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Más fraudes de la industria automotriz
E

n dos semanas más Tetsuro Aikawa deja la presidencia de Mitsubishi Motors por los problemas causados a los clientes y accionistas de la empresa. Esos problemas se resumen en uno: la falsificación de datos de consumo de varios modelos de vehículos pequeños. La renuncia se anunció luego de conocerse que una tercera parte de las acciones de Mitsubishi la adquirió otra empresa nipona: Nissan, que se convierte así en su mayor accionista y, de paso, ayudará a paliar los problemas económicos y de confianza que le han causado falsear datos. La responsabilidad de lo ocurrido parece recaer en algunos ingenieros y no, según la empresa, en sus directivos.

En abril pasado la Mitsubishi reconoció haber manipulado los datos de consumo de combustible de más de 600 mil unidades vendidas en Japón y pertenecientes a cuatro modelos de minivehículos, así llamados por tener motores con menos de 660 centimetros cúbicos: los eK Wagon, eK Space y Dayz Dayx Roox.

Casi al mismo tiempo se supo que esa manipulación se extendió a otros modelos, pero se desconoce el número de unidades afectadas. Al hacerse público, las acciones de la compañía descendieron casi 18 por ciento. Algo semejante le ocurrió a las de la Volswagen en octubre pasado, luego de engañar al público y a las autoridades responsables de garantizar que los vehículos automotores cumplan con ciertas normas ambientales y de consumo de hidrocarburos. En el caso de la empresa nipona, manipuló indebidamente diversas pruebas tecnicas para presentar mejores tasas de consumo de combustible, muy diferentes a las reales. El método de prueba era distinto al que exige la ley japonesa.

Bueno es recordar cómo al estallar el escándalo en la Volkswagen, el gobierno de Japón afirmó que ninguno de los fabricantes nacionales de automóviles había manipulado el software de control de emisiones contaminantes. Al conocerse el fraude de la Mitsubishi las autoridades de ese país iniciaron una investigación para verificar que dicha empresa y otras más del ramo automotriz cumplan con las normas establecidas sobre la calidad de las unidades que fabrican.

Y mientras no concluye el escándalo en que se encuentra envuelta la Volkswagen, a fines del año pasado las autoridades alemanas insinuaron que la alteración en los motores también podía existir en otras empresas. En efecto, recientemente el ministro de transportes, Alexander Dobrindt, aseguró que 16 de ellas podrían haber utilizado un sistema técnico para incrementar la potencia de los coches a costa de aumentar la contaminación que producen 53 modelos. Entre las involucradas figuran, además de la Volkswagen (y sus filiales Audi, Porsche, y Mercedes), la Opel (General Motors), la francesa Renault, las japonesas Suzuki y Nissan, Alfa Romeo, Chevrolet, Dacia, Fiat, Hyundai, Jaguar, Jeep y Land Rover.

Las compañías alemanas aceptaron voluntariamente someter a revisión 247 mil unidades de Mercedes-Benz; 32 mil de Porsche; 194 mil de Volkswagen, 66 mil de Audi y 90 mil de Opel. Igual otras que pueden estar involucradas.

El sistema técnico fraudulento descubierto por los investigadores del gobierno alemán es diferente al software ideado por la Volswagen que reduce, al ser probado, el volumen de emisiones contaminantes. Ahora se trata de algo más sofisticado: un mecanismo de bajas emisiones contaminantes, y obligatorio, que solamente se puede desconectar a ciertas temperaturas con el propósito de proteger el motor y reducir el riesgo de accidentes. El ministro de Transportes alemán dijo tener sospechas de que se había usado también en otras situaciones no permitidas por las autoridades de la Unión Europea, provocando así mayores niveles de gases contaminantes.

La industria automotriz alemana emplea a uno de cada 20 trabajadores del país y factura al año 500 mil millones de dólares, una quinta parte de la producción industrial del país. Todo apunta a que prácticamente todos los fabricantes de coches han hecho trampas para eludir las normas europeas sobre gases contaminantes. Es necesario saber si las trasnacionales alemanas y las de Japón también engañan al público y a las autoridades en otros países donde tienen plantas armadoras de vehículos. Como en México.