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Melania como argumento: lo que la exhibicionista exhibe
M

elania Trump podría llegar a ser una carta útil en la batalla de relaciones públicas que tiene que dar México. Según Trump, México no manda a su mejor gente a Estados Unidos, sino violadores y criminales. Los migrantes mexicanos serían, para esto, unos tramposos que nomás no quieren entender la diferencia entre lo legal y lo ilegal. ¡Qué diferencia con Eslovenia, la patria de Melania Trump!

Donald Trump es el primer candidato a la presidencia de Estados Unidos cuya mujer ha posado desnuda en revistas de caballeros. México manda violadores, Eslovenia manda encueratrices. Aparentemente, habría ahí una primera diferencia, clarísima: los mexicanos quitan, las eslovenas dan. Y como dicen los franceses: “¡Vive la différence!”

Esta semana, la revista Político (www.politico.com) mostró en un reportaje que Melania Trump trabajó ilegalmente en Estados Unidos en 1995, un año antes de su supuesta entrada legal. Además, señala inconsistencias muy sospechosas entre el tipo de visa que la bella Melania dice haber tenido a partir de 1996 (la H-1B) y el hecho, declarado por ella misma, de que durante años tuvo que salir de Estados Unidos cada seis meses para regresar a renovar su visado en Eslovenia. La declaración de Melania suena toda muy legal: muy eslovena y muy poco mexicana, excepto que la visa H-1B, que es de trabajo, no requiere salidas sino en intervalos de tres años, mientras la B-1 o B-2, para visitantes, sí exige salir cada seis meses, como recuerda Melania, pero prohíbe trabajar. Y Melania Trump trabajó. Trabajó en 1995 sin visa y trabajó después, probablemente con un visado que lo prohibía.

A todas estas se nota, de nuevo, la superioridad indiscutible de Eslovenia frente la inferioridad manifiesta de México. Mientras los mexicanos son repudiados como criminales por cualquier ciudadano con aunque sea una pizca de sentido cívico, las eslovenas que Eslovenia manda ilegalmente a Estados Unidos son abrazadas y bienvenidas. Habrá, incluso, quien se masturbe con sus muy artísticas fotos.

Pero sigamos con diferencias más importantes, para que se entienda. Hace unas semanas, el juez Gonzalo Curiel dio cabida a una demanda –lo que en inglés se llama un class action suit– por fraude contra la (hoy quebrada) Trump University, abocada a formar especialistas en bienes raíces, porque –según un reportaje detallado del New York Times– embaucaba a sus clientes y presionaba a administradores y profesores para que les mintieran. En otras palabras, se trataba de uno de los negocios característicos de Trump, parecido a sus, también quebrados, casinos en Atlantic City, donde los inversionistas perdieron a mares, mientras Trump ganaba millones.

Entonces Trump interrumpió su campaña presidencial para declarar que el juez Curiel no tenía derecho de juzgar el caso contra su universidad porque, al ser hispano, tenía conflicto de intereses: Trump aboga por construir un muro para separar a su país de México y por eso Curiel, que es hijo de mexicanos, no puede ser un juez imparcial. La mentira mexicana es tan potente que alcanza incluso a ser hereditaria. Un juez de ascendencia mexicana no deberá presidir sobre una acusación de fraude contra Trump, porque no puede representar los verdaderos intereses de Estados Unidos.

Y ahí está otra vez la diferencia con Eslovenia. Melania Trump decía que había estudiado su licenciatura en diseño y arquitectura en la Universidad de Liubliana. ¡Ese, justo, es el tipo de migrante que quieren en Estados Unidos! Gente educada, no como los padres campesinos de Gonzalo Curiel, que llegaron a Estados Unidos sin nada, pero que se preocuparon por que su hijo estudiara en buenas universidades para que, ya como juez, persiguiera a Trump y defendiera a su raza. ¡Ahí está la diferencia!

Sólo que –¡ uups!– hay todavía otro problemilla. Acaban de publicar una biografía de Melania Trump que dice que ella sólo estudió el primer año de la licenciatura y jamás la terminó. Cuando se publicó esa noticia la semana pasada, desapareció misteriosamente todo el contenido del sitio web melaniatrump.com, que incluía su (falsa) biografía, y se redirigió el sitio al de la campaña de Donald Trump.

Con todo, se entiende por qué a Trump no se le ha ocurrido pedir a los eslovenos que paguen un muro, diseñado por él, alrededor de su país. Es cierto que Melania trabajó ilegalmente en Estados Unidos, igual que tantos mexicanos, y que mintió respecto de sus estudios profesionales al momento de entrar, cosa que, por cierto, pudo haberla favorecido en su solicitud de visado. Es verdad también que, como tantos mexicanos ilegales, el matrimonio de Melania con Donald pudo haber sido por conveniencia (finalmente Melania se casó con Donald en 2005 y consiguió la ciudadanía estadunidense en 2006). Y es cierto, por último, que en su discurso triunfal en la convención republicana, lanzándose de plano al papel de primera dama, Melania plagió a Michelle Obama. Pero no hay que ser tan fijados.

Se dice que Franklin D. Roosevelt alguna vez dijo de Anastasio Somoza padre: Es un hijo de puta (son of a bitch), pero es nuestro hijo de puta. Para los seguidores de Donald Trump, puede que Melania sea una extranjera tramposa que haya ingresado indocumentada a Estados Unidos, pero es su extranjera tramposa.

La hipocresía de Trump me recuerda un lema desagradable que circulaba en México cuando era estudiante: Gringas sí, gringos no. Para Donald Trump, si eres eslava de ojos claros, alta y espigada y estás muy buena, puedes trabajar ilegalmente en Estados Unidos, hacer declaraciones fraudulentas respecto de tus estudios y plagiar a Michelle Obama todo lo que quieras. Parafraseando a Roosevelt: “She may be an illegal, but she’s OUR illegal”. Si, por lo contrario, eres chaparrito, moreno y chambeador, como el padre jalisciense del juez Gonzalo Curiel, ni tus hijos se salvarán del estigma.