Opinión
Ver día anteriorDomingo 14 de agosto de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La novela que vela
C

omo buena lectora, mientras leía fascinada La vida instrucciones de uso tomaba notas de mis impresiones, y ahora, cuando me siento a escribir un comentario de mi lectura y releo mis anotaciones, me doy cuenta de lo inútiles que resultan ahora que, al cerrar, contenta y triste, las tapas del libro además leí dos o tres entradas de enciclopedia sobre la novela y su autor, Georges Perec, de quien soy lectora.

Sucede que, de idéntico modo a lo que me sucede tras leer a los clásicos (de toda época, incluyendo la nuestra), advertí que todo se ha dicho sobre el autor y sobre la totalidad de su obra, y con mayor razón de la obra que se considere la mayor no sólo de su conjunto específico sino de todas las obras de su género anteriores a ella, cuando las hay.

Se ha expuesto ya desde la estructura de esta novela de Perec, muerto en París en 1982, a cuatro días de cumplir 46 años de edad, hasta las influencias reconocidas que la antecedieron, pasando por exponer la historia unificadora general de la narración; han sido registradas ya las características generales del estilo particular del autor, que en esta novela se repiten y se superan a sí mismas, y han sido consignadas ya las más numerosas y variadas interpretaciones, de los más numerosos y autorizados lectores.

Ante esta realidad no me quedaban más que dos opciones: la de no comentar mi lectura de La vida instrucciones de uso, o la de registrar, con la humildad del caso, la opinión personal que, no obstante, tuviera al respecto, cosa que suele ser la más difícil de hacer y la más arriesgada.

Empezaré por confesar que me congratulo de no haber leído en las enciclopedias la entrada específica a esta novela antes de llevar a cabo mi propia lectura, pues enterarme de antemano de la asombrosa aunque para mí absolutamente incomprensible explicación de alta matemática que fundamenta la estructura del libro, sencillamente me habría desanimado por completo de intentar leerlo. En este sentido, confirmo la validez de mi método de leer estas explicaciones después de leer el libro y no, nunca, antes, por más que habrá lectores que, con provecho, se conduzcan a la inversa. Otra ventaja de mi método es que pone en marcha el deseo de una relectura del trabajo en cuestión, práctica que, como buena lectora, por otra parte recomiendo, y se recomienda, siempre ante un clásico.

Me gustó enterarme del dato que la enciclopedia da referente a que fue un dibujo de 1952, del artista estadunidense Saul Steinberg, el primer estímulo que dio a Perec la idea de La vida instrucciones de uso (1978), al tratarse, el de Steinberg, de un edificio de departamentos habitacionales dibujado sin la fachada y, por tanto, mostrando al espectador, aparte de los detalles de cada departamento, lo que está ocurriendo en ese momento con cada uno de los residentes del mismo, idea que casi previsiblemente se podía considerar, más que sólo atractiva, destacadamente pertinente para un autor como Perec, tan dado a las descripciones exhaustivas de algo o de alguien dentro de un marco estructural bien definido y delimitado.

Y puedo decir que me apabulló la muy abundante cantidad de intereses de Perec, lo que en sus manos implica un enorme conocimiento de todo lo relativo a cada uno de esos intereses y, por tanto, el dominio de un vocabulario exuberante. Por ejemplo, el vocabulario no nada más de las cosas sino del funcionamiento de las cosas, o no únicamente de los oficios sino del proceso que siguen esos oficios. Los temas que abarca son desde intrínsecamente humanos hasta concernientes a la naturaleza, a la ciencia, a las ciencias sociales, al arte, a la literatura, a la música, a la tecnología, a la Historia, a la geografía, al pasado tanto como al presente. Las historias que recoge de la gente pueden ser desde dramáticas y trágicas, hasta divertidas y exóticas, pero siempre interesantes. Son tan abundantes que, aunque memorables, a mí me resulta imposible recordar con detalle cada una o identificar cada una con el personaje al que Perec las atribuye, personajes que, a pesar de su profusión, están extraordinariamente caracterizados en su individualidad.

Llamó mi atención la agilidad con que Perec mantiene la extensa narración, la neutralidad de su tono, la imaginación implícita al recoger tanto lo real como lo ficticio. En pocas palabras, esta novela me abrió mundos infinitos.