16 de abril de 2016     Número 103

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El sueño de Berta Cáceres,
peregrina de la esperanza

Víctor Manuel del Cid Lucero Sociólogo y antropólogo social nicaragüense. Docente e investigador universitario.

Es permitido soñar y luchar por hacer realidad los sueños. En una entrevista Berta compartió que tenía el sueño de una patria, un pueblo, un país, una sociedad más justa, más humana (theviolenceofdevelopment.
com/honduras-null
, entrevistada por: DominicMcCann, Kerstin Hansen, Juliette Doman y Michael Farley, en Intibucá, Honduras, en marzo de 2010)

Dijo que sabía que eso puede costar la vida y recordó al montón de compañeros que han matado, “los afines a nosotros, el compañero de Aguán, el profesor de San Pedro... No es fácil, pero vamos a seguir”. Apenas en noviembre del año pasado, la relatora de Naciones Unidas para los Pueblos Indígenas, la filipina Victoria Tauli-Corpuz, al final de una visita a Honduras que hizo por invitación del presidente Juan Orlando Hernández, lanzó una alerta por la situación crítica que sufren las poblaciones indígenas: de territorios indígenas amenazados por la invasión de terceras personas, el impacto de los megaproyectos de desarrollo, la falta de reconocimiento pleno al derecho sobre sus tierras y recursos naturales y el asesinato de 44 indígenas defensores del medio ambiente.

La sociedad hondureña es pluricultural y plurilingüe; estos son los pueblos que crean esta diversidad: los pueblos indígenas mayas ch´ortí y tolupán; nahua pech, lenca en la región occidental, y miskitu y tawahka en la Muskitia, y en el Caribe los garífunas y creoles. El más numeroso de estos pueblos es ellenca con una población de 279 mil 507 personas en los departamentos de Lempira, Intibucá, Ocotepeque y pequeñas poblaciones en La Paz, Santa Bárbara, Francisco Morazán y en la zona fronteriza con El Salvador, departamento de Valle, donde conviven con lencas salvadoreños.

Una tenaz defensora de la Madre Tierra, Berta Cáceres Flores, nació en La Esperanza, Intibucá, un 4 de Marzo de 1971. En sus propias palabras:


FOTOS: Archivo

Vengo del pueblo lenca. Procedo de una familia dónde las mujeres han sido centro y determinación en las vidas de las familias, generalmente mujeres con mucho conocimiento de la sanación y de apego a la tierra como es en el pueblo lenca, cultura basada en el maíz, la tierra, el agua, los nahuales, el barro, el conocimiento ancestral y una tradición de crítica y protesta. (Entrevista, mayo 6 de 2011, Tegucigalpa. En la publicación: Mujeres Indígenas en defensa de los derechos humanos: Testimonios. Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Oficina Regional para América Central. 2012).

Hija de una madre incansable, de la cual es hechura, capaz de ayudar a cualquier persona en dificultades a causa de las luchas sociales; ex alcaldesa de su pueblo, partera y sabia. En la década de los años 80’s del siglo pasado, cuando se libraban las luchas revolucionarias de Guatemala y El Salvador, y la Nicaragua sandinista enfrentaba la contrarrevolución, doña María Austra Berta Flores y su hija Bertita se involucraron activamente en el apoyo a los refugiados salvadoreños y fundaron un colectivo de defensa ambiental y cultural con el nombre HACER.


Gustavo Castro, activista mexicano defensor de los recursos naturales, fue testigo presencial del asesinato de Berta Cáceres

De esta manera, de la reflexión sobre las causas de la extrema marginación de las comunidades indígenas lencas en Intibucá y del cuestionamiento sobre lo que se consideraba la responsabilidad de participar en la defensa de la cultura e identidad cultural lenca, surgió la idea de desarrollar una organización para la defensa de los derechos del pueblo lenca, lo que desembocó en la creación, el 27 de marzo de 1993, del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, conocido por las siglas de Copinh, de la cual fue fundadora junto a Salvador Zúniga, que fue su compañero de lucha y de vida.

