Opinión
Ver día anteriorDomingo 12 de junio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿Qué dicen las diferentes elecciones?
M

éxico dentro de dos años deberá elegir nuevamente presidente de una República profundamente transformada, deteriorada, corrompida y prostituida, en la que los ciudadanos cuentan muy poco y las trasnacionales y las grandes fortunas son en cambio todopoderosas. Para colmo, el titular del Ejecutivo residente no es un funcionario público ni un ciudadano más, sino que tiene atribuciones monárquicas.

Es importante, por tanto, intentar ver qué revelan las recientes elecciones en algunos estados y, sobre todo, en la Ciudad de México, así como hacer un balance de los comicios recientes que, aunque realizados en países y realidades diferentes, esbozan una tendencia común.

En primer lugar, con vistas a 2018, Morena ha crecido y, sobre todo, se ha extendido a casi todo el territorio nacional. Fuerte particularmente en la Ciudad de México, Veracruz, Oaxaca y Zacatecas, ha ganado buenas posiciones en los demás estados gracias al apoyo de los movimientos sociales. Por ahora, aprovecha además la ausencia de candidaturas independientes de los trabajadores a nivel nacional y de los diversos estados –como la Organización Política de los Trabajadores (OPT)– que podrían competir con Morena por la izquierda, y especialmente que los grandes conflictos también por ahora están limitados al centro sur, lo cual convierte a Morena en el centro norte y norte, en el único canal para expresar la protesta política y social.

El voto de repudio y castigo a quienes gobiernan no es nunca por fuerza un voto de esperanza o de confianza dado a quienes concentran esos sufragios. Además del brutal atraso político del país –que explica el carácter pendular del apoyo primero al PRI, para sacarse de encima un gobierno del PAN y después al PAN (enteramente similar al PRI y su predecesor en la represión masiva), para castigar al PRI–, está también la tendencia a votar por personas en vez de por ideas o programas, que da amplio espacio a los jilgueros y a los broncos .

De manera tal que Morena deberá consolidar su caudal actual de votantes y aumentarlo mucho de aquí a 2018 si busca tener posibilidades de ganar en las elecciones nacionales. O sea, deberá reforzar su alianza con los movimientos sociales y apoyarlos para que se profundicen y extiendan, dejando de lado sus ilusiones de crecer incorporando desertores de otros partidos (PRD, por ejemplo). Las abstenciones, sobre todo en la Ciudad de México frente a la fraudulenta y amañada Asamblea Constituyente, indican la escasa capacidad de arrastre de los partidos tradicionales y una tímida tendencia favorable a Morena. ¿Será ésta capaz de radicalizarse y de enraizarse en los movimientos sociales, superando su dirección unipersonal? Ojalá así fuere pensando en el México de los trabajadores, pero es difícil que ese casi milagro llegue a producirse.

De modo que estamos ante la disputa de dos tiempos políticos: el de la descomposición del semi Estado mexicano, por un lado, y el de la posible creación –con Morena o sin Morena– de una dirección nacionalista y plebeya con sentido social y con una visión elemental de lo que está sucediendo en el mundo.

Porque en la frontera norte de México se está desarrollando otro proceso comicial que barre con los cálculos electorales de la dirección de Morena, ya que en el caso de una victoria de Donald Trump se agravaría muchísimo la situación de los emigrados mexicanos en Estados Unidos y la coexistencia entre el nacionalismo xenófobo y aislacionista de Trump, y un nacionalismo moderado, democrático y minoritario en México sería prácticamente imposible y el eventual gobierno democrático mexicano tendría que buscar aliarse con la evolución progresista de los demócratas que sacó a luz la campaña del senador Sanders.

En Europa, igualmente, el clima político es peligroso e incierto. En Austria los partidos de masa tradicionales (democristiano y socialdemócratas) han sido barridos. En Francia, la huelga general rampante pasa por sobre los partidos, pero el más votado, siempre por ahora, es el semifascista Frente Nacional. En Italia, entre los votos al Movimiento 5 Estrellas y las abstenciones, los restos de los restos de los viejos partidos agonizan demostrando el hartazgo del electorado, sobre todo juvenil. En todos lados, aunque no crezca una izquierda ni reformista ni revolucionaria, el establishment, el partido general del orden, entra en crisis.

La de México, en 1910, fue parte –junto con la revolución persa y la china– del ciclo de revoluciones democráticas, inaugurado por la revolución rusa de 1905, fase que recrudeció con la otra revolución rusa –la de 1917– que se extendió por Europa. El ciclo actual, por el contrario, en todos los continentes, es mayoritariamente reaccionario. Para salir de él, en nuestro país como en todos, el movimiento de los trabajadores debe encontrar en la lucha su unidad de clase a nivel de todo el territorio nacional, para ganar a golpes de huelgas generales el apoyo de los sectores trabajadores de las clases medias y aparecer ante éstas como candidato nacional al poder, sacando así esta disputa del terreno de los conflictos interburgueses entre los diversos grupos de explotadores (PRI, PAN, PRD, PVEM y otros).

Ese objetivo sólo se podrá conseguir con un programa que contenga el desarrollo de la democracia (autonomía, autogestión, federación de comunidades) y que al mismo tiempo ofrezca un plan creíble opuesto al del gobierno y sus aliados internacionales y construyendo un organismo político, un partido-movimiento, que dé forma a las exigencias sociales de los explotados y acate sus tiempos. No hay salvadores supremos: sólo los trabajadores pueden liberar el país liberándose a sí mismos.