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Ver día anteriorMiércoles 17 de agosto de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ola represiva y novena ola
L

os pactos, pactos son, y deben cumplirse así sea por encima de la ley, dijo el obispo Raúl Vera en la presentación del libro La novena ola magisterial, de Luis Hernández Navarro.

Se refería al origen de las reformas estructurales, la educativa una de ellas. Sin decir quiénes fueron los pactantes, en su abordaje irónico abría la cuestión. Yo me permití, también invitado a la presentación, hacerla explícita. ¿Por qué Mexicanos Primero, en representación de la burguesía empresarial, la ha defendido contra la conmoción popular y el desequilibrio social que ha causado el intento de implantarla a sangre y fuego? Y explicitaba también la respuesta: pues porque de esos empresarios es la autoría política de tal reforma.

La parte operativa del pacto fue entre Enrique Peña Nieto y su equipo y los partidos que aprobaron las reformas en el ámbito legislativo. Entre los poderes públicos y los poderes fácticos las convirtieron en reformas de Estado.

Tomado el título de una de las marinas más espléndidas que haya sido pintada, obra del ruso Iván Aivazovski, responde a lo que entre los marinos se considera es la novena ola: aquella que produce el impacto más violento en el curso de una tempestad. Tras las diversas manifestaciones del magisterio, Hernández Navarro afirma: La novena ola ya está aquí.

En el propósito de restar importancia al movimiento magisterial en contra de la reforma educativa, el gobierno mexicano ha sostenido que se trata de una erisipela localizada y producto, como dicen sus corifeos, de grupos rupturistas (el término se lo leí por ahí al licenciado Liébano Sáenz).

En su análisis y crónica del proceso de resistencia magisterial a la reforma educativa urdida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y el Banco Mundial, y tamizada por el propio gobierno de Peña Nieto, de la mano de la organización empresarial liderada por Mexicanos Primero y su líder fundamentalista, Claudio X González, el autor deja claro que fue una medida excluyente. La expertise, prerrequisito de cuna empresarial y nana estatal, no fue tomada en cuenta. No se consideró ni a los especialistas con obra publicada en torno al tema, salvo a alguno, para que se viera pintito el grupo responsable, ni a otros cuya formación le ha costado al Estado en instituciones como las universidades Nacional Autónoma de México y Pedagógica Nacional. Se llamó a improvisados con el nombre de expertos y a expertos que obraron como novatos para la elaboración del almodrote de más de 400 páginas, con pequeños detalles tales como empezar por el techo (la evaluación) para luego poner el piso (el modelo educativo). En un documento que se hizo circular en la presentación de La novena ola lo afirma la profesora Lucilda Pérez Salazar, coincidiendo con Hernández Navarro.

Nadie tolera la exclusión ni el atropello. A una y otra respondieron indignados los maestros. Tres momentos registra La novena ola magisterial en esta respuesta: el primero fue protagonizado por la disidencia histórica y tuvo lugar y fecha: Campeche, 11 de septiembre de 2013. El Estado, también desde entonces, inició su agresión al magisterio, uno de cuyos saldos sangrientos se registró en Nochixtlán. (Entre muchos testimonios, para desenmascarar a los falsarios véase el documento y necromapa adjunto en Animal Político: http://www.animalpolitico.com/2016/06/quien-embosco-a-quien-en-nochixtlan/.) En Campeche los maestros demandaban ¡Diálogo, diálogo! y ¡Somos docentes, no somos delincuentes! El Estado así los ha tratado y quiere que así se los vea. Como si no nos supiéramos la vieja historia y su canción desde 1968.

El segundo momento fue la incorporación al movimiento de sectores más amplios y fuera de los estados donde se ha mostrado con mayor intensidad: Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Veracruz y Michoacán. El tercer momento involucró al magisterio de 28 estados. El Estado supo calcular el comportamiento del magisterio como carne de elección, pero erró al verlo como masa sometida a la que podía despojar impunemente de sus conquistas históricas. Una de las mayores sorpresas para sus estrategas fue Nuevo León. En la mesa de la presentación del libro de Luis Hernández, la doctora Lylia Palacios invoca la gran manifestación que llenó de lado a lado y por varios kilómetros la avenida Constitución, que atraviesa Monterrey. El magisterio reivindicaba con esa presencia multitudinaria imágenes de una lucha de clases que se ha querido ocultar, disfrazar, manipular, comprar si es preciso, para que se vea que no hay otro mundo mejor que el de la colaboración (sometimiento) de los trabajadores con sus patrones privados o públicos.

Sin embargo, los objetivos de la reforma educativa impuesta por el gobierno de Peña Nieto siguen vivos: despojar al magisterio de sus derechos, empezando por las plazas. Si no se recuperan las plazas, no se recupera la plaza, ha dicho Claudio X González, en frase que recoge La novena ola magisterial. (¿Conseguir la calidad educativa sin plazas, que es ya tendencia en todos los niveles?) Y luego privatizar la educación, convirtiéndola en un gran mercado subsidiado por los padres, para que las empresas participen de lleno en él y se lleven las utilidades correspondientes. Los medios para conseguirlo son la evaluación y la marginación de maestros y los padres en el proceso.

El Estado no ha podido doblegar al magisterio en su movimiento. Pero persiste. Ahora simulan la participación aparatosa de tutti quanti en la formulación de un modelo educativo, y a los expertos del CIDE, que se dedican a otra cosa (no a temas educativos), les encarga filtrarla. De lo que se trata es de conseguir lo que desde un principio está planeado: convertir el sistema escolar en una gran maquiladora a la que, como escuché decir en alguna ocasión a Pablo González Casanova, le sean prescindibles las universidades.

¿De qué manera puede el Estado alcanzar esos objetivos? Agrediendo a quienes se opongan a ellos, comprando a los que se dejen y sometiendo a todos. Sólo espera que el magisterio se canse y sea socialmente vituperado. De ese tamaño es el reto que enfrentan los maestros y también, por de pronto, el resto de la clase media mexicana.