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A distancia cósmica de la objetividad

¿C

ómo puede un informe convertirse en un proceso de evaluación serio? Si no están establecidos con rigor los criterios del acto de informar, los gobernantes aplauden su gestión, dicen que todo fue maravilloso y de acuerdo con lo prometido en sus campañas. También sucede lo contrario: se hacen críticas con base en impresiones. ¿Se puede aspirar a una evaluación medianamente objetiva? En el ámbito federal, la política de desarrollo social nos da algunas pistas. Para no depender de impresiones, se establecieron metodologías y un sistema de indicadores para medir avances o retrocesos, y dicho sistema se incluyó en la ley para que los miembros de los órganos evaluadores no pudieran hacer cambios de última hora. Aunque hay cuestionamientos, los niveles de objetividad son mucho más altos que antes de la creación del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). La Ley de Desarrollo Social demostró que se pueden crear órganos evaluadores con criterios medianamente objetivos para valorar los informes del Poder Ejecutivo.

En las evaluaciones sobre la seguridad en Zacatecas, el gobierno repite hasta la saciedad que todo está bien y que sus logros son espectaculares; para soportar estas palabras hace un largo conteo de insumos comprados e inversiones millonarias. Pero no hay una ley que obligue al gobierno a sujetarse a cierta forma de elaborar sus informes, ni un órgano técnicamente capacitado para evaluar desde fuera el informe del Ejecutivo y aportar elementos objetivos a los legisladores. Sin esto, los informes son mera retórica. Hay personalidades y académicos que emiten juicios con base en estudios elaborados por ellos, pero no tienen función alguna en el proceso de evaluación. El gobernador electo se comprometió en campaña a crear un órgano que evaluara su política pública, y éste puede ser la punta de la madeja. Pronto sabremos si cumplirá esa promesa.