Opinión
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Isocronías

Certidumbres, incertidumbres

L

a brújula no es el norte, sólo lo señala.

Acaso la poesía sea el silencio que el lenguaje hace en sí mismo para que podamos escucharlo –o escucharnos.

Si no hay poema que la sustente, no hay poética que valga.

Toda poética es provisoria, y aun cuando vaya a, necesariamente es resultado de.

Toda poética es provisoria porque todo poema es una averiguación, nunca una conclusión: de confirmarla, el poema –si poema es– la extralimita, la expande, la rebasa.

Una vez rebasada determinada, tal poética por determinada o determinadas, tales obras, abiertos, expuestos deja otros caminos, otras poéticas. Mas claro quede: las poéticas pueden ser rebasadas, las obras no.

Si la poética no es en sí misma poesía, ¿tendría sentido?

Se sabe que la misma experiencia (Rashomon) genera o hace recordar diversas, contradictorias experiencias en un mismo grupo. Se atiende menos el hecho de que la misma experiencia en una misma persona muestra fuertes variantes en distintas circunstancias y que esa misma persona no sabe bien qué hacer con sus vivencias –opuestas, encontradas. Dos poetas, me limito a ellos, Antonin Artaud y Vladimir Holan, opinan que sin contradicción no hay poesía. No sé si traducirlos así: sin esfuerzo o sacrificio por la armonía no hay armonía.

Si uno ya sabe lo que quiere (y acá cito a Foucault: El juego merece la pena en la medida en que no se sabe cómo va a terminar), uno ya no sabe lo que quiere.

Los poetas arracimados, gallináceos (término –no aplicado, cierto, a los poetas– cortazariano) o gregarios o… ¿Algo podrán contra el pájaro solitario (que en este espacio sólo simbólicamente es poeta pero de modo que devendría excesivo explicar entendería muy bien el trapense Thomas Merton)? Los poetas que saben lo que hacen –y en esto, para acudir a un término claramente borgesiano, me he demorado demasiadas veces–, no saben (tan seguros de sí están porque grupo son que poco se cuestionan) lo que hacen.

Hay los escritores, incluso los redactores, de poemas, y hay los poetas. Y la época, o quizás el espíritu de la época, no permite distinguirlos, en parte porque los poetas rebasan al espíritu de la época, del que sólo se tendrá conciencia después (Proust: hasta las estampillas postales reflejan el espíritu la época). En el ámbito pictórico, el ejemplo es fácil, pero por ello mismo mejor: Vincent.