Ese mismo año, la muerte de varios niños indígenas lencas en el poblado de Yamaranguila, municipio del departamento de Intibucá, por causa de desnutrición aguda, evidenció la situación de pobreza y marginación, que era compartida por todos los pueblos indígenas y afro-hondureños. En el seno del pueblo lenca surgió una estrategia que conmovió al país entero y que consistió en las peregrinaciones o marchas indígenas, negras y populares para llegar a Tegucigalpa y plantear allí los problemas, las soluciones a largo plazo, cambios políticos y participación en la toma de decisiones. Fue entonces que empezó a ser visible el rostro de una joven dirigente lenca, de voz pausada, que formó parte de las negociaciones con el gobierno.

Al siguiente año, en 1994, tres mil indígenas de todo el país respondieron al llamado e impulso de los lenca desde Intibucá y marcharon en el mes de julio desde sus comunidades lencas, tolupanes, miskitus, tawahka, pech y garífunas, unidos por primera vez para que se conociera su realidad y sus demandas por cambios reales, inclusivos, con base en el reconocimiento y cumplimiento de sus derechos. Una semana se mantuvieron apostados en la parte baja del edificio del Congreso Nacional de Honduras, mientras un grupo de 14 representantes indígenas negociaban con la comisión de gobierno nombrada por Carlos Roberto Reina Idiáquez, quien presidió Honduras en 1994-98. En este periodo se realizaron otras peregrinaciones indígenas y negras hacia la capital, con lo cual se logró que el Estado firmara el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la creación de municipios indígenas en los territorios lenca, garífuna y miskitu; el cierre de aserraderos, y la creación de áreas protegidas.

Agenda Rural

Libro: Tres caminos, una utopía. Historias de organizaciones cafetaleras y maiceras en Oaxaca, Veracruz y Chiapas. Autores: Rosario Cobo, Lorena Paz Paredes y Miguel Meza Castillo


Libro: Se hace terruño al andar. Las luchas en defensa del territorio. Con los pies en la tierra, de Armando Bartra. Editorial: Itaca / UAM-X


Libro: Se hace terruño al andar. Las luchas en defensa del territorio. Encrucijada latinoamericana en Bolivia, de Walter Polo-Gonçalvez y Milson Betancourt Santiago. Editorial: UAM-X / Itaca


Libro: México tóxico. Emergencias químicas, de Lilia América Albert y Marisa Jacott. Editorial: Siglo XXI


Documental – Corazones de Maíz. La milpa nahuat y totonakú, de Jesús Ramírez Cuevas youtu.be/snRUhDepBoY

En 2009, Berta se sumó a las protestas contra el golpe de Estado del 28 de junio al entonces presidente hondureño Manuel Zelaya. A lo largo de estos años denunció con energía el despojo de las tierras y territorios indígenas y rechazó la instalación de bases militares estadounidenses en el territorio hondureño.

Juntando fuerzas con la Organización Fraternal Negra de Honduras (Ofraneh), Berta y sus compañeros y compañeras del Copinh asumieron la lucha por la defensa de los territorios indígenas y la biodiversidad, amenazados por proyectos, como la presa hidroeléctrica de Agua Zarca, que construye la empresa privada Desarrollos Energéticos, en el Río Gualcarque, lugar sagrado para los lenca, en el municipio San Francisco de Ojuera, en el Departamento de Santa Bárbara. Antes habían logrado el retiro de la corporación china Synohidro del occidente hondureño, en el departamento de Intibucá.

Siempre tuvo el reconocimiento de su pueblo y de las organizaciones indígenas no sólo de Honduras, sino de toda Latinoamérica. Y en reconocimiento a su entrega a las causas indígenas y ambientales, fue galardonada en el 2012 con el Premio Shalom en Alemania y en 2014 fue finalista del Premio Front Line Defenders en Irlanda. En abril de 2015 fue galardonada con el Premio Medioambiental Goldman, el máximo reconocimiento mundial para activistas de medio ambiente, conocido como el Nobel Verde.

