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Nosotros ya no somos los mismos

El sir Walter Raleigh xalapeño

Los agresores de mujeres se ensañan con activistas, comunicadoras y estudiantes

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Representantes de luchas femeninas durante una marcha del monumento a la Independencia al Zócalo capitalino, el 8 de marzo pasado. Trabajadoras despedidas, activistas contra los asesinatos de mujeres, madres de desaparecidas y lesbofeministas coincidieron en exigir respeto a sus derechosFoto José Carlo González
E

l tema que ha ocupado las dos últimas columnetas me ha ocasionado gran satisfacción, pues ha propiciado un alza considerable en las comunicaciones con las que la multitud me retroalimenta. Obviamente en este caso la mayoría tiene remitente femenino y, más obviamente, son dolidas, indignadas, fúricas reclamantes por los datos que he presentado.

Una familia de mi pueblo, plena de maestras (Norma, Elizabeth, Soledad, Lourdes, Carrillo y la directora en jefe, doña María de Jesús), me dice: “No es que ignoráramos las cifras que proporcionaste, pero, leídas de un trancazo, dan miedo, tristeza y harta muina. (Supongo que tan airada reacción se debe a que la familia es medio pariente de la señora Alvírez, fallecida en un barrio de Saltillo, allá por el año de mil novecientos, muy presente lo tengo yo.) Recuérdese que el móvil íntimo, profundo, que provocó la tragedia a la que hago referencia, fue la insensible y torpe negativa de Rosita a Hipólito a llevar a cabo un acto para el que, muy claramente había sido convocada: bailar. Hipólito fue muy derecho (así somos los de allá), y fundamentó su solicitud: Rosita, no me desaigres, la gente lo va a notar. El retobo, sin justificación alguna, de la señorita Alvírez fue la causa eficiente, la gota derramadora de una dignidad puesta en entredicho. ¿Usted qué hubiera hecho?

En esta columneta quisiera agotar ya los datos más duros sobre la situación femenina, porque tiene algunos otros en torno a los niños, ancianos y jóvenes que no deben pasar por alto. Comienzo entonces con una nota que publicó la revista Voz y Voto, que tiene como protagonista central al ínclito humanista, caballero andante, el sir Walter Raleigh xalapeño. Su antecesor pasó a la historia por su gesto galano y efectista de tender su elegante capa roja sobre un lodazal (de los que por fortuna no conocemos en CDMX) para que la reina Isabel, de la Inglaterra de ese entonces, mil quinientos y tantos (¿no será la misma que actualmente habita el Palacio de Buckingham?), pudiera ­cruzarlo sin mácula alguna en sus zapatillas (ella, que sin duda alguna era, totalmente Palacio). Pues el Raleigh autóctono, era el presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) con sede en Xalapa. En ese carácter asistió (gastos pagados), a Villahermosa, Tabasco, a una reunión denominada La paridad y la violencia de género en el ejercicio de los derechos políticos de las mujeres, en la cual tuvo una brillante participación de la que destacamos algunos de sus más prístinos conceptos: Como mexicano (¿y como noruego o finlandés, no?) me duele que algunas mujeres ocupen cargos públicos a cambio del acostón, por estar bien buenas o por tener nalgas exquisitas. Ya imagino los intensos dolores que sufriría el declarante si esos cargos los hubieran obtenido las mujeres por una simple sentada y no por un acostón, si en vez de estar bien buenas, estuvieran menos que regulares y, por el contrario de nalgas exquisitas, las tuvieran plenas de soriasis.

Merced a estas consideraciones, y pese a las protestas femeninas pluripartidistas en el Congreso federal, los miembros de la sala Xalapa del TEPJF decidieron que la sinceridad de su presidente no podía ser castigada con su retiro del honroso y merecido cargo de magistrado, si acaso se le pediría que dejara de fungir como presidente del tribunal, a fin de que las viejas enfueradas (¡ojo con las consonantes!) que no respetaban su derecho a la libre expresión, cesaran su absurdo en injustificado reclamo y no se dieran por aludidas.

Ante este monumento judicial a la lenidad, se me presentaron algunas dudas: a) ¿cuántos magistrados de la sala Xalapa pensarán igual que su ahora ex presidente?; b) ¿habrá magistradas en esa sala?, y c) ¿cómo serán las reuniones familiares (cabecita blanca, cónyuge, hijas, nueras, nietecitas) en el amoroso hogar del señor licenciado don Juan Manuel Sánchez Macías? (¿qué tal es el nombre del ínclito jurisconsulto que, sin querer queriendo, ya ocupó la mitad de la columneta?)

