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La Muestra

Fátima

T

odas las demás se llaman Fátima. A partir del libro Plegaria a la Luna, de la argelina Fátima Elayoubi, quien también participa en la elaboración del guión, el realizador franco-marroquí Phillipe Faucon (Samia, 2000) propone una interesante radiografía de los conflictos entre la comunidad magrebí en Francia y un entorno social crecientemente hostil (un racismo persistente y soterrado, a menudo violento, contra las minorías étnicas) y, de modo más novedoso, el malestar de una joven generación de árabes nacidos en Francia que no comulgan del todo con las tradiciones y principios religiosos y morales de sus padres, y que padecen, por partida doble, el rechazo de muchos franceses y la incomprensión de la comunidad en la que han crecido.

La experiencia diaria de Fátima (Soria Zeroual), empleada doméstica en Lyon, mujer divorciada y madre de dos hijas, obligada a realizar faenas múltiples y mal remuneradas para pagar los estudios de sus hijas adolescentes, ofrece todos los ingredientes de un melodrama familiar, una suerte de versión moderna de aquel estupendo título estadunidense, Imitación de la vida, filmado en 1958 por Douglas Sirk. Por un lado, la comprensiva y bondadosa joven de 18 años, Nesrine (Zita Hanrot), se afana por terminar su bachillerato para iniciar una carrera profesional y aliviar la suerte de los suyos, ya que según le recuerda la madre, triunfar equivale a ser libre, y por el otro, la impaciente quinceañera Souad (Kenza Noah Aïche), no puede ocultar su hartazgo frente a una madre incapaz de integrarse con dignidad a la sociedad francesa.

El caudal de agravios es enorme. Souad se avergüenza de los trabajos humillantes de su madre en otras casas, de su renuencia o dificultad para aprender el francés, de las vecinas impertinentes atentas siempre a condenar la conducta ajena, y también le recrimina con crueldad e injusticia su cerrazón moral y su ignorancia. La abnegación de Fátima (trabajar cómo sea y de lo que sea) para evitar que el futuro de sus hijas se asemeje a ese presente suyo tan amentable, aparece como una estrategia de supervivencia comunitaria que la generación más joven no comprende del todo o sólo pudiera comprender demasiado tarde. El realizador Philippe Faucon analiza muy bien ese dilema moral y social, de actualidad insoslayable, y equilibra con acierto la carga narrativa del melodrama para ofrecer, mediante el personaje emblemático de Fátima, no sólo el retrato emotivo de la protagonista, sino también el de sus dos hijas, obligadas al desarraigo cultural y a la vez extranjeras en su propia patria, con la amenaza de tener por único horizonte engrosar el silencioso ejército de todas las Fátimas futuras.

Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional a las 13 y 18:45 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1