o no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto.
Que la cuna del hombre la mecen los cuentos…
Que los gritos de angustia
del hombre los ahogan
con cuentos…
Que el llanto del hombre lo
taponan con cuentos…
que los huesos del hombre los entierran con cuentos…
Y que el miedo del
hombre…
Ha inventado todos los
cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es
verdad.
Pero me han dormido con
todos los cuentos…
Y sé todos los cuentos.”
“Yo no sé si esta es la hora de que hablen los dioses... pero el momento actual de la historia es tan dramático, el sarcasmo tan grande, la broma tan sangrienta... y el hombre tan vil... que el poeta prometeico... el payaso de las bofetadas... se yergue... rompe de sus andrajos grotescos de farándula, se escapa de la pista, se mete por la puerta falsa de la gran asamblea donde los raposos y los mercaderes del Mundo dirigen... y pide la palabra.
“Esta pantomima sangrienta y desgarrada, ese truco monstruoso y despiadado que está aquí en la picota del escarnio… ¿Para qué? ¿Qué significa? ¿A dónde nos lleva esto? ¿A la justicia? Pero, ¿qué es la justicia? ¿Existe la justicia? Si no existe, ¿para qué está aquí don Quijote? Y si existe, ¿la justicia es esto? ¿Un truco de pista? ¿Un número de circo? ¿un pim-pam-pum de feria? ¿Un vocablo gracioso para distraer a los hombres y a los dioses? Respondedme… Respondedme. Que me conteste alguien… ¿Qué es la justicia? Silencio. ¿Otra vez el silencio?”
Para León Felipe –creador de los textos anteriores– quien conoció el horror de la guerra y la morada del exilio, don Quijote es el poeta prometeico que se escapa de su crónica y entra en la historia hecho símbolo y carne, vestido de payaso y gritando por todos los caminos: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!... Sólo la risa del mundo, abierta y rota como un trueno, le responde. ¡Oh paradoja monstruosa! Todas las voces de la Tierra, zumbando en coro, haciendo rueda en los oídos de ese pobre payaso, del gran defensor de la justicia, con este estribillo de matraca: ¡No hay justicia!... ¡No hay justicia!... ¡No hay justicia!
Y el mundo clama por ella. Como el poeta, queremos justicia, porque la justicia nos dará el orden. Justicia que pedir y no orden. El orden no es más que una consecuencia de la justicia
.
Este es el canto del poeta español León Felipe, quien tan certero denunció la injusticia emparentando con Don Quijote, cuando pronunció por primera vez la palabra justicia en los campos de Montiel
.
“Todas las jaurías del rey
amaestradas por el cuerno
del mayoral, van a salir otra
vez...
Otra vez señor arcipreste…
otra vez a perseguir al
ciervo.”