Intento la mención (ausente de comentarios personales) de datos duros, concretos, puntuales.Por ejemplo: la reportera Blan­ca Juárez nos hace saber que des­de 2012 aumentó el número de ataques a las periodistas que denuncian a aquellos que persiguen y victimizan a quienes se empeñan en reclamar el derecho a la participación política de las mujeres, que reclaman el cabal ejercicio de sus esenciales derechos humanos, una relación igualitaria y una vida libre de violencia. Pero ahora, además, la persecución se ha extendido a quienes se atreven a engrosar la trinchera de la solidaridad y exponiéndose también a la violencia criminal han decidido conformar un valladar más contra la patología que el machismo ­significa.

El universo de la violencia de género se amplía cada vez más: a las víctimas directas se agregó de inmediato a las activistas de­fensoras de los derechos humanos, luego a las periodistas o comunicadoras que por cualquier medio hacían públicos los crímenes cometidos y, en muchos casos, realizaban las investigaciones que a las autoridades, abúlicas o cómplices, correspondían. Ahora la infamia ensombrece la vida de las defensoras de las defensoras. El año pasado, el mecanismo para la protección de quienes se han comprometido con la causa de los derechos humanos y las periodistas que las apoyan documentó 308 evaluaciones de riesgo por múltiples agresiones de que son víctimas estos sectores conscientes y heroicamente empecinados en la vigencia de la equidad de género, cuya ausencia a todos perjudica y a todos debe avergonzarnos.

Atziri Ávila dice que las intimidaciones a las activistas van desde hostigamientos sexuales hasta amenazas a la integridad de sus hijos y, recientemente, campañas de desprestigio por medio de la redes sociales. Lo peor no es esto, sino la abulia y desinterés de la autoridad, sobre las que se yergue la impunidad de que gozan los ­delincuentes.

Unas cuantas perlas (Nikito Nipongo) para documentar nuestro optimismo (Monsi): el reportero Fernando Camacho dio cuenta de que en cuatro años se perpetraron en México 32 asesinatos de defensoras y mujeres periodistas: En 2014 se registraron más de 300 agresiones, cantidad muy cercana a las de los cuatro años ­anteriores.

Zacatecas: los corresponsales A. Valadez, L. Ramos, E. Martínez, H. Briseño y V. Juárez nos relatan la ejecución de cinco mujeres, a 200 kilómetros de la capital. En noviembre pasado, un comando asesinó a otras cinco en un restaurante en la carretera a Fresnillo. Acapulco: dos microempresarias fueron ultimadas por negarse a pagar extorsiones. Sinaloa: el Colectivo Mujeres Activas desmintió al gobernador saliente Mario López Valdez. En su sexenio se cometieron al menos 64 asesinatos de mujeres, además, afirmó Teresa Guerra Ochoa, presidenta de Mujeres Activas de Sinaloa, en ese sexenio se quedaron pendientes decenas de denuncias no resueltas y ni siquiera tipificadas. Puebla. Sanjuana Martínez nos entrega este terrible relato: a Vanesa López la asesinó su novio a puñaladas. Areli Pacheco murió porque su ex pareja le pasó por encima una combi hasta matarla; Gizeh Castelán fue encontrada atada de pies y manos y asesinada a navajazos; a la estudiante Verónica Luna la ahorcaron con una cadena para perro.

La saña contra las mujeres que estudian es evidente: al caso de Verónica hay que agregar los de Aracely Vázquez, estudiante de ingeniería; María Feliciano Romero, de la Facultad de Estomatología; Nayeli Sosa, de lenguas modernas; Isaías Ortega, de cultura física, e Isarve Cano, de la Facultad de Derecho. ¿Será tan soberbio y ajeno a la realidad, el gobernador poblano Moreno Valle, que suponga que cuando estos datos y otros, se den a conocer nacionalmente, podrá aspirar a un solo voto femenino en una contienda ­presidencial?

Seguramente por estas ra­zones la legisladora Martha Tagle señaló que, pese a la legislación promulgada hace 10 años, en promedio ocurren en el país siete feminicidios al día. La Comisión Nacional para Prevenir la Violencia contra las Mujeres asegura que la mitad del país es territorio de riesgo para las mujeres. Razón por la cual infinidad de organizaciones sociales y colectivos exigen declarar la alerta de género nacional. En la actualidad están pendientes en Gobernación, 22 solicitudes estatales de aprobación de este protocolo. ¿Y de conseguirse?

Hay, por supuesto, otras informaciones que rebasan el aspecto cuantitativo. Ya serán presentados a su consideración posteriormente. Por ahora tan sólo un dato final: la discriminación, la bestialidad, la ignominia viene de lejos: juzguen ustedes mi dicho luego de esta información que guardo desde hace tiempo: Oaxaca: muere niña en el vientre de su madre por falta de atención.

Twitter: @ortiztejeda