Opinión
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Encuestas hacia 2018
E

n las recientes encuestas de Enrique Galván (La Jornada), Reforma y Mitofsky, el partido Morena y Andrés Manuel López Obrador van arriba, respectivamente, para la jefatura de Gobierno en la Ciudad de México (Morena) y para la Presidencia de la República (AMLO), si hoy hubiera elecciones (como suele decirse).

Ni Reforma ni Roy Campos (Mitofsky) son de izquierda ni han pretendido serlo. Ciertamente, falta mucho para los comicios de 2018 y la opinión que se expresa ahora puede cambiar considerablemente en dos años, pero dichas encuestas más las que se sumen en el futuro están midiendo el pulso electoral del país. Y deben tomarse en cuenta diacrónicamente si queremos tener mayor precisión en sus tendencias. Habrá que esperar más encuestas.

Las experiencias en América Latina nos indican que prácticamente ningún partido solo ha ganado las elecciones en años recientes. En México hasta el PRI ha necesitado aliados, por lo que puede decirse que estamos en la misma lógica que otros países de la región. Empero, por lo menos hasta ahora, Morena ha logrado simpatías sin necesidad, todavía, de establecer coaliciones con otras organizaciones partidarias. Después de los comicios de 2012 dos partidos pequeños que coincidían con López Obrador comenzaron a buscar su propio camino para sobrevivir y hasta cambiaron de aliados con tal de que les dieran votos para mantener el porcentaje reglamentario y seguir existiendo.

No estoy seguro de que este fenómeno sea patético o simplemente lamentable, aunque me inclino a pensar lo primero: tanto el Partido del Trabajo (PT) como Movimiento Ciudadano (MC) tienen orígenes muy cuestionables y muy poca, si alguna, consistencia ideológica. Si no hubiera sido por sus alianzas con el de la Revolución Democrática (PRD) en el pasado, hace tiempo que hubieran perdido, una vez más, su registro como partidos políticos. El PRD, por cierto, está también desesperado por ganar votos a como dé lugar, incluso aliándose con el Partido Acción Nacional (PAN).

No es la primera vez que se plantea una alianza PRD-PAN, pero tendríamos que reconocer que se trata de una demostración evidente de pragmatismo y que éste no es bien visto por todo mundo. Aunque los partidos tienden a parecerse entre sí, por la elemental razón de que se movieron al centro para ser competitivos, los ciudadanos quisieran encontrar algunas diferencias que distingan a unos de otros, si no, ¿para qué existen? Aunque de ninguna manera sería mi propuesta, dadas esas pocas diferencias, no faltará quien proponga que mejor sería regresar al monopartidismo antiguo y así los mexicanos nos ahorraríamos miles de millones de pesos manteniendo a los dirigentes de una sola organización electoral. Como quiera que haya sido, el PRI nunca fue monolítico y en su seno había diferencias, a veces muy marcadas, quizá más que las existentes entre ese mismo partido y el PAN o el PRD de ahora.

Morena, pese a que incluye ciertas ambigüedades ideológicas y hasta estratégicas, es en la actualidad el único partido antineoliberal en México y, aunque pueda considerarse poco como programa, es tan importante en los países al sur de Estados Unidos, que los pocos gobiernos que han dicho ser antineoliberales están siendo atacados por las derechas, tanto domésticas como externas. Si a otras izquierdas les puede parecer insuficiente ser contrario al neoliberalismo en estos tiempos, les convendría reflexionar que para las derechas es tan grave y amenazante que no han vacilado en emplear todo tipo de recursos para mantener y aumentar sus privilegios, ya de por sí exagerados.

Por lo que me he enterado, incluso entre amigos del PRD, algunos ya están buscando acercamientos con Morena para seguir en la política (“Morena –señaló Roy Campos a El Universal del martes– ha tomado una identidad propia y ha dejado al PRD atrás con claridad.”). No muchos ven con buenos ojos el establecimiento de alianzas de su partido con el panismo, como tampoco vieron acertada la conversión del PRI del llamado nacionalismo revolucionario al neoliberalismo. El pragmatismo político tiene un límite fácilmente visible: tanto históricamente como en cuestión de proyectos de país se ha demostrado que las alianzas de quienes se pretenden de izquierda con las derechas sólo favorecen a estas últimas. Nunca las izquierdas se han visto beneficiadas de dichas alianzas.

La idea de un frente amplio de las izquierdas o de las que algunos llaman fuerzas progresistas sería la mejor fórmula para derrotar la alianza PRI-PVEM-Panal que muy probablemente se presentaría en 2018. Sin embargo, para que ese frente pudiera darse el PRD tendría que reconsiderar sus propuestas de coalición con el PAN y acercarse más bien a Morena. Este partido, por su lado y a pesar de la ruptura aparentemente irreconciliable con el PRD, bien podría tomar en cuenta que una cosa es la dirección partidaria y otra sus bases. Buena parte de éstas, en ambos partidos, no verían tan mal que sus respectivas organizaciones participaran juntas para derrotar al PRIAN y sus aliados. Ya ha ocurrido en otros países latinoamericanos y los resultados han sido positivos, porque si a diferencias vamos, para mí es evidente que éstas son mayores, para el caso, entre PRD y PAN que entre el primero y Morena. Quizás una encuesta entre las bases de ambos institutos políticos nos daría un indicio de sus preferencias por cuanto a alianzas.

rodriguezaraujo.unam.mx