Opinión
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La muerte de Antonin Scalia
C

on la muerte del ministro de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, Antonin Scalia, la vida política en ese país ha dado un giro inusitado. Al proceso electoral, de por sí álgido, se suma un nuevo motivo para tensar aún más las relaciones entre liberales y conservadores.

A lo largo de sus 40 años como ministro de la corte fue un fundamentalista cuyas decisiones invariablemente se apegaron al más estricto código conservador. Fue el que defendió con más ahínco la doctrina jurídica que tenía como esencia el originalismo. Esta corriente se inspira en la aplicación estricta de las decisiones jurídicas basadas en la constitución, sin tomar en consideración los cambios sociales acaecidos a lo largo de los años. Scalia integraba parte de la quinteta de ministros que hicieron de esta corte una de las más conservadoras en la historia del país.

Acorde con su raigambre conservadora, invariablemente encabezó a los miembros de esa institución cuyas decisiones favorecieron los intereses individuales y corporativos por encima de los sociales y los del Estado como regulador de la sociedad. Entre las decisiones que avaló, una de las más controvertidas fue la conocida como Citizens United, mediante la que abrieron las compuertas para que miles de millones de dólares inundaran el proceso electoral, y de esa forma un puñado de plutócratas tuviera la posibilidad de controlarlo según su conveniencia.

El resultado último ha sido la erosión significativa de la democracia, siempre tan ponderada por los estadunidenses.

La muerte de Scalia abre la posibilidad de que la balanza entre conservadores y liberales se incline del lado de estos últimos. A sabiendas de ello, el Partido Republicano ha lanzado la especie de que por ser el último año de Barack Obama como presidente abdique de su obligación constitucional y se abstenga de nombrar a quien deberá sustituir a Scalia.

Con su actitud, el Partido Republicano se vuelve a dar un tiro en el pie, ignorando deliberadamente que más de un presidente ha nombrado algunos ministros de la corte durante el último año de su gestión. Uno de ellos fue Ronald Reagan quien a unos meses de finalizar su mandato nombró a Anthony Kennedy con el fin de preservar una mayoría conservadora en la corte.

El intento de esta nueva trapacería de los republicanos tiene base no sólo en preservar la filosofía de la corte, sino en que estará en posibilidad inmediata de emitir importantes resoluciones de contenido social en los próximos meses: el derecho al aborto, el programa de acción afirmativa, la pertinencia de preservar la reforma de salud y nada menos que la posibilidad de que varios millones de indocumentados permanezcan en el país, gracias a una decisión ejecutiva del presidente.

Son algunas de las razones por las que el discurso de los candidatos republicanos a la presidencia ha dado un giro inesperado. Últimamente, sus argumentos tienen la finalidad de evitar que nombre al sustituto de Scalia. La competencia es quién de entre ellos ataca en forma más virulenta al mandatario, y de esa forma mostrarse a los republicanos como el más auténtico y radical conservador.