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Fue investido con el doctorado honoris causa de la Universidad Autónoma de Chihuahua

La cultura es el antídoto para la violencia y la barbarie, señala Ignacio Solares
Foto
Ignacio Solares (de barba), al recibir el documento que lo distingue con el doctorado honoris causa de la Universidad Autónoma de Chihuahua; lo acompañan Luis Alberto Fierro, rector de esa institución, y el gobernador Javier CorralFoto cortesía de la casa de estudios
 
Periódico La Jornada
Jueves 8 de diciembre de 2016, p. 4

El escritor Ignacio Antonio Solares Bernal fue investido, el pasado martes, con el doctorado honoris causa de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh).

Tal reconocimiento, expresó el autor de La noche de Ángeles, “me llena de orgullo y esperanza, y sobre todo me compromete aún más con mi estado, con esta universidad, con mi profesión y con la difusión de la cultura, que es el antídoto de la violencia. Chihuahua es grande y más grande será gracias a su gente y a la universidad”.

Máximo reconocimiento

Luis Alberto Fierro Ramírez, rector de esa casa de estudios, impuso el birrete doctoral al destacado chihuahuense, y el gobernador, Javier Corral, le entregó el título de doctor honoris causa.

Luego, Solares señaló: “Este doctorado honoris causa es el mayor reconocimiento que pude haber recibido, porque ante todo y sobre todo soy chihuahuense y universitario. No podría entender mi vida de otra forma, sin mis raíces y mis estudios filosóficos y literarios”.

El académico, escritor, articulista, dramaturgo y director de teatro agradeció la presencia de su esposa Mirna y sus hijos María José, Diego, Maty y Rodrigo.

Místico de la palabra

Ignacio Solares pertenece a una generación de chihuahuenses que dejaron montañas, valles y desiertos para irse a la Ciudad de México; no tenían padrinos influyentes o adinerados, su talento les abrió las puertas y empezaron a brillar.

Víctor Hugo Rascón Banda, Enrique Carbajal Sebastián, Joaquín Armando Chacón, Carlos Montemayor, Benjamín Domínguez e Ignacio Solares compartieron veladas cálidas y creativas. Era una embajada de chihuahuenses en la capital, al grado de que los llamaban el cártel de Chihuahua.

Nada de lo que hay en Chihuahua se entiende sin el carácter único de su gente, en este suelo chihuahuense se ha forjado una raza al tono de la tierra que lucha por sobrevivir, dijo Solares.

Sólo la literatura dispone de las técnicas y poderes para destilar el delicado elíxir, que es la verdadera vida escondida en el corazón humano.

Solares indicó que si la violencia y la barbarie son el veneno en la sociedad, el antídoto es la cultura, porque en la sociedad, aquélla va de la mano de la universidad.

Señaló que la literatura es una de las más elevadas expresiones del espíritu humano y que la UACh reconozca la producción intelectual es un orgullo.

En la ceremonia se recordó que la infancia de Ignacio Antonio Solares Bernal transcurrió en Ciudad Juárez, donde el autor conoció la opulencia de El Paso, Texas, y por otro la marginación en su tierra.

Convivía con el choque de ideologías de sus abuelos, pues uno era dorado revolucionario y el otro defensor del régimen porfirista.

Solares es un místico de la palabra, un jesuita en el pensamiento, un nacionalista en los hechos, un revolucionario en la cultura y un militar en su rigor literario.