Opinión
Ver día anteriorLunes 14 de marzo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El caso Clinton
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a dinastía Bush tuvo un frenazo en las elecciones primarias que están en curso en Estados Unidos. La herencia política de la familia se fue debilitando desde el padre, George H W, que fue el presidente número 41 entre 1989 y 1993, a George W, número 43 entre 2001 y 2009 que abrió la puerta a los neoconservadores de Cheney y compañía. Ahora, Jebb el hermano, apenas pudo sostener una pálida campaña, con un apoyo mínimo de los electores de su partido, aun siendo acompañado por su mamá, y abandonó hace ya unas semanas.

El caso de los Clinton es distinto, la herencia de Bill se trasmite en este caso a Hillary, la esposa; esforzada política por fuerza propia desde que su marido gobernaba el estado de Arkansas, luego senadora por el estado de Nueva York, precandidata que perdió la nominación frente a Obama en 2008 y secretaria de Estado en el primer gobierno del mismo.

El partido demócrata la asumió como su candidata casi natural a la presidencia y se esperaba que tuviera un curso fácil durante las elecciones primarias. Se encontró con Bernie Sanders, que no sólo ha expuesto filones de la personalidad y de la actividad política de Clinton, sino que le ha disputado las elecciones en varios estados, el más reciente y significativo es Michigan.

Es cierto que Clinton acumula ahora más delegados y cuenta con apoyos explícitos con los que puede ganar la nominación del partido. Pero en el camino surgen muchas interrogantes que comprometen a la candidata.

Ella arrastra varios lastres que pueden repercutir de modo adverso en el camino a la nominación. Sanders la ha exhibido como cercana los intereses de Wall Street, lo que pesa en el electorado por las condiciones provocadas por la crisis de 2008 y las políticas de salvamento del sistema financiero impuestas por Bush, primero, y luego por Obama.

También está el caso de los ya famosos correos electrónicos con información gubernamental clasificada que Clinton envió por medio de su cuenta personal cuando era secretaria de Estado. Esto ha creado una fuerte controversia, aprovechada por los candidatos republicanos para desprestigiarla. El asunto, que según los expertos no se sostiene, no se disipa y el litigio está en manos de la FBI, que puede acusarla formalmente y, entonces, incidir de modo directo en el proceso electoral. En el reciente debate organizado por la cadena hispana Univisión, Clinton fue nuevamente cuestionada por los hechos y si abandonaría la candidatura si se procediese judicialmente.

Este caso tiene rasgos similares al que ocurrió en las elecciones de 2000, cuando se enfrentaron Bush II contra Al Gore. En una elección muy cerrada y decisiva en Florida, el resultado final fue decidido por la Suprema Corte a favor del primero. El asunto suscitó una fuerte controversia política que involucraba la separación de poderes. Uno de los más fervientes defensores de la acción legal fue el juez Scalia, conservador a ultranza, recientemente fallecido. Cuando era cuestionado por su decisión respondía que de haberse hecho nuevas elecciones Bush ganaría; así que aconsejaba: Ya supérenlo. Scalia debe ser sustituido en la corte. Obama será obstaculizado para hacerlo y será el próximo presidente el que defina el carácter de la Corte por muchos años por venir.

Un promedio de las encuestas indican que la relación entre quien favorece o no su credibilidad de Clinton es de 40 a 53, lo que representa un apoyo débil para lo que se suponía que era una candidatura cantada a la presidencia.

Uno de los aspectos que parecen ser claves en las elecciones primarias y lo será en la campaña por la presidencia tiene que ver con el empleo y el ingreso de las familias. Esto tiene una resonancia especial en los estados indutriales –como Michigan y Ohio–, lo que ha provocado que haya una mayor oposición a los tratados de libre comercio, incluidos el TLCAN y el Tratado Transpacífico de Asociación Económica negociado recientemente. Trump se opone a ambos de modo ruidoso, Sanders también, y Clinton, que favoreció el primero, no apoya el segundo.

En esta campaña política, que ha sido demasiado escandalosa, del lado republicano se expresan muchas cuestiones que pueden ser definitorias. La demografía ha cambiado significativamente y se advierte en la participación de los votantes más jóvenes, de los votantes blancos de mayor edad y de la población negra y de origen latino. La geografía es políticamente diversa, sobre todo tendiendo una línea entre los estados de sur y los del norte que comprenden, entre otros, a las actividades económicas, la participación del poderoso movimiento evangelista, los migrantes y el tema del muro en la frontera con México.

En este sentido, la elección tiene muchos rasgos nuevos y relevantes como indica la arrolladora campaña de Trump en las primarias y la reacción de miembros del Partido Republicano para intentar frenarlo. Esta es una historia en curso.

Otro asunto que ha sido expuesto es la frialdad de los electores ante las dinastías políticas, primero los Bush de manera contundente, y luego los Clinton, que luchan ahora por prevalecer. Estados Unidos tiene en esto rasgos de su práctica política que lo asimilan con las herencias que se ven en el resto del continente.