Opinión
Ver día anteriorDomingo 31 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un yate en un muelle
S

egún cuenta en La Voz Brava, Clarisa Landázuri ha oído que una manera eficaz y honesta de que cualquier persona, pero con mayor razón un intelectual, se integre a una sociedad determinada, o mejor aún, a la sociedad mundial, y participe en ella y en la que sea bien recibido y en consecuencia, y con fundamentos, cada vez más aclamado y querido por todos, cada vez más útil para los demás, consiste en interesarse y trabajar lo más posible, dentro de sus capacidades, en alguna causa social a su alcance.

Así, con estos rumores en mente, casi convocándolos, una mañana que bajó y que caminaba por la zona residencial y comercial más selecta y próspera de la ciudad, en busca de la panadería Da Silva, donde encontraba un pan portugués que le gustaba en particular, la abordó un joven de camisa amarilla y manga corta sobre la que colgaba una vistosa tarjeta sellada y enmicada. El joven sostenía papeles en la mano, encima de los cuales, apoyada en una tabla sujetadora, acarreaba una libreta membretada entre cuyas dos primeras hojas, de lo que parecía ser un cuestionario impreso, con líneas en blanco para las respuestas, asomaba un papel carbón. Sobre su oreja izquierda, entre el borde interior de ésta y la cabeza, llevaba un bolígrafo rojo. Con una sonrisa juvenil realmente amable, el joven, alto, moreno y de pelo rizado negro, la invitó a unirse a la organización para la cual él trabajaba, que era, según podía verse en la tarjeta sobre su pecho, así como encabezando la libreta reclinada en el sujetador, Oxfam.

Ahora, como habremos podido deducir de sus colaboraciones, si Clarisa se ha ocupado de algo social se ha limitado a hacerlo con comentarios un tanto oscuros en La Voz Brava, pero, que se sepa, más allá de esta acción, de alguna firma, de alguna manifestación a la que asistió de joven, nunca ha intervenido activamente en ninguna situación de orden social, ni política ni de catástrofe natural, porque, aunque quisiera intervenir, se sabe físicamente incapaz, no tanto por ser mujer como por padecer un sinnúmero de fallas físicas, por no decir que, cuando se trata de socorrer a las víctimas de alguna catástrofe natural, se le impone el dicho de que más ayuda el que poco estorba; o que, cuando se trata de unirse a una guerrilla, sólo de pensar en la variedad de insectos y reptiles que encontraría en el camino entra en un pánico que la paraliza. Teme gritar instintivamente y, con su grito, echar abajo la clandestinidad de alguna situación. De modo que, hasta ahora, aunque resintiéndolo, aparte de comentar algo desde su rincón en el universo en La Voz Brava, en pocas palabras no ha hecho nada. Cuando la llaman intelectual, explica, o querría explicar, que no lo es, puesto que no interviene públicamente en la sociedad, ni siquiera con sus observaciones, y ya que opiniones no cree tener.

De modo que la propuesta del joven de camisa amarilla la zarandeó. Parecía ser la respuesta a sus anhelos más dignos de respeto, unirse a un movimiento global que trabaja por los migrantes y por la gente más desasistida del mundo, por mejorar sus condiciones de vida, por poner la educación y la salud a su alcance, por hacerlos conscientes de sus derechos a participar de forma significativa en los asuntos públicos, conscientes de sus derechos a la seguridad, a la igualdad y a la no discriminación. Sin contar con que Oxfam también procura que los distintos gobiernos cumplan con sus respectivas responsabilidades, desde un punto de vista u otro, precisamente en la construcción de un futuro libre de la injusticia y la pobreza. Un movimiento no gubernamental financiado tanto por sus miembros como por grandes empresarios.

Casualmente, la víspera de este afortunado encuentro, Clarisa se había enterado del asesinato de Jo Cox que, antes de ser elegida al Parlamento británico, trabajó como ejecutiva de Oxfam, mientras vivía con su familia en un yate en un muelle. Según leo, durante su periodo en el Parlamento de Westminster Jo Cox pidió más ayuda humanitaria para las víctimas de la guerra de Siria y días antes de ser asesinada había publicado un artículo en el que defendía la inmigración y llamaba a los votantes a no creer que la salida del Reino Unido de la Unión Europea era la manera adecuada de afrontar los desafíos que este planeta nos traza.

Ahora miembro de Oxfam, Clarisa interviene feliz en su financiamiento.