16 de julio de 2016     Número 106

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Agricultura orgánica y mercados
solidarios, nueva cultura en ascenso;
el reto: la regulación: Laura Gómez


FOTO: Tianguis del Mayab

Lourdes Rudiño

En México, el avance de la agricultura orgánica es galopante. En 2003 había sólo cuatro mercados orgánicos en el país, y para el 2013 la cifra llegó a 25, según datos de la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos. Y hay una lista más amplia, de 90, de mercados orgánicos pero también alternativos, agroecológicos, solidarios y otras denominaciones de perfil similar, afirma Laura Gómez Tovar, integrante del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias para el Desarrollo Rural Integral (CIIDRI) de la Universidad Autónoma Chapingo, y considera que si bien exigencias normativas de certificación de orgánicos frenarán temporalmente este crecimiento, el interés de productores y consumidores se mantendrá vivo y hay oportunidades crecientes.

Todos estos mercados son punto de encuentro entre productores que buscan un cambio en sus cultivos y productos con una visión amigable con los recursos naturales y el medio ambiente, y consumidores que aspiran a un estilo diferente de consumir, más sano y consciente. “Son espacios de economía solidaria, de intercambio de saberes, de consumos que son más reflexivos, más politizados, donde se busca no sólo comida sana y limpia, sino también el slow food, que ve el alimento no sólo como una necesidad humana, sino algo disfrutable, lento. Estas iniciativas, que van en crecimiento, tienen la característica de ser circuitos cortos de comercialización, y aquí se inscribe también cada vez más gente que vende por internet, productores o asociaciones de productores que distribuyen despensas a domicilio”.


Laura Gómez Tovar FOTO: Lourdes Rudiño

Todo esto es fenomenal, agrega la especialista, porque la gente está buscando dónde aprender más de la alimentación y cómo asegurarse de que sea limpio lo que estamos comiendo, pues el origen de muchas enfermedades nuevas y viejas está en lo que comemos. Y el potencial de seguir creciendo es grande, pues los mercados mencionados son lugares donde el consumidor puede empatizar con el productor, conocer de viva voz las peripecias que éste enfrenta, como los problemas climáticos y plagas. “El consumidor se va haciendo más consciente y está dispuesto a pagar un poquito más por los productos”.

Laura Gómez señala que hay 162 países donde se realiza producción orgánica, en manos de 1.9 millones de productores. Para el caso de México, se observa una muy rápida evolución en la producción orgánica. En 1996 se tenía una superficie de cultivos orgánicos de 21 mil 265 hectáreas; para el año 2000 la cifra pasó a 102 mil 802 y para el 2012 llegó a 512 mil 246. El número de productores en esos años fue de 13 mil 176, 33 mil 587 y 169 mil 570, respectivamente. Los empleos directos generados por esta producción pasaron de 13 mil 785 a 60 mil 918 y 2245 mil, en ese orden. Y por último, la captación de divisas por productos orgánicos se elevó de 34.3 millones de dólares en 1996 a 139.9 millones en 2000 y 600 millones de dólares en 2012.


FOTO: Tianguis Orgánico Bosque de Agua Ciudad de México

Y el 80 por ciento de la superficie orgánica está en las áreas sur-sureste, “donde tenemos registrados en la producción orgánica a 22 grupos indígenas, y donde se observa una confluencia de este tipo de agricultura con zonas pobres.

En entrevista, abunda en el sentido de que para la población indígena resulta muy fácil aceptar las fórmulas de producción orgánica, dada su cosmovisión particular de la madre tierra, con la cual han vivido y crecido; “su familia los ha educado para proteger los árboles, la naturaleza, los animales. Piden permiso para sembrar, para cosechar; cuando les dices que pueden aprovechar la hojarasca que cae en la parcela y que las hierbas medicinales sirven para controlar algunas plagas, la gente no lo ve tan descabellado. Allí hay potencial de crecimiento, sobre todo si se desarrolla la posibilidad de cobrar bonos de carbono por el trabajo que hace la gente de conservar el suelo e incrementar la cantidad de materia orgánica en ellos”. Ello hace contraste cuando se le dice a un productor convencional que aplica grandes cantidades de fertilizantes y agroquímicos que debe dejar de aplicar todas esas sustancias y a cambio tiene que elaborar compostas y sus propios plaguistáticos naturales para el manejo de las plagas y que debe desarrollar leguminosas para no aplicar los herbicidas. “Lo primero que responden es que no, que eso es muy complicado. Que es muy difícil producir sin aplicar químicos”.

