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Anna Prohaska, guerrera
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Periódico La Jornada
Sábado 25 de junio de 2016, p. a16

En los anaqueles de novedades discográficas esplende un descubrimiento: Behind the lines (Deutsche Grammophon), la nueva creación de la soprano austriaca Anna Prohaska, cuyos discos son en realidad proyectos que requieren larga investigación y cuyos frutos son un portento.

El Disquero reseñó en su momento el álbum anterior de esta cantante única, de orígenes multinacionales: alemana, austriaca, irlandesa, inglesa. Aquí pongo el vínculo para quien quiera leer los pormenores del disco Enchanted forest (El bosque encantado):

http://goo.gl/oK9BD0

Antes, Anna publicó Sirene, cuyo nombre ya contiene toda su belleza.

Su nuevo disco forma parte de todo el cúmulo de obras de arte que se crearon con motivo del centenario de la así llamada Primera Guerra Mundial, y las comillas se deben al apunte que realiza Teresa Pieschacón en las notas del cuadernillo que acompaña el disco: se tiene registro de por lo menos 14 mil 400 guerras en la historia, pero aún así titularon primera la que se inició en 1914 y culminó cuatro años después con tres docenas de países entrometidos y 17 millones de niños, mujeres y hombres muertos.

De manera que el tema no es bonito. Del horror de la guerra, en contraste, Anna hace nacer belleza, de manera semejante a como Michael Nyman dio la vuelta de tuerca al tema con su reciente obra maestra, War Work, cuya reseña pongo a disposición de nuevo aquí:

http://goo.gl/twlH6p

Anna Prohaska no solamente canta de manera prodigiosa. Alimenta sus proyectos con ideas. La guerra llamada primera, define Anna, es la interfase entre el viejo mundo y el nuevo. En esta guerra, los hombres no pelearon cuerpo a cuerpo, sino con máquinas, con el resultado de que la tecnología y la industrialización perdieron su inocencia.

Anna devoró una cantidad impresionante de libros, estudios y ensayos; hurgó en archivos, consultó especialistas. Trabajó a conciencia para lograr el disco tan hermoso que ahora recomiendo.

En 25 tracks, Anna nos lleva a un viaje pleno de poesía, intensidad, relatos increíbles, parajes, senderos, campos de batalla, paisajes yermos, pero sobre todo paisajes interiores.

Tal es la estrategia creativa que traza Anna para lograr un disco que asombra, deleita, despierta reflexiones, divierte, hace reír cuando expresa de manera cabal la ironía, los retruécanos que crean algunos de los compositores que eligió, por ejemplo rasgos grotescos que escribió Francis Poulenc en Le retour du sergent, o las notas satíricas que imprime Charles Ives en su obra 1, 2, 3, como una forma de burla a lo que decía Ives, que los soldados estadunidenses eran tan mensos que sólo podían marchar al ritmo de one two, one two y no llegaban al tres y para ello puso un ritmo complicado de ragtime y vals. Y eso me recuerda un chiste de Woody Allen en su filme La última noche de Boris Grushenko, cuando lo enlistan en la guerra y cuando va marchando, el oficial marca: one two, one two, a lo que Woody replica: next is three (el que sigue es el tres), haciendo burla de la gallardía militar que no sabe contar más allá de dos.

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Veinticinco canciones de soldados canta Anna. Relatos de soldados, con una anotación también sardónica de su parte, pues se rebela contra los clichés, en general de los relatos de guerra, por lo general autocomplacientes y en busca de apapacho.

Las mujeres en la guerra, dice Anna, son usadas como propaganda y retratadas como una alegoría de la guerra: Germania para los alemanes del Reich, y Britannia por la Gran Bretaña (hoy Brexit, jeje).

En las canciones sobre la guerra, señala Anna, la mujer aparece como una madre sufriente o una compañía que sufre y reconforta y ejemplifica con dos canciones en este disco, una de Thomas Traills y otra de Rachmaninof, en uno de los momentos más bellos del disco y, como no hay casualidades, coincide con el recital inolvidable que brindó otra soprano, Renée Fleming, la noche del martes en Bellas Artes, en un programa espléndido donde lo mejor, a juicio humilde del Disquero, fueron las cinco canciones de Rachmaninof que ella hizo flotar en el aire.

Lo mejor del disco de Anna Prohaska, Behind the lines, es el track 23: Wo die schönen Trompeten blasen (Donde las bellas trompetas suenan), de Gustav Mahler, perteneciente al ciclo de canciones Des Knaben Wunderhorn (El corno mágico del joven) y también el track anterior: Der Soldat, de Robert Schumann, quien toma un texto de Adelbert von Chamisso, quien a su vez lo tomó de Hans Christian Andersen, para poner furor.

Otro pasaje de particular belleza pertenece al track 19, Jeanne d’Arc au bucher (Juana de Arco en la hoguera), de Franz Liszt, ejemplo que sirve a Anna para su argumento final: “en la primera guerra mundial lucharon mujeres disfrazadas de hombres; ellas no estuvieron detrás de las líneas de fuego (Behind the lines, como el título del disco), sino, literalmente, en el frente de batalla”.

Servicio as de Anna Prohaska. She is a winner.

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