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El otro año que también nació Pérez Prado
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a reportera Merry MacMasters ofreció en La Jornada del pasado 10 de diciembre una documentada nota en la que anunciaba que al día siguiente la ciudad de Matanzas, Cuba, estaría de fiesta por el centenario del nacimiento de uno de sus hijos más célebres: Dámaso Pérez Prado. Luego de resumir lo que fue la vida del creador del mambo, sus mayores éxitos y su muerte en Ciudad de México el 14 de septiembre de 1989, Merry resume las grabaciones que he logrado rescatar del olvido sobre el compositor y arreglista. En parte gracias a la generosidad del coleccionista Armando Pous. Por falta de espacio no agregó el arreglo orquestal que acompañó a las Décimas a la muerte, de Xavier Villaurrutia. Hizo parte de Son, obra que dirigió Juan Ibáñez en 1981, con textos de Sergio Fernández y escenografía de Pedro Coronel y Carmen Parra. Cabe agregar que nuestra reportera conoció y le hizo en 1985 una extensa entrevista al autor del Mambo número 5 y otras obras maestras.

En otros medios también se publicaron notas relacionadas con el centenario. Y había bases para que fuera este año y no otro. En diversas conversaciones el maestro me refirió 1916 como el de su nacimiento. En igual sentido se expresaron dos de sus amigas más cercanas: Ninón Sevilla (fundamental para su llegada a México) y Amalia Aguilar. Celia Cruz confirmó lo mismo una Navidad en casa de Yolanda Montes, Tongolele, y su esposo Joaquín. Estaba también Silvestre Méndez, otro grande de la música cubana.

Hace dos años, el historiador José Luis Chong me animó a que escribiera un libro sobre Pérez Prado en México y Estados Unidos, proyecto al que se sumó gustoso Pável Granados, ofreciéndome fotos poco conocidas del Carefoca. El libro sigue en veremos; mientras, Pável me trajo a principios de este año la invitación del licenciado Pedro Ochoa, director del Centro Cultural Tijuana (Cecut), para dictar una plática en torno al cubano-mexicano y celebrar dignamente el centenario de su nacimiento. Así se hizo el pasado junio.

Como es su costumbre, en cada acto cultural que organiza el Cecut su director echó la casa por la ventana y hasta editó un folleto donde se cuenta la historia de una portada de La Jornada que hizo historia y que se debe a la visión de Carlos Payán: en su edición del 15 de septiembre de 1989 la cabeza más destacada no fue sobre política, economía o problemas sociales, sino una que decía: Murió El Rey del Mambo, con textos alusivos de Gabriel García Márquez, Carlos Monsiváis y el de la tecla. Las fotos, de Héctor García.

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El pianista, compositor y arreglista Dámaso Pérez Prado falleció en 1989 en Ciudad de MéxicoFoto Michael Ochs Archives

No quise en mi plática realizada en Tijuana precisar la verdadera fecha de nacimiento de don Dámaso. Cuando el historiador y jurista campechano Carlos J. Sierra dirigía el Diario Oficial de la Federación, consultó el expediente que del creador del mambo existe en la Secretaría de Gobernación. Entre la información que obtuvo destaca el verdadero año de su nacimiento: 11 de diciembre de 1917. Con Carlos J. (coleccionista y conocedor de la música afroantillana) tuve numerosas pláticas con miras a la edición de su libro sobre el ilustre compositor: Pérez Prado y el mambo se llama. Data de 1995 y hoy es joya de coleccionistas.

En otro reciente (Mambo qué rico mambo É É É), los cubanos Yanira Marimón y Ulises Rodrígez confirman lo que se asienta en el expediente mexicano. También lo hace el musicólogo colombiano Sergio Santana en un libro sobre el Carefoca, de próxima aparición. Además, el nombre completo del gran músico es Dámaso Pablo de Jesús Pérez Prado.

Él solía quitarse o aumentarse la edad de acuerdo a su conveniencia o estado de ánimo. Más a lo primero, como lo hizo al contraer nupcias por tercera ocasión. Se rejuveneció apenas 12 años. Pero todavía no entiendo por qué, además de inventar el mambo, nos hizo creer que había nacido en 1916. Quizá porque gozó de tanta y merecida fama que valía la pena que su centenario se celebrara dos años distintos.

Es bueno señalar que su expulsión de México no fue por poner en ritmo de mambo nuestro Himno Nacional, especie propalada en la prensa por directores de orquesta que lo detestaban, en especial porque dignificó, con buenos sueldos de por medio, el trabajo de sus músicos, como bien lo documentó el bien recordado sonero Luis Angel Silva, Melón. En verdad fue la venganza de su empresario (coludido con funcionarios corruptos de Migración), furioso porque el maestro había firmado contrato con su rival teatral, que le pagaba mucho más. Su regreso se debe, destacadamente, a la cantante y actriz María Victoria. En una comida en su casa, le planteó al presidente Adolfo López Mateos lo injusta que había sido esa expulsión. López Mateos pidió después revisar el caso. Dámaso retornó a México en septiembre de 1964, país donde residió hasta su muerte.