Opinión
Ver día anteriorViernes 15 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Es dable un terrorismo nacional?
E

l terrorismo es una de las formas de violencia social más difíciles de prevenir y combatir. Enfrentarla demanda: muy alta tecnología en inteligencia, en organización, y adiestramiento y una conducción operativa muy sofisticada; más tiempo, paciencia, mucho dinero y un plan de manejo sicológico de la población. EU ha demostrado que gastar mucho tampoco es garantía. En Dallas se acaba de ver la a veces imposible prevención y la sí posible capacidad de reacción: nos mostraron una policía y un robot que no tenemos. No estamos preparados para un caso así de demandante; nuestros grupos especiales nunca se han enfrentado a un caso real.

El terrorismo es una expresión de violencia social con las más variadas formas de manifestación y crueldad. Es un acto destructivo, denigrante e intimidatorio, utilizado sin limitación ética alguna. No es una práctica aislada; siempre corresponde a un plan, salvo el caso de un trastornado. EU se ha esforzado en montar patrones disuasorios severos dentro de sus fronteras, pero evidentemente inefectivos: los actos individuales, como el reciente de Dallas o Boston durante el maratón, demuestran la naturaleza compleja y aleatoria en el desafío. El terrorismo estructurado internacional sí es razonablemente previsible porque tiene generalmente un carácter antinacional detectable, pero requiere ser una acción participada y permanente, muy costosa, demandante y desgastante.

Una verdad desagradable es que la guerra universal contra el terrorismo, como uno de los grandes temas de política internacional, ha sido angustiosamente fallida. EU ha anunciado el retiro de tropas de Medio Oriente, con consecuencias de difícil predicción. Era de esperarse que al fin de la administración Obama se creara un impasse.

En la interpretación de la complejidad de esta violencia, los mexicanos nos equivocamos. Después de casos ejemplares como los dramas de Madrid, París, Bruselas o Bagdad, y antes de Dallas, nos disparamos declarando, por boca del senador panista Gil Zuarth, que: México cuenta con instituciones y un marco legal que permite prevenir las amenazas terroristas porque somos parte de tratados internacionales, La Jornada 17/11/15.

Sencillamente el senador no supo lo que dijo, pero reveló un preocupante desconocimiento de una amenaza que, aparentemente lejana, no es nada desatendible y que ha estado postergada. Otra vez la eterna simulación, mater et magistra de nuestros políticos. Las máscaras mexicanas tras las que todo se disimula y que describió Octavio Paz. En esta materia, equivale a jugar con fuego. El tema es muy delicado.

Hace muchos años en nuestro país se secuestró al secretario de Turismo Julio Hirshfeld; se intentó el secuestro del poderoso empresario Eugenio Garza Sada, que resultó en su muerte, se secuestró al empresario tapatío Fernando Aranguren que también murió; hubo el intento de secuestro de la hermana del presidente electo, Margarita López Portillo; se secuestró al cónsul inglés Terrance Leonhardy y al mismo suegro del presidente Echeverría, José Guadalupe Zuno, ambos en Guadalajara.

La única reacción que pudo desplegar el gobierno fue de represión. De ahí surgió en 1976 la Brigada Blanca. Cuarenta años después no hemos desarrollado un método comprobadamente confiable en legalidad y eficacia. Este es un problema mexicano, nuestra indefensión. En compensación, en un examen general, sólo con información de dominio público, claramente insuficiente sobre factores internos, pareciera que en México no hay datos alarmantes, sin descartar eventuales expresiones de violencia social, y pareciera ser, sólo pareciera, que el país no está en la lista roja de terrorismo internacional.

Una razón de alerta es que hay razones para pensar que nuestro mayor riesgo está, hasta donde la vista alcanza, en que seamos la vía para un ataque dirigido a EU consistente en el tránsito de terroristas, armas, materiales y dinero. EU está infectado de este mal, su complejísima composición cultural y política produce choques de intereses que sólo son posibles en esa y en muy pocas sociedades. Amarga decirlo, pero el terrorismo estadunidense es parte creciente de su propio cosmos y, a manera de algunos de sus males y de sus bienes, estaremos siempre en riesgo de ser participados.

El terrorismo como se observa hoy no guarda relación con lo que nos narra la historia. Lo que entonces sucedía ya se ha sublimado y bien podría actualmente denominarse rebelión virtuosa. La independencia de Argelia la ganó ese tipo de violencia social nada menos que a Charles de Gaulle. Así se sacudió Bosnia, el Uruguay, tanto como Irlanda y Ucrania. Sus actores hoy son luchadores sociales que un día, según sus gobiernos, eran criminales, vándalos, réprobos, tránsfugas sociales, ácratas. Creyeron honestamente que la violencia es una antesala de la redención. Hoy son honrados nacionalmente. Nadie los recuerda mal. A los criminales de hoy, ¿cómo se les clasificará mañana?

Termina esta nota expresando un profundo deseo de que a México no le esperen experiencias de ninguno de esos órdenes, aunque fueran de perfiles propios. Eso es lo deseable, pero no es lo previsible.