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La investigadora publica el ensayo El cielo completo, sobre el significado de ser escritora

Existen mujeres que usan el género para justificarse: Sara Sefchovich

Critica a las colegas plañideras, que piensan que su condición les permite vomitar sus penas sin problema

Aborda el reconocimiento a la literatura femenina, idea muy de dientes para afuera

Incluye un catálogo razonado de mexicanas y latinoamericanas y una breve antología

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Como académica de la UNAM y feminista, la autora ha dedicado gran parte de su investigación a las mujeres en todas sus vertientesFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Domingo 31 de julio de 2016, p. 2

A diferencia de lo que ocurría hace 40 años, las mujeres hoy tienen muchas más posibilidades de desarrollarse, no sólo en la vida cultural, sino en la política. No obstante, muchas se cobijan en esa situación para hacer cosas bastante malas y culpar al hecho de ser mujer para justificarse.

Así lo considera la socióloga e historiadora Sara Sefchovich (Ciudad de México, 1949), quien, en el terreno literario, llama plañideras a esas colegas que luego de tantas décadas siguen escribiendo como si el mundo no se hubiera modificado, como si ser mujer les permitiera vomitar todas sus penas sin el menor problema, sin corregir o intentar escribir bien, incluso sin tener ortografía. También las mujeres en el poder se cobijan en eso con el tema de las cuotas y hay quienes ocupan cargos sin necesariamente ser las más hábiles.

Como investigadora y académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero sobre todo como feminista, nadie mejor que la autora de País de mentiras (2008) para hablar del que ha sido el tema de su vida: las mujeres en todas sus vertientes.

Sefchovich ha observado de cerca durante cuatro décadas a escritoras, pero también a las mujeres en el poder o a las que están cerca de los hombres en el poder.

En su libro reciente, el ensayo El cielo completo: mujeres escribiendo, leyendo (publicado por Océano), presenta un panorama de lo que significa ser mujer y escribir desde esa perspectiva única, trabajo en el que, por ejemplo, se puede apreciar qué preocupaba a Rosario Castellanos y qué interesa hoy a Laura Restrepo, extremos opuestos, dice la autora.

Sin correcciones políticas

El volumen incluye un catálogo razonado de escritoras mexicanas y latinoamericanas y una breve antología, “porque son las menos conocidas; hay algunas de Argentina o Brasil que son las famosas, pero no tenemos recuperada completamente la historia de nuestras escritoras. Incluí además a las cronistas porque estoy convencida de que desde hace rato es el mejor género en el sentido literario, no sólo en cuanto a temas, sino a formas de escritura, explica en entrevista con La Jornada.

También dedicó un apartado a las que llama “escritoras sentidas, mis favoritas absolutas; ahí están Alfonsina Storni, Marguerite Duras, Elena Poniatowska, Virginia Woolf, Ruth Prawer Jhabvala, Anne Sexton, Sor Juana, Gabriela Mistral y Marguerite Yourcenar. A cada una dedico un capítulo de mi lectura y de los cambios que he tenido con respeto a ellas, porque se trata de textos que he escrito durante 40 años, los cuales hoy retomo y reviso.

Al hacer esta parte me di cuenta de que quité pasiones de mi vida: escritoras que idolatré ahora no están, y también explico por qué, con nombres y apellidos. En 40 años, evidentemente cambié, y escritoras a las que quise mucho hoy no me dicen nada. No será cultural ni políticamente correcto decir que Toni Morrison, quien ganó un Nobel, no me atrapa, pero así es.

En la cuarta parte del libro, la autora compara a algunas poetas y narradoras de varias nacionalidades y presenta “el inicio de un proyecto nuevo que tiene que ver con lo que significa el sufrimiento en la vida de las mujeres escritoras en términos colectivos: ¿qué pasa cuando se exilian, cuando hay un guerra, cuando se tienen que refugiar? A la escritura que se da en esas situaciones la llamo literatura desde los confines.

“También hablo de las escritoras ‘predicadoras’, que no me gustan, pues de repente se vuelcan no sólo a dar consejos, sino a cronicar a los escritores que son una fauna de un narcisismo bestial; eso no me interesa. Están además las que hacen sagas familiares, las que cuentan su vida y las que venden en serio, como Agatha Christie, Danielle Steel y Norah Roberts, despreciadas por las grandes teóricas y feministas, pero aquí digo que si cuatro millones de mujeres las leen en un año, algo les están diciendo, ¿y quién soy yo para decir, desde mis alturas de intelectual y estudiosa, que eso que tú lees es una porquería? ¿No que mucha democracia? ¿No que debemos dejar participar a los demás? Si esa literatura gusta a muchas mujeres quiero entender por qué.”

La autora de Demasiado amor (1990) también recuerda en este libro que cuando empezaron a tener éxito las mujeres escritoras “nos acusaron de ser light, de hacer una literatura baja en calorías, que no servía para nada, y llego hasta la actualidad, cuando ya es culturalmente correcto decir que las mujeres son muy importantes y hay que hacerles caso. Pero es puro discurso, pues ahí está el canon del siglo XX de Carlos Fuentes, y lo que espera para el siglo XXI, en el cual no está incluida ninguna mujer, habiendo en este continente escritoras como Clarice Lispector, Isabel Allende o Elena Poniatowska.

“Menciono la encuesta que hace años hizo la revista Nexos, que preguntó a sus lectores cuál era el mejor literato y ninguna persona mencionó a una mujer. Eso demuestra que es muy de dientes para afuera la idea de que las mujeres somos importantes.

“De todo esto habla El cielo completo, cuyo título tiene que ver con lo que decía Confucio: las mujeres constituyen la mitad del cielo. Pero no se puede sostener sólo la mitad del cielo o el techo de una casa, porque si no, se cae. Es decir, o le entramos todos a detener el cielo, llámese México, literatura o violencia, o se nos cae encima todo. No nos podemos quedar sentados mirando a la otra mitad, o al gobierno o al Ejército, esperando que lo resuelvan. La vida debe ser algo donde todos estemos comprometidos”, concluye Sefchovich.