18 de junio de 2016     Número 105

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El granero de Tlaxcallan:
la agricultura intensiva
de la antigua Ciénega

Aurelio López Corral Centro INAH Tlaxcala

La Antigua Ciénega de Tlaxcala es una amplia extensión de humedales enclavada en el corazón del valle poblano-tlaxcalteca, donde se desarrollaron complejos sistemas de producción agrícola intensiva durante la época prehispánica. Los humedales son ecosistemas intermedios entre zonas acuáticas y terrestres y su característica principal es contener agua durante períodos prolongados, de manera que alteran la naturaleza de los suelos, sus microorganismos y las comunidades de flora y fauna; esto hace que los suelos actúen de diferente manera a los hábitats acuáticos o terrestres. En Tlaxcala, los humedales son del tipo palustre, con aguas relativamente permanentes, similares a pantanos, marismas y ciénegas. Proveen de medios mejorados para cultivar intensivamente, pues estos ambientes figuran entre los más productivos del planeta siendo unos “supermercados biológicos” gracias a las vastas redes alimentarias y la rica diversidad biológica que albergan.


Mapa : Aurelio López Corral

Durante el Posclásico Tardío (1250-1519 d.C.), los humedales fueron fundamentales para mantener a los complejos aparatos estatales y las relativamente altas densidades poblacionales de la región. Pero, para poderlos explotar, fue necesario implementar una ingeniería hidráulica basada en redes de camellones y canales a fin de crear sistemas de “campos drenados” o “campos levantados”. Los “campos drenados” aprovecharon redes de canales para drenar el exceso de agua de los terrenos hacia zonas de desagües naturales, creando así superficies cultivables. A su vez, en el sistema de “campos levantados”, llamado también “calal”, se excavaban zanjas al costado del terreno y los sedimentos ricos en nutrientes eran colocados sobre el terreno para elevar su nivel por encima del espejo de agua. Relictos arqueológicos de estas tecnologías las encontramos en Amalucan, Cholula y Tlaxcala, y a menudo son mencionadas en textos históricos del siglo XVI.

¿Qué tan importantes fueron estos ambientes para la producción agrícola? El análisis de la distribución y calidad de los suelos de las ciénegas, aunado a la información de fuentes históricas, etnografías locales, y datos de producción anual histórica de maíz, permiten realizar estimaciones de sus niveles de producción de alimentos durante la época prehispánica. Los gleysoles, que son propiamente los suelos de los humedales, son idóneos para la agricultura intensiva y registran rendimientos promedio anuales de tres mil kilogramos por hectárea de maíz en grano. Los mapas de suelos indican que hay unas 18 mil 482 hectáreas de gleysoles aptos para la agricultura, lo que significa que se pudieron producir entre 37 mil y 55 mil 500 toneladas anuales de maíz. Si razonamos que una familia promedio de cinco a siete personas necesitó de una tonelada métrica de maíz para subsistir anualmente, y aceptando una dependencia del 80 por ciento en el maíz como alimento principal, entonces la producción en estas áreas habría sostenido entre 250 mil y 388 mil personas.

Otros suelos para uso agrícola son los fluvisoles, que son producto de depósitos fluviales, marinos, lacustres o coluviales recientes y de áreas periódicamente inundadas. Los fluvisoles albergan una agricultura de temporal sujeta a la alta volatilidad climática, por lo que los rendimientos promedio de maíz rondan entre mil y dos mil kilogramos por hectárea al año. En la Antigua Ciénega hay unas 18 mil 989 hectáreas de fluvisoles que potencialmente pudieron generar de 19 mil a 38 mil toneladas de maíz, suficientes para el consumo de entre 133 mil y 266 mil personas.

Estas estimaciones de producción hacen suponer que la Antigua Ciénega fue sumamente importante para los aparatos estatales indígenas del Posclásico Tardío al grado que, por lo menos hasta antes de la llegada de los españoles en 1519, toda urbanización fue suprimida en esta área. Los datos arqueológicos muestran que dentro de los humedales no hubo asentamientos en una franja de diez kilómetros de ancho que divide a Cholula, Huejotzingo y Tlaxcala. De hecho, la mayor parte de los sitios se concentraron en las orillas de los gleysoles, o sobre elevaciones mayores. Fue sólo hasta el siglo XVI, ya bien entrada la ocupación española, cuando se registraron asentamientos en la zona central de la Antigua Ciénega, lo que podría estar mostrando parte del debilitamiento del poder estatal indígena sobre esta área.

Varios centros de poder estuvieron asentados alrededor de la Antigua Ciénega, pero al parecer la mayor parte fue dominada por Tlaxcallan, como lo indican algunos documentos históricos del siglo XVI. Dominar las ciénegas debió ser fundamental para los aparatos rectores tlaxcaltecas, pues una parte de la producción agrícola pudo estar destinada para el sostenimiento de los sectores gobernantes, religiosos, burocráticos y militares del Estado.

En conclusión, la Gran Ciénega de Tlaxcala probablemente fue el corazón agrícola del valle poblano-tlaxcalteca durante el Posclásico Tardío. Esta relevancia perduró durante la época colonial y persiste hasta nuestros días al grado que las poblaciones actuales continúan oponiéndose a los desarrollos urbanos en estos importantes recursos agrícolas.


