Sociedad y Justicia
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No tienen idea de cuántas veces fallamos, dice el equipo de la UNAM y del Poli galardonado

Llevó cuatro años construir el Rover-2 que premió la NASA

El robot realiza tareas similares a las que actualmente lleva a cabo el Curiosity en Marte

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Ana Buenrostro, Erik Gutiérrez, Genaro Marcos, Bryan Pérez, Luis Gerardo Gutiérrez, Yessica Reyes, Eduardo Solís y Luis Ángel Castellanos, de la UNAM, y el politécnico César Augusto Serrano cuentan a La Jornada sobre el trabajo arduo y los cientos de pruebas que realizaron para el concurso Sample Return Robot Challenge 2016, para la elaboración de prototipos de máquinas exploradoras de la superficie de MarteFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Jueves 6 de octubre de 2016, p. 35

No claudicar en sus sueños fue la clave para lograr el reconocimiento internacional. Cada fracaso, cada golpe, cada mala experiencia han representado un aprendizaje. Son cuatro años de constante trabajo que se ha visto recompensado.

Varias ocasiones participaron en los concursos. Una y otra vez se quedaban cerca del triunfo. Pero su dedicación hizo que este año fuera diferente: obtuvieron el Premio Hans von Mulau de mejor trabajo en equipo en la competencia Sample Return Robot Challenge 2016, para la elaboración de prototipos de máquinas exploradoras de la superficie de Marte, convocado por la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) y el Instituto Politécnico de Worcester.

Se trata del equipo UNAM Space, integrado por ocho alumnos de la Facultad de Ingeniería (FI) de la universidad y uno del Instituto Politécnico Nacional (IPN), quienes iniciaron este proyecto en 2012. En este tiempo diseñaron el robot Rover-2, que realiza tareas similares a las que hoy en día lleva a cabo en el planeta rojo el Curiosity.

La enseñanza más importante que nos ha dejado esta experiencia es que sólo la constancia te llevará a hacer algo grande. No tienen idea de la infinidad de veces que fallamos, pero hoy la mayor satisfacción es esa: haber fallado tantas veces para entender que los logros no son fáciles, señalan en entrevista con La Jornada.

Los universitarios Ana Buenrostro, Érik Gutiérrez, Genaro Marcos, Bryan Pérez, Luis Gerardo Gutiérrez, Yessica Reyes, Eduardo Solís y Luis Ángel Castellanos, de la UNAM, y el politécnico César Augusto Serrano conforman el equipo. Desde ayer, cuando se difundió la noticia del premio, son los más buscados de la universidad, tanto por compañeros como por medios de comunicación.

Eso no los distrae ni les arrebata la sencillez y la simpatía con que atienden todas las preguntas de una larga serie de entrevistas que ofrecieron ayer.

Fue a principios de 2012 cuando en los pasillos de la FI vieron diversos carteles que invitaban a los estudiantes a participar en un proyecto con la NASA. La idea de inmediato les atrajo, varios de ellos han soñado desde pequeños ser astronautas, y de un grupo original de 50 personas se llegó a la conformación del actual equipo.

Fueron jornadas arduas, horas de pruebas, desde trabajar en los transistores hasta en el diseño del robot, conectar cables, hacer cientos de pruebas. En principio fueron casi dos años de quedarse a dormir en el laboratorio, de dejar amigos y fiestas, de hacer nuevos amigos y de parrandear con el robot, comer en torno a él, recuerda Luis Ángel.

Ni siquiera la paradisiaca Florida los sacaba de concentración. La primera ocasión que estuvieron en Cabo Cañaveral, en 2013, en la que sería su primera participación en el concurso, no salieron siquiera a mojarse los pies al mar.

Teníamos una casa padrísima al lado de la playa, y ni una vez salimos a nadar; el único día que nos metimos a la alberca los policías nos fueron a callar. En la casa había una mesa de billar que convertimos en mesa de trabajo. Ahí estaban los transistores, el robot, todo. Ahí vivimos la pasión del equipo, el que no nos importaba estar hasta allá disfrutando de las comodidades, sino que estábamos trabajando.

La mayoría de ellos formados en escuelas públicas, aceptan no ser estudiantes matados; al contrario, son chicos normales que se equivocan, que por momentos se atrasaban en sus materias, que a veces se les complicaban ciertas clases. Pero lo que los hizo triunfar fue en definitiva buscar alcanzar sus objetivos. En la NASA nadie les preguntó sobre calificaciones o se fijó en su imagen o en su vestimenta; lo que importaba era su capacidad y sus objetivos, recuerdan.

La lección es que uno debe tener siempre un reto más. Sumar sueños.