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Número Especial octubre noviembre 2016 No 208

Miguel Ángel de Quevedo:
la conservación entre la ética y la política


El parque nacional Los Dinamos sigue siendo suelo de conservación
de la Ciudad de México

Luz Emilia Aguilar Zinser
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Sesenta mil desplazados y la pérdida de 150 vidas humanas provocaron los huracanes Ingrid y Manuel hace tres años. El 70 por ciento de los decesos fueron a causa de deslaves y derrumbes. El reciente paso de Earl significó nuevas desgracias. Son recurrentes las tragedias provocadas por fenómenos como Gilberto, Ingrid, Manuel y Earl. Los deslaves de tierra no son inevitables. Se deben a la deforestación. Mantener los árboles de pie en las laderas montañosas implica salvar vidas.

Un eje fundamental del equilibrio del planeta está en los bosques. Miguel Ángel de Quevedo sabía, como muchos de sus contemporáneos, del trascendente papel de los bosques para la estabilidad de los suelos y la regulación del agua y del clima. Reconocía en la causa ambiental un dilema ético: el derecho de toda persona a gozar de un ambiente sano, oportunidades de desarrollo y calidad de vida. Un derecho que nos corresponde a todos garantizar para las generaciones venideras. Eso implica un manejo responsable de los recursos naturales, un sabio balance entre preservación y aprovechamiento.

Además de sus aportaciones en arquitectura, ingeniería y urbanismo, Quevedo encabezó el más efectivo y trascendente movimiento de defensa del equilibrio ambiental en México durante la primera mitad del siglo xx. Visionario y comprometido, empeñó su vida en una batalla iniciada durante el porfiriato, que atravesó el cardenismo y finalizó con su muerte el 15 de julio de 1946, una batalla necesaria que han continuado otros.

Miguel Ángel de Quevedo nació en Guadalajara, Jalisco, el 27 de septiembre de 1862. Se graduó en ingeniería y arquitectura en la Escuela de Puentes y Calzadas de París. Su primer trabajo en México fue asesorar las obras del desagüe en la capital y escribir la memoria de las mismas para la Exposición Universal de 1889. Recomendó que al desagüe se le diera un gasto de agua no menor de 40 m3 por segundo, y no de 14 como se hacía, y que la solución al problema hidráulico incluyera reforestar y proteger los bosques. No fue escuchado. Se encargó del trazo y construcción de la vía para el ferrocarril a Tacubaya, Mixcoac y San Ángel. Dirigió las obras de los diques rompeolas noroeste y norte del puerto de Veracruz, entidad donde conoció a Adolfina Carrara, con quien casó y tuvo dos hijas.

Desde la última década del siglo xix, propuso que el desarrollo económico del país se basara en la generación de energía a partir de recursos renovables, como las hidroeléctricas que dependen de la preservación de los bosques. Construyó en consecuencia entre 1893 y 1900 las plantas de San Ildefonso, Los Dinamos, Cocoloapan, La Sirena, Juanacatlán y Oblatos, con lo que se obtuvo, según cuenta en su libro Relato de mi vida (1943), más de 200 mil caballos de fuerza.

En 1902 fue nombrado regidor de Obras Públicas de la capital, donde inició su empeño por dotar a la ciudad de un mínimo de 10 por ciento de áreas verdes, además de arboledas de alineación, un anillo alrededor de diez kilómetros de bosques y amplias avenidas, como Insurgentes, de la que hizo el trazo. Formuló el reglamento para la urbanización de las colonias Condesa y Roma.

A Quevedo se debe el párrafo en el Artículo 27 de la Constitución de 1917 que reconoce la necesidad de regular el aprovechamiento de los elementos naturales con fines de conservación, lo que posibilitó al país contar con leyes e instituciones para proteger los bosques.


El Nevado de Toluca

Don Miguel Ángel redactó leyes y decretos que vio aprobados; creó paradigmáticas instituciones públicas y sociales; estableció centros de enseñanza y de investigación forestal, promovió la publicación primero de la revista Forestal mexicana durante los últimos años del porfiriato y posteriormente de la revista México forestal, que logró mantenerse en circulación más de medio siglo, y animó un debate conservacionista con perspectiva global.
Sostuvo una permanente campaña de educación ambiental, en especial dirigida a los niños y logró una continua reforestación por todo el territorio mexicano, con la asesoría de muy reconocidos técnicos y científicos en la materia. Se empeñó en impulsar en México investigaciones en este campo aprovechando lo que ya se había experimentado en otras latitudes, con el fin de adquirir saberes específicos que respondieran a las necesidades de nuestro país. Su esfuerzo conservacionista culminó cuando el general Lázaro Cárdenas creó durante su mandato presidencial (1934-40) el Departamento Forestal de Caza y Pesca, con rango de ministerio y nombró a Quevedo su titular.

Don Miguel Ángel gozó de enorme éxito como ingeniero y arquitecto: fue contratado para construir y modernizar fábricas, estaciones y vías de ferrocarril, edificios, conjuntos habitacionales, casas y teatros. De su obra arquitectónica destaca la construcción en la Ciudad de México del conjunto del Buen Tono en Bucareli, la iglesia del mismo nombre y el edificio del Banco de Londres y México, con su novedosa bóveda subterránea de concreto. Sin embargo, su mayor compromiso fue garantizar viabilidad ambiental para su país: a través de 108 decretos de reservas forestales y parques nacionales protegió legalmente el 33 por ciento del territorio nacional. Estuvo dispuesto a donar en beneficio del país no solo su trabajo sino dinero y terrenos de su propiedad, como los viveros de Coyoacán.

Recordarlo como el “apóstol del árbol” lo ha reducido a un romántico. Fue mucho más que un soñador enamorado de los árboles. A él le debemos una avanzada plataforma conceptual, legal y administrativa de manejo sustentable de los recursos renovables y aprovechar racionalmente los no renovables.

Hoy, con medidas como la recategorización-privatización del Parque Nacional Nevado de Toluca se avanza vertiginosamente hacia el desmantelamiento total del modelo conservacionista de Miguel Ángel de Quevedo. Sin que medie una discusión pública sobre las consecuencias de hacerlo, ni que los afectados y los círculos de decisión conozcan sus fundamentos. Y sin un modelo alternativo capaz de garantizarnos estabilidad en el presente y viabilidad en el futuro. A 154 años del natalicio de Miguel Ángel de Quevedo invitamos a revisar su aportaciones.

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