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La exposición Genio y memoria incluye 60 dibujos y el inédito Atlas de la memoria

Milán dedica muestra a Umberto Boccioni a 100 años de su muerte

Fue un exponente destacado del futurismo

En el manifiesto del movimiento promovía la destrucción del culto al pasado y criticaba la obsesión por la antigüedad, el pedantismo y el formalismo académico

La exhibición se aloja en el Palacio Real y finaliza el 10 de julio

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También se presentan tres diarios conservados en el Instituto de Investigación Getty, de Los Ángeles. En la imagen, Autorretrato, ca. 1908
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 8 de mayo de 2016, p. 2

Milán.

El artista más destacado del futurismo, Umberto Boccioni (1882-1916), es homenajeado por su ciudad de adopción en el centenario de su muerte con la exposición Genio y memoria, en el Palacio Real, hasta el 10 de julio, con curaduría de Francesca Rossi y Agostino Contò.

Milán fue una ciudad fundamental para el artista: no sólo la retrató, sino que aquí eligió vivir desde 1907, y animaría también, junto con Marinetti y sus colegas artistas, el único movimiento de vanguardia italiano de impacto internacional. La ciudad resguarda hoy la mayor colección de arte futurista en el mundo, incluso la obra de Boccioni, concentrada sobre todo en el Museo del Novecento, y para la gráfica, en el Castillo Sforzesco, que para la ocasión ha prestado la entera colección de 60 dibujos que comprende toda su actividad artística.

Aunque se trate de una exposición importante que incluye 280 obras y documentos, no es retrospectiva, debido a la gran cantidad que se le han dedicado de este tipo, incluso recientemente. La propuesta es más original (a pesar de la museografía minimalista, demasiado sosa), fruto de una investigación de tres años, que desnuda el proceso creativo del artista íntimo y mental, y lo vuelve tangible al público.

Se abre una nueva brecha crítica

Una muestra de este tipo no hubiera sido posible hasta ahora porque dedica un amplio espacio a un documento inédito, descubierto recientemente: un Atlas de la memoria, que había quedado traspapelado y olvidado en la Biblioteca Cívica de Verona, que permitirá abrir una nueva brecha crítica como propone la exposición. A ello se agregan también los tres diarios (1907-1908) conservados en el Instituto de Investigación Getty, de Los Ángeles, que complementan su periodo formativo, así como las primeras experiencias internacionales del artista.

El Atlas es una especie de álbum-collage formado por 23 grandes páginas de papel de estraza, elaborando por Boccioni en su etapa prefuturista. Entre sus páginas pegó cuidadosamente pequeños recortes de las obras y los artistas que le interesaron y los dividió por temas, gracias a lo cual pueden descubrirse –de su propia mano– las referencias estilísticas que le interesaron y lo formaron.

Boccioni fue autodidacta (se diplomó como perito técnico), pero fue genio de la pintura, dibujante extraordinario y para muchos, como Guillaume Apollinaire, la grandeza de su obra estaba en la escultura, a pesar de que entonces fueran de yeso (la colada en bronce fue póstuma y existe más de una copia). Desde niño vivió en distintas partes de Italia por el trabajo del padre; en su juventud viajaría por Europa e incluso llegaría a Rusia, donde adquirió una amplia cultura visual, complementada por la frecuentación de los talleres de grandes maestros como Giacomo Balla.

A pesar de la variedad de referencias artísticas y temporales que parecen haberlo interesado, el aglomerante del Atlas –aunque parezca increíble– es el gusto clásico de las obras elegidas, que en ciertos casos llegan a ser convencionales. Sorprende que, a pesar de un primer viaje a París en 1906, no existe referencia alguna de la pintura vanguardista francesa. Los recortes se abocan a la pintura vascular griega, así como a Durero, o a la retratística renacentista, y al simbolismo italiano (Gaetano Previati y Giovanni Segantini), nórdico (Felicien Rops, Joseph Sattler, Franz Von Stuck) e inglés (prerrafaelitas); pero también incluye pintura de Joaquín Sorolla y Anglada Camarasa, por citar algunos.

Se piensa que en el manifiesto técnico de la pintura futurista del 11 de abril de 1910, Boccioni y los firmantes promueven la destrucción del culto al pasado y critican la obsesión por la antigüedad, el pedantismo y el formalismo académico.

El Atlas se interrumpe cuando Boccioni inicia la etapa vanguardista; la reflexión estética pierde su dimensión íntima para volverse pública, como es explícito en la muestra. Escribió un libro, ensayos, artículos, manifiestos, como ningún artista italiano había hecho antes.

Los cuatro años de actividad frenética que siguieron (1910-1914), dejaron su nombre indeleblemente grabado en la historia del arte. Los retratos y paisajes rurales que realizó tan sólo pocos meses antes, a pesar de ser bellos, parecieran de la mano de otro artista y estilísticamente lejanos un siglo.

En la muestra se nota toda la elaboración de Boccioni para llegar a la fragmentación del espacio, acompañando la obra con los dibujos preparatorios de calidad extraordinaria, como destacaría Roberto Longhi. Pero tal fragmentación no es estática como en el cubismo. Boccioni quería transmitir –como él mismo explica en el manifiesto citado– la energía vibrante de la vida moderna y representar plásticamente tal dinamismo, fundiendo el ambiente junto con el objeto en una composición única: “Los pintores –continúa– siempre nos han mostrado cosas. En cambio, nosotros ponemos al espectador al centro del cuadro”. Posteriormente agrega en un escrito: El movimiento de la vida no lo captamos con la repetición de piernas, brazos y figuras, como muchos estúpidamente han supuesto, sino lo alcanzamos por medio de la búsqueda intuitiva de la forma única que da la continuidad en el espacio.

La carga polémica del artista de los años futuristas se desinfló con el estallido de la Primera Guerra Mundial, su arte resiente el influjo de Picasso y Cézanne, por quienes hasta entonces había nutrida aversión. La muestra recorre estos últimos momentos antes de su trágica y repentina muerte el 17 de agosto de 1916, cuando con tan sólo 33 años, Boccioni cae accidentalmente de un caballo durante una simple ejercitación militar, de aquella guerra infernal que tanto había celebrado como sola higiene del mundo.

Un libro de Gino Agnese, publicado hace un mes, titulado Umberto Boccioni: L’artista che sfidò il futuro (El artista que desafió el futuro), recorre detalladamente la biografía de este gran artista italiano.