Contaminación de agua por
arrastre de agroquímicos
en los ríos Zahuapan y Atoyac

Alfredo Delgado Rodríguez y Raquel Ortíz Marttelo UATx

A segurar la producción agrícola ha impulsado el desarrollo de tecnologías para el control de plagas y hierbas no deseadas. No es de extrañar que el uso de plaguicidas y fertilizantes sea una práctica universal. En México, durante el siglo XIX y todavía hasta mediados del XX se utilizaban como plaguicidas algunos compuestos orgánicos de origen natural o biológico y otros de tipo inorgánico, entre éstos algunos metales como arseniato de plomo, aceto-arseniato de cobre y sulfato de cobre. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX se introdujo el DDT para elevar la producción; con esto se observó un rápido desarrollo de la industria de los agroquímicos, lo que resultó en la aplicación de compuestos organoclorados como el DDT, pero también organofosforados y carbamatos, además de fertilizantes y aditivos empleados para maximizar los rendimientos de cosecha, todos los cuales trasnforman de manera importante el ambiente al contaminar suelos, aguas superficiales y subterráneas y el aire, a la vez que pueden llegar a causar daños a los seres vivos, incluido el ser humano.

La posibilidad de que los agroquímicos caucen algún daño a la salud cuando se liberan al medio ambiente se define como riesgo ambiental, y el grado de este daño o afectación varía por diversos factores, entre ellos la naturaleza química de la sustancia y sus propiedades fisico-químicas, de las cuales se desprende su toxicidad. Y el riesgo depende de la cantidad o dosis de exposición; la duración de exposición, y condiciones ambientales, como la temperatura, la humedad y la radiación solar. Otros factores propios del sujeto expuesto al riesgo son la vía por la cual se da la exposición, y características propias del estilo de vida del sujeto: edad, condición general de salud, alimentación, género y estado nutricio.

Pero, independientemente de las afectaciones a la salud y a los ecosistemas, la pura liberación de los agroquímicos al medio ambiente implica ya cambios que pueden alterar condiciones ecológicas o químicas, y poner en juego la existencia de microorganismos benéficos y, en consecuencia, el agotamiento de la productividad del suelo de cultivo.

La exposición a estos contaminantes agrícolas es relevante para la salud de aquellos jornaleros y trabajadores dedicados a la producción agrícola o al manejo y aplicación de estos productos. Sin embargo, el problema ambiental originado por el uso intensivo de agroquímicos no sólo se da en las cercanías de las zonas de producción agrícola; los impactos pueden darse en regiones distantes por la movilidad de estos compuestos químicos, muchos de ellos bioacumulables o altamente persistentes a la degradación natural.

Los mecanismos por los cuales una molécula contaminante se mueve en el espacio son diversos; aquí mencionamos dos: la volatilización y su migración por corrientes de aire, y el arrastre por efecto de escurrimientos de lluvia y su afluencia a cuerpos de agua: ríos, lagos, lagunas, mares y océanos.

La movilidad de los contaminantes está relacionada con la exposición de poblaciones que nada tienen que ver con la práctica productiva para la que se emplearon, incluso su presencia puede pasar desaprecibida y sólo hacerse evidente ante la emergencia poblacional de enfermedades crónico-degenerativas, como el cáncer o bien malformaciones congénitas en niños recién nacidos. El problema no debería minimizarse, si se considera que en México la extensión dedicada a la agricultura es de unos 23 millones de hectáreas, o sea cerca de 12 por ciento de la superficie total del país y los cultivos más importantes son maíz, frijol, sorgo, trigo, cebada, papa y hortalizas. En el caso específico de Tlaxcala, en 2011 se cultivaron 248 mil 777 hectáreas, esto es, más de 60 por ciento del territorio de la entidad, lo que hace evidente la naturaleza agrícola de la entidad.

Los cultivos más abundantes en Tlaxcala son maíz, trigo en grano, frijol, avena forrajera y alfalfa verde, que ocupan alrededor de 75 por ciento del total de hectáreas sembradas. Evidentemente, las mezclas de componentes y la cantidad de materia orgánica y fertilizantes hacen de los caldos que son arrastrados por la lluvia, hacia los ríos, verdaderas e importantes fuentes de contaminación ambiental, sobre todo si se considera que se volatilizan y en consecuencia quedan expuestas la poblaciones rurales y urbanas en las márgenes de los ríos, en el caso de Tlaxcala, el río Zahuapan, y el río Atoyac. En la cuenca del primero de estos ríos, se asienta el 80 por ciento de la población en una gran zona conurbada con la ciudad de Puebla; en cuanto al segundo, sus aguas llegan a ser empleadas para el riego agrícola.

En general se reconoce la situación descrita; sin embargo, es escaso el impulso a estudios e investigación que permitan conocer el grado de impacto y caracterizar esas sopas ambientales. En México se carece de bases de datos claros sobre la cantidad de plaguicidas que se usan en el territorio nacional.

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