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Mar de Historias

Bailando en la oscuridad

¿Q

ué haremos con esos cuatro viejos? Preguntarles por qué decidieron ser bailarines y formar un cuarteto. (Es todo lo que sé de ellos.) Los emocionará responder a esas preguntas llenas de recuerdos. Sin embargo, pienso que es mejor partir de lo más personal: sus nombres. Tal vez hasta nos digan si en sus tiempos de gloria usaban algún seudónimo para no comprometer a sus familias. Recuerden que hasta hace relativamente poco se desconfiaba de los artistas.

¿Qué les parece si tomamos como primer entrevistado al viejo que ocupa el extremo derecho de la banca? Los pantalones de paño, la camisa a cuadros y el maquinof le dan aspecto de viejo marinero. Lo desmienten sus zapatos de charol. Por cierto: esa horma picuda ha vuelto a usarse.

A ver, tú; sí, tú, el que está recargado en la pared: acércate y pregúntale su nombre, pero con amabilidad y no como si estuvieras interrogándolo en la comisaría. Si no responde enseguida, no lo presiones. En el momento en que te parezca oportuno, repítele la pregunta. Una palabra jala a otra. Si logras que te responda se animará a contarnos una historia fascinante, de esas que aún no están escritas. Atención: cuando veas que abunda en detalles o se desvía del tema, devuélvelo al redil preguntándole si siempre fue miembro del cuarteto o alguna vez actuó como solista.

Te estás tardando demasiado. Si no te apuras el viejo del maquinof se quedará dormido o se irá. ¿Ves que no me equivoco? Está llegando a la puerta sin que nos haya dicho nada, ni siquiera su nombre.

II

¿Quién habrá tenido la idea de fundar el cuarteto de baile? Me parece que aquel viejo alto, de traje. ¿Notaron que las solapas de su saco son anchísimas y que en el ojal lleva una violeta? A cada momento la acaricia y sonríe: bellos recuerdos. Pienso que está ávido de que alguno de ustedes le dé oportunidad de revivir el momento de su juventud en que sugirió a sus colegas –ahora tan viejos como él– que en vez de pasarse la tarde animando fiestecitas de barrio formaran un cuarteto profesional. ¿Cómo creen que se llamaba?

Tú, el de la chamarrita azul, ¿podrías preguntárselo? Tu interés lo hará sentirse importante. Gana su confianza diciéndole que tus abuelos te han dicho que vieron su cuarteto en una tardeada del Salón Riviera o en el aniversario equis del Salón Colonia. Suena a verdad porque puede ser verdad: habrá muchos abuelos que les hablen a sus nietos de esa experiencia.

Has venido varias veces al taller (tu chamarrita es inolvidable.) Se me ocurre una tarea más complicada para ti: de momento ignoramos cómo se llamaba el cuarteto. Ponle tú el nombre, imagínalo. Haz un esfuerzo. Di lo que se te ocurra y luego se lo comunicas al fundador del grupo. Como estarás equivocado, él te sacará de tu error diciéndote que ellos eran conocidos como los… ¿qué? Piensa rápido antes de… ¡Olvídalo! También se va. Pudo haber sido el personaje de un cuento: El hombre de la violeta en el ojal.

III

Nos quedan dos viejos. ¿Se fijaron en lo mucho que se parecen? Tal vez sean hermanos. Su forma de mantener las rodillas juntas y de mirar al frente me hace deducir una infancia difícil y la estancia en un orfanatorio del que huyeron a los l2, l3 años quizá. ¿Por qué? Puede haber sido por muchas razones, entre otras el exceso de disciplina, la prohibición de bailar, la pésima comida y la necesidad de una vida más libre.

Siguiendo el hilo de la historia que estoy inventando, ¿quién puede decirme adónde se dirigieron al salir del orfanatorio? De entrada eliminen la posibilidad de que hayan ido a la casa de algún familiar que, para no tener que mantenerlos, los reintegraría a su vida de encierro. ¿Se encaminaron a la iglesia? No, a menos que tuvieran vocación religiosa.

Que levante la mano el que dijo: Fueron a un mercado. Como siempre, nadie se mueve. Quien lo haya dicho, acertó: dos niños, en medio de tanta gente, pasarían inadvertidos. Caminando entre los puestos escucharon la música salida de una rockola. Entonces se les ocurrió dar una exhibición de baile para ganarse unos centavos. Bueno, creo que ya que tienen suficientes elementos para interrogar a los viejos. ¿Quién dijo yo? Si no es ahora no tendrán otra ­oportunidad.

Un momento: creo que murmuran. Se están poniendo de acuerdo para salir. No puedo evitarlo. Si lo hago van a creer que los invité a venir con el propósito de secuestrarlos; pero no es verdad: sólo quería que nos dieran información suficiente para escribir la historia de su cuarteto, si es que en realidad existió.

Por hoy terminamos la sesión. Los espero el próximo domingo. Ojalá que lleguen más animados y colaboren un poquito más. No les digo quién será el invitado a nuestro taller porque quiero darles una sorpresa. Muchas gracias por venir y que descansen. Cuando salgan, cierren la puerta por favor.