No obstante, hoy día, y paralelamente a una crisis sufrida en un producto orgánico líder, el café –afectado por el problema de la roya, competencia desleal de parte de trasnacionales y otros de orden de política pública--, se observa también el despliegue de producción orgánica no sólo en zonas indígenas y productos campesinos; cada vez hay una mayor participación de productores individuales medianos y grandes, incluso con agricultura por contrato, alentados por la posibilidad de obtener sobreprecios. Sus productos son aguacate, frutillas, mangos, jugo de naranja y hortalizas, entre otros, muy enfocados a la exportación. Así, la producción orgánica avanza más allá del sur-sureste. Los principales estados productores de orgánicos hoy son Chiapas, con 30 por ciento, Oaxaca, 17.3; Michoacán, 13 por ciento; Guerrero, 4.9, Tabasco, 4.6 por ciento; Veracruz, 4.0, Jalisco, 3.7, Zacatecas 0.89.


FOTO: Tianguis Orgánico Bosque de Agua Ciudad de México

La entrevistada considera fundamental impulsar la agricultura orgánica. En las regiones pobres, ésta puede servir de ancla, para prevenir la emigración y mejorar las condiciones de la gente. “No es que (este tipo de producción) los vaya a hacer ricos de la noche a la mañana. Pero en varias regiones, no en todas, por ejemplo en la zona de El Triunfo, en Chiapas, uno compara a los productores convencionales y a los orgánicos y se nota una diferencia en su calidad de vida, vivienda, forma en que comen... No han salido de ser pobres, pero sí tienen condiciones distintas. Incluso a algunos la producción orgánica en otros momentos, quizá no ahorita, les ha dado para comprar otro terreno, otra hectárea, para seguir produciendo café. No es el común de toda la zona. Y vemos en algunos productos, como aguacate, que la gente ya ni quiere decir cuánto le pagaron, porque es muy rentable. Con superficies muy pequeñas, unas cinco hectáreas, puede vivir bien. Todo depende del producto, de la región, de las condiciones iniciales, de la conexión que se tenga con el mercado…”.

Algunos Tianguis Orgánicos, Solidarios y Alternativos de México

1. Mercado Alternativo de Apizaco. Apizaco, Tlaxcala.

2. Mercado Alternativo de Tlaxcala. Tlaxcala, Tlaxcala.

3. Tianguis del Mayab. Cancún, Quintana Roo.

4. Tianguis Orgánico y Solidario de Playa del Carmen. Playa del Carmen, Quintana Roo.

5. Tianguis Orgánico y Natural. Tulum, Quintana Roo.

6. Tianguis Orgánico de San Miguel de Allende. San Miguel de Allende, Guanajuato.

7. Mercado de Granjeros en Ia Ciudad. León, Guanajuato.

8. Tianguis Orgánico el Jobito. Salamanca, Guanajuato.

9. Tianguis Alternativo. lrapuato, Guanajuato.

10. Tianguis Alternativo Pochote Xochimilco. Oaxaca, Oaxaca

11. Unión de Productores Orgánicos. El Pochote, AC. Oaxaca, Oaxaca.

12. Tianguis Ecológico La Estación. Oaxaca, Oaxaca.

13. Tianguis Orgánico Yuu Van, Sierra Juárez, Oaxaca.

14. Mercado Orgánico Huatulco. Huatulco, Oaxaca.

15. Tianguis Alternativo Lubizha. Oaxaca.

16. Tianguis Ambiental ltayata. Tultepec, Oaxaca.

17. Tianguis Popular ltinerante. Oaxaca, Oaxaca.

18. Tianguis lndígena Eeco, Oaxaca

19. Tianguis Orgánico Chapingo. Texcoco, Estado de México.

20. Tianguis Alternativo Bosque de Agua. Metepec, Estado de México

21 . Tianguis Alternativo Bosque de Agua. Toluca, Estado de México

22. lniciativa Mercado Orgánico Zona Norte. Zonas áridas Chapingo, Estado de México

23. Tianguis Orgánico UIEM. San Felipe del Progreso, Estado de México

24. Tianguis Agroecológico. José María Morelos, Estado de México.

25. El Mercadito del Mesón. Valle de Bravo, Estado de México.

26. Ecoti

27. Mercado Bio-regional Coati. Coatepec, Veracruz.

Por otro lado, hay un potencial enorme para avanzar en valor agregado. Hay muchos productos orgánicos de importación que no se elaboran en México a pesar de contar con la materia prima, como es el aceite y la leche de coco, o papillas de frutas. Sí es un hecho que algunos productores han avanzado pero hay todo un camino de oportunidad aún por recorrer. Laura Gómez comentó los casos de productores expendedores en el Tianguis Orgánico de Chapingo: una señora, que llevaba al principio jitomate bola comenzó a ver la demanda de los consumidores y poco a poco fue incorporando a su oferta salsas de diverso tipo, incluida una especie de katsup, mermeladas, aderezos, cosas picantes, etcétera. Otro caso fue de una mujer que ofrecía pavo. La gente le pedía sólo pechugas y ella se las ingenió para elaborar diferentes presentaciones para aprovechar todo el pavo: muslos rebanados estilo bisteck, hamburguesas, jamón de pavo, carne en adobo, platillos listos para calentar y comer; en fin, tiene ahora más de 25 productos y obtiene mejores precios a los 70 pesos por kilo en que se vende el producto sin procesar.

