Opinión
Ver día anteriorViernes 26 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Combustibles: ni un peso atrás

Impuesto, 50% del precio final

Que se vaya Duarte (a la cárcel)

E

n una versión moderna del clásico Songo le dio a Borondongo, éste le dio a Bernabé, quien le pegó a Muchilanga (etcétera, etcétera), Enrique Peña Nieto quiso congraciarse con el respetable y sin más anunció mejores precios para las gasolinas que se venden en México, pero de inmediato su ministro del (d) año, Luis Videgaray, lo desmintió tajantemente (los precios se quedan como están y háganle como quieran), mientras la comisionada presidenta de la Comisión Federal de Competencia Económica, Alejandra Palacios Prieto, dijo sí, pero no (podrían reducirse, pero hasta 2018, y habría que ver).

Como política de comunicación del gobierno peñanietista lo anterior es un verdadero desastre y el que lleva el peor filón es quien quiso dar una buena noticia aunque fuera falsa, como tantas otras que cotidianamente se anuncian en esta República de discursos. La imagen y credibilidad del inquilino de Los Pinos y su gabinetazo de por sí está en el suelo, y todavía alegremente se animan a echarle más leña a la pira en esa esta suerte de desmadre organizado que se cargan.

Los consumidores nacionales acumulan dos décadas de aumentos permanentes a los precios de los combustibles, en proporciones verdaderamente espeluznantes, y desde hace un trienio vienen escuchando el canto de las sirenas en el sentido de que ahora sí, y gracias a la reforma energética, dichos precios, por fin, comenzarán a reducirse sostenidamente. Sin embargo, en los hechos no ha ido más allá de unos cuantos centavitos (después de aumentar muchísimos pesos) y allí se quedarán mientras el gobierno no modifique su política fiscal aplicable a los precios de gasolinas, diésel y demás.

Peña Nieto podrá decir lo que quiera, bailar flamenco y engañar a los mexicanos con descuentos imaginarios, el ministro desmentirá públicamente a su supuesto jefe las veces que se le pegue la gana sin consecuencia alguna, y la comisionada chimoltrufia dirá que sí y que no (todo ello como parte de una política de comunicación social de zarzuela de quinta, sin pies ni cabeza), pero el hecho concreto es que los precios de los combustibles no bajarán en tanto los impuestos que les cargan se mantengan en los niveles actuales, es decir, prácticamente la mitad de lo que finalmente paga el consumidor. Ni un peso atrás, pues.

El Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados contribuye a desenredar la maraña: “la carga tributaria de los combustibles fósiles se compone de las diferentes cuotas del impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) y el impuesto al valor agregado (IVA) que en conjunto representan, para la gasolina de bajo octanaje (menor a 92 octanos, la Magna), 45.1 por ciento del precio final, para la de alto octanaje (Premium) 38.3 por ciento, mientras para el diésel ascienden a 53.4 por ciento para el mes de enero.

El CEFP añade que dicha carga fiscal se incrementó para febrero, ya que (la proporción) de los impuestos de la gasolina de menos de 92 octanos será de 47.4 por ciento, la de 92 octanos o más, de 39.3 por ciento, y el diésel, 56.8 por ciento.

Lo anterior significa que la gasolina de 92 octanos o más (Premium), es la de menor carga tributaria, con 5.49 pesos de cada litro, mientras el diésel tiene la mayor carga fiscal, con 7.82 pesos por litro. Es de resaltar que la ley del IEPS permitirá, en 2016, reducir la banda de fluctuación de los precios en un monto similar a la inflación, por lo que no es previsible observar reducciones en los precios de estos combustibles, aun cuando los precios del petróleo se ubiquen en niveles tan bajos como los observados en estos últimos días.

Añade el citado centro de estudios que “los combustibles automotrices están sujetos al pago del IEPS y el IVA al momento de la enajenación de dichos productos. En relación con el IEPS, se observa que la ley respectiva contempla la aplicación de diferentes cuotas con distintas finalidades. La primera de ellas, y la más importante por su magnitud, es la cuota del impuesto federal que sustituye a la aplicación de una tasa variable que tenía la finalidad de ajustar el precio al público de los combustibles automotrices con el precio administrado por el Ejecutivo federal (léase Hacienda en este caso).

Tal impuesto permitió mantener precios estables en momentos de gran volatilidad en los precios de los combustibles a nivel mundial. Derivado de la aplicación de esta tasa de ajuste durante alrededor de 8 años, el gobierno federal subsidió parte del precio de venta final de los combustibles para mantenerlos estables ante el crecimiento de estos a nivel internacional. La aplicación de este mismo mecanismo impidió también que los precios de estos combustibles bajaran durante 2015, cuando a nivel internacional se observó una reducción importante de los precios.

Derivado de la entrada en vigor de la reforma energética, apunta el CEFP, a partir de 2018 se podrá observar una libre fluctuación de los precios de las gasolinas; sin embargo, con la finalidad de tener una transición más ordenada en la liberación de los precios, se aprobó, como parte del paquete económico de 2016, adelantarla de manera parcial para este año, contemplando una banda de fluctuación que evite fuertes variaciones en sus precios a consecuencia de la volatilidad del mercado petrolero mundial. En este sentido, las cuotas del impuesto federal que sustituyeron la aplicación de la tasa de ajuste, se fijaron en un nivel que le permitirá al gobierno federal captar un monto similar al obtenido durante el ejercicio fiscal de 2015.

Entonces, compren un mullido sillón y escuchen los cuentos del inquilino de Los Pinos en espera de mejores precios en los combustibles, siempre y cuando el voraz ministro los deje pasar.

Las rebanadas del pastel

A escasos meses de concluir su mandato, ya vaciadas las arcas estatales, ya violadas todas las leyes, ya agredidos todos los ciudadanos y ya hecho todo el daño, ahora sí la clase política grita y exige que se vaya Javier Duarte, gobernador de Veracruz. Pero el problema no es que se vaya, sino saber cómo es que este salvaje llegó al puesto y se mantuvo, como sucede con tantos otros deleznables personajes a lo largo y ancho de la República. ¿Quiénes y por qué lo dejaron llegar, lo ampararon en el cargo, le permitieron cometer todo tipo de tropelías y le garantizaron impunidad absoluta? Entonces, que se vaya Duarte, sí, pero a la cárcel, junto con sus protectores. ¿Quién dice yo?

Twitter: @cafevega