Formada en la lucha, con una militancia de 23 años, de marzo de 1993 a marzo de 2016, Berta Cáceres resumía de esta manera su experiencia de vida militante:

Es satisfactorio darse cuenta que trabajar en un espacio como el Concejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígena de Honduras (Copinh) me ha permitido crecer, desprender, aprender, reafirmar, construir, crear junto al pueblo lenca. Copinh ha logrado mantener la coherencia de sus principios y el compromiso firme de luchar por las grandes causas indígenas desde sus propias cosmovisiones y resistencias históricas como lo es el legado del pueblo lenca. (Entrevista de mayo de 2011, citada arriba).

En este testimonio emergen las ideas y pensamientos de Berta Cáceres, cuestionando la discriminación; el patriarcado; el machismo; el ejercicio abusivo del poder; la vulneración de derechos; la violencia intrafamiliar; el feminicidio; el despojo de los bienes familiares; la falta de atención médica y educativa; el impedimento a los pueblos indígenas al acceso, control, uso y administración de los bienes de la naturaleza a partir de las propias cosmovisiones; el despojo del agua; los tratados de libre comercio que atentan contra la soberanía alimentaria y la preservación de las semillas nativas; el racismo; las estrategias para mantener marginados a los territorios, las culturas y las vidas de los pueblos indígenas, y la privatización de grandes extensiones de tierras y bosques para megaproyectos como la minería, energía eólica e hidroeléctricas. Todo esto en un contexto de amenazas a las defensoras de los derechos humanos y de impunidad.

¿Qué hacer para poder tener sociedades más justas y humanas? Algunas de las estrategias que en su testimonio (oacnudh.org/wp
content/uploads/2013/10/mujeres_indigenas_derechoshumanos.pdf
) compartió la dirigente lenca, son:

Para combatir la impunidad: La construcción de estrategias y el ejercicio de aplicación de justicia con métodos no institucionalizados u oficiales.

Para la dignificación humana de las mujeres indígenas: Concretar un plan de vida organizado en ejes económicos, políticos, socioculturales, sistemas de justicia adecuados a las mujeres indígenas, democratización de la comunicación, biodiversidad, salud, educación, soberanía alimentaria, democratización y dignidad.

Para el fortalecimiento de las organizaciones: Articulación, organización, movilización a nivel nacional hasta el debate interno dentro de nuestras propias y comunidades indígenas.

Para la incidencia: Desarrollar una propuesta y presentarla al resto del movimiento social y a toda la sociedad hondureña que recoja las demandas, pensamientos, diversidades, cosmovisiones, derechos y principios.

Para el empoderamiento de las mujeres indígenas: Continuar elaborando nuestros planteamientos y reunirnos para discutir en qué país soñamos y cómo seguir el proceso de deconstrucción del patriarcado, utilizando los enfoques de género como metodología para analizar los roles determinados y las maneras que se ejerce el poder, y trascender hacia la lucha contra el sistema de dominación.

Para la defensa de la vida: Nuestros ancestros nos enseñaron el respeto a todas las formas de vida como un eje vital único y necesario para la humanidad y el resto de seres. Tenemos que seguir generando vida y sanación, equilibrio y profundidad en las relaciones entre los seres para evitar la autodestrucción.

A la sencilla, querida y admirada compañera y hermana, hija del pueblo lenca, que escuchaba las voces de los ancestros en el rumor del rio sagrado Gualcarque, a la joven dirigente de las peregrinaciones, a la mujer firme y lúcida, manos asesinas le arrebataron la vida el 3 de marzo de 2016 un día antes de que cumpliera 45 años. Los tambores del pueblo garífuna resonaron en sus funerales para acompañarla en su camino al encuentro de sus mayores. Quedan con nosotros y nosotras su ejemplo de vida y sus palabras:

Aunque pareciera algo imposible, quiero reafirmar que no es imposible porque nuestros pueblos han demostrado capacidad pese a todos los obstáculos. Hemos demostrado con nuestra fuerza que somos capaces de sembrar desde la diversidad de todos los colores y formas la alternativa y la sanación planetaria. Las mujeres indígenas lo sabemos y seguiremos adelante. Deseo que esto se comprenda y se transforme, aun en medio de la irracionalidad que nos discrimina.

Que así sea.

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