Opinión
Ver día anteriorViernes 12 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La peregrinación de los tractores
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uchas veces las y los barzonistas han recorrido a caballo o en tractor los casi 200 kilómetros que separan al Ejido Benito Juárez de Ciudad Juárez. Lo han hecho para protestar por las altas tarifas de energía eléctrica, por la invasión de productos agrícolas extranjeros, para demandar justicia… Pero esta vez no.

El domingo 14, El Barzón comienza en ese emblemático ejido del norte de Chihuahua su Peregrinación al Encuentro del Papa Francisco para el Cuidado de la Casa Común. Aclaran que no se trata de una caravana ni una marcha. Es eso: un peregrinar para encontrarse con quien como nadie ha entendido el espíritu de sus luchas, les ha mostrado horizontes que comparten y ha reflejado los valores de sus acciones y de sus movimientos: Francisco, el primer papa latinoamericano.

Serán más de 200 tractores provenientes de varios rumbos de Chihuahua. Esta vez los tozudos vaqueros norteños no mostrarán el músculo para enfrentar la posible represión de los cuerpos policiacos. Las recias mujeres de por acá no portarán mantas de protesta. Al costado de sus tractores colgarán las bienaventuranzas evangélicas interpretadas desde sus rasposas realidades. No gritarán consignas contra el mal gobierno y los funcionarios corruptos, pero sí corearán las frases de Francisco que documentan su ver, su pensar y su actuar sobre la problemática que todos los días enfrentan.

Se están preparando con tanta o más emoción como cuando van a tomar los puentes internacionales. Porque detrás de la mayoría de esos asoleados gorros vaqueros, arriba de las polvosas botas y más adentro de las grandes hebillas de sus cinturones, laten corazones religiosos, no mochos ni rezanderos. Fe de mujeres y hombres sencillos, esenciales, que sienten que en su accionar por la justicia, en sus movimientos por defender sus comunidades, sus semillas, su agua, su tierra, están cumpliendo con el núcleo duro del Evangelio, sin necesidad de disquisiciones teológicas. Campesinas y campesinos que poco a poco han sido ganados por la palabra y la acción de un Papa que les habla en su idioma, que escribe encíclicas que hablan del derecho a la tierra, al techo, al trabajo digno.

A lo largo del camino se van a detener tres veces para compartir sus pensares y su sentires y a celebrar la fraternidad en misas presididas por otros tantos sacerdotes comprometidos con el pueblo. En Ciudad Juárez les asignaron un lugar en la valla que se formará a lo largo del recorrido del papa Francisco. Esperan que se les respete, que los dejen expresarle la bienvenida a su manera. Que la lógica de la fe del pueblo se imponga sobre la logística del miedo del Estado Mayor Presidencial.

Y se las ingeniarán para hacerle llegar una carta al papa Francisco. En ella le van a decir, muy en el lenguaje de él mismo y de la iglesia popular latinoamericana, que comparten su ver, que comparten su juzgar y que comparten su llamado a actuar expresado sobre todo en la encíclica Laudato Si.

Van a manifestarle que comparten su diagnóstico de la doble cara de la crisis global que vivimos: ambiental y social. El desastre climático, la devastación de los recursos naturales, la concentración de los alimentos en pocos y el hambre de los muchos, la exclusión de la tierra y del trabajo que generan violencia contra las comunidades y las personas.

Le van a decir también que comparten su juicio sobre las raíces estructurales de esas crisis: el paradigma tecnocrático-financiero que ha convertido todo en mercancía, en objeto de lucro: agua, bosques, suelos, plantas, semillas, animales, personas. La concentración de todos los procesos de producción de alimentos en los oligopolios en detrimento de millones de las unidades de la pequeña agricultura.

Y le van a reiterar que comparten y están dispuestos a seguir el llamado a actuar que en diversas instancias ha hecho el papa Bergoglio. Que, como él, han escuchado el desesperado clamor de la tierra y de los pobres. Que tienen toda la disposición a cumplir su papel en el cuidado de nuestra casa común: producir alimentos saludables, accesibles y de acuerdo con la tradición de los pueblos; ser amorosos cuidadores y protectores del agua, de los bosques, de las plantas, de las semillas, de la tierra, generar trabajos dignos para sus familias y sus comunidades, luchar incansablemente por la justicia y la vigencia de todos los derechos para todas y para todos.

Las nuevas bienaventuranzas van en tractor al encuentro del papa Francisco.