eléctricos. En China el año pasado se vendieron más de 20 millones de vehículos que funcionan en base a hidrocarburos. El gigante mundial espera que en 10 años el panorama sea diferente al de ahora. Y algo más importante: en el próximo congreso del Partido Comunista deberán aprobarse diversos programas para cuidar el ambiente.

En México la contaminación de sus áreas metropolitanas no son tan graves como las descritas anteriormente. Pero la mala calidad del aire sí causa daños diversos a la salud de millones de personas. Con el agravante de que todavía no existen estadísticas epidemiológicas confiables, suficientes estudios puntuales sobre el tema y la mayoría de las ciudades carece de sistemas de supervisión atmosférica. Algo que prometen resolver cada sexenio los responsables de cuidar la salud y el medio ambiente.