Opinión
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Puntos sobre las íes

Recuerdos XXXIII

¿R

ecordar es vivir?

Sí, aunque en ocasiones duela.

Y mucho…

Estos –debo confesarlo– recuerdos de lo mucho que Rodolfo Rodríguez aportó a la más hermosa de las fiestas –que no fue meramente baba de perico sino todo lo contrario– ya que hasta la vida ofrendó y que por ello fue tan combatido, tan atacado y tan torpedeado, me han llevado a considerar si volveremos a tener un coletudo tan personal, tan único y tan impactante, aquí y allá.

Ojalá.

* * *

Rememoraba cuando, después de 10 festejos novilleriles y con plaza casi llena, el doctor Gaona se hacía el remolón para pagarle y me comuniqué con el galeno, quien me dijo que lo recibiría al día siguiente ya que de momento estaba ajustando los dineros.

Le pedí al tlaxcalteca que me llamara por teléfono para saber del resultado de la entrevista y, la verdad sea escrita, es que nunca imaginé lo que había sucedido.

–Don Alber, ese doctor es un tal por cual, un verdadero… y no hay derecho a lo que me hizo.

–¿Qué te hizo?

–Me hizo esperar casi dos horas y me entregó un cheque por 20 mil pesos y me regaló un traje de luces dizque nuevo, que estaba todo deslucido de tanto que lo habían usado y, además, bien orinado.

–No te muevas, voy a la óptica.

El doctor no esperaba mi visita y le pedí que habláramos en privado para evitar una seria confrontación.

Le dije que no era justo lo que le había hecho a El Pana y que no olvidara que lo iba a necesitar por su imán de taquilla y que, aunque desconocía yo los términos del contrato, de seguro estaba registrado en la Asociación de Matadores y no tenía caso estarle buscando tres pies al gato.

Llamó a El Pana y le entregó un nuevo cheque por 30 mil pesos, con lo que las aguas se calmaron a medias y, antes de despedirnos, el ex panadero le dijo que el traje de luces se lo dejaba con la señorita que estaba en el escritorio contiguo a la oficina del doctor y, tras de este sainete, comprendí que el galeno se las iba a cobrar en serio.

Tal y como fue.

Lo anterior, obviamente, estaba motivado por las amenazas de Manolo Martínez y compañía que, tal y como he comentado, no podían soportar la fama del tlaxcalteca quien, además, toreaba casi cada semana en cosos de provincia con llenos a reventar y si bien los éxitos se daban la casi totalidad de las tardes, cuando los hados no le eran propicios, él se las arreglaba con sus desplantes y sus maneras de retirarse a las barreras.

Y, como no podía ser menos, se multiplicaron las hostilidades en su contra.

Los aficionados y los asistentes de nuevo cuño eran ya legión y como la prensa no vendida daba cabal cuenta de sus hazañas y lo entrevistaba por su forma de defenderse y expresarse, constantemente lo requería sabiendo que Rodolfo haría honor a su manera de ser.

El licenciado Julio Téllez, titular del programa Toros y toreros que se transmitía los lunes por la noche en el canal del Politécnico, no perdió la ocasión e invitó al tlaxcalteca sabiendo que la audiencia (rating) subiría como la espuma.

Tal y como fue.

A las primeras de cambio el licenciado le preguntó así:

–Rodolfo, ¿está ya listo para la alternativa?

–Clarín que sí.

–¿Le gustaría que Manolo Martínez fuera su padrino?

–Eso sí que no, de ninguna manera.

–¿Y eso?

–Es que no tiene la categoría suficiente para ser mi padrino.

–Y entonces, ¿quién le gustaría que lo apadrinara?

–El único sería Chucho Solórzano hijo.

Y, zaz, se desataron las llamadas telefónicas en pro y en contra –nada de términos medios– y podrá imaginarse el amable lector, en el cuartel general de Manolo y dos que tres de los matadores que en aquellos años partían el queso, querían aniquilarlo.

Con toda seguridad que redoblaron promesas de inmediato exterminio, no faltaba más.

Pero no fue todo.

El Pana, conforme su manera de vestir y cubrirse la cabeza, se presentó en el programa con una de las clásicas gorras de la gente del toro y como fueron tantas las llamadas que se recibieron, personal del canal las atendió y se las pasaba al licenciado Téllez y una de ellas tuvo lo suyo.

–Licenciado, soy una aficionada y admiradora de El Pana y le suplico que le pregunte por qué no se ha quitado la gorra ya que está en un recinto cerrado.

Y vaya respuesta con tomate.

–Licenciado, dígale a la señora que Rodolfo Rodríguez El Pana únicamente se descubre ante el Santísimo y el lábaro patrio.

Continuará...

AAB