Hay retos en materia de política pública, fundamentalmente basados en la Ley de Productos Orgánicos, de 2007, y en su regulación, dice Laura Gómez: Explica que el proceso de certificación por el cual deben transitar los productores para garantizar que su producción está libre de agroquímicos es estándar, igual para todos, lo cual es complicado dada la diversidad de las regiones y agricultores mexicanos. Y si bien se permite la certificación participativa (con colaboración productor-consumido), ésta implica la documentación del proceso, incluida la toma de temperatura de la composta (con un termómetro que cuesta cuatro mil pesos). “Esto es muy fácil para un productor de diez, 20, cien o 200 hectáreas, pero para uno de una hectárea con 60 cultivos distintos y pedacitos de tres meses donde hace rotación, que aplica diferentes abonos foliares y que además hace mermeladas, salmueras u otros procesados como pan, resulta muy difícil. Tendría que llenar una hoja para cada producto e indicar todo lo que hizo.

Asimismo, los procesos de capacitación para la certificación participativa tienen un costo y no hay quien dé un apoyo público para esto. También se debe cumplir con el proceso de etiquetado, pues la Ley dice si el producto tiene menos de 95 por ciento de insumos orgánicos, el productor tiene que declarar qué es lo que no es orgánico y no debe ser un ingrediente prohibido. “Eso implica hacer etiquetados correctos, y una preocupación es cómo hacemos para capacitar, para generar un proceso de entendimiento por parte de la gente que opera las normas –el Servicio Nacional de Sanidad e Inocuidad Alimentaria (Senasica) y los comités de certificación participativa-, que comprendan que no son procesos estándares, que se requieren formatos diferentes.

Los procesos de certificación participativa son lentos, tienen mucho potencial, pero deben ser autogestivos, deben irse gestando desde la base, los productores deben convencerse de realizarlos. Y el consumidor debe estar atento. Generalmente la gente pregunta ¿quién me asegura que esto es orgánico? Eso motiva a los productores a realizar los procesos de certificación, señala.

Laura Gómez afirma que en los próximos años, en la medida que los productores conocen y se ajustan a las normas nacionales y en la medida que se certifican, el ritmo de crecimiento de la producción orgánica en México se va a frenar. “No veremos un repunte importante en los dos años próximos, pero tampoco creo que los que ya están en este tipo de producción se vayan a salir; van a ver cómo lidiar con el esquema de certificación para seguir exportando los que ya están exportando y los que están en el mercado nacional van a ver cómo se acomodan y como logran certificar para expandir sus ventas.

De cualquier manera, están los mercados solidarios o directos con el consumidor, que han crecido mucho recientemente. Esa palabra, “solidarios”, no obliga a los productores a certificarse como orgánico. Sólo si el productor denomina su producción como agroecológica, orgánica, biodinámica o biointensiva la certificación es obligada. Los mercados solidarios son la forma en que los productores escapan de la regulación.

Dice la especialista: “Cuando se pugnó por crear la Ley de Productos Orgánicos, que se publicó en 2007, todos los actores que estuvimos involucrados impulsándola teníamos la esperanza de que, con tal Ley, México podría gestionar la equivalencia con los países a donde se exporta mayormente la producción orgánica, Estados Unidos, Japón y miembros de la Unión Europea, de tal forma que la certificación fuera válida para el mercado nacional y el de exportación. Asimismo, se atendía la preocupación de la gente que decía que no había política pública a favor de los orgánicos, porque no estaban bien identificados. La Ley, de siete hojas de lectura sencilla, rescata el espíritu de promover un cultivo diferente, de promover el consumo distinto, de favorecer políticas públicas específicas para productores orgánicos, de impulsar el mercado interno. Realmente está muy bien hecha la ley. Pero los reglamentos específicos no son tan perfectos y aún no tenemos la equivalencia con las otras naciones, ni tampoco tenemos instrumentos de apoyo de política pública. Lo que sí se tiene ya es un sello nacional y, eso está bien, pero falta afinar la regulación”.

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