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Ver día anteriorViernes 22 de enero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ya nos llevó el diablo
Q

uien sabe quién será el diablo, exista o no, pero se ha metido en la República, impidiendo el diálogo –la socialización. Seguro anda muy contento, empedrando el camino hacia el infierno: Desde Goethe, no ha progresado mucho. Su esbeltez serpentina, gesto mefistofélico, enmarcado en bigotes y barbas impertinentes hasta el reto, están perdidas… sólo queda la irónica risilla, pero al fin risilla.

A la República se la lleva el diablo de un día para otro, mientras encantado la contempla: odios entre cárteles y narcos, violencia general, obstinación de viejos prejuicios de raza –blancos y morenos–, que se asumen como defensa de la desigualdad social (1 por ciento de la población tiene 50 por ciento de la riqueza más o menos). Raudo anda al diablo para llevarse México al infierno, mas no el vislumbrado por Dante. En vez del Per me si va tra la cita doliente, su imagen se permuta en un campo desvencijado, sostenido por las ciudades perdidas en todos los estados y la ciudad. Polvo y moho cubren la democracia, sin nariz, oídos ni piernas: justicia manca del lado de la balanza del atuendo de la libertad enfangado por el lodo, golpeado por la barbarie y pisoteada por quién sabe quién.

Ya en el infierno, los mexicanos se percatan de que el diablo no es un pobre diablo. Es un diablo que se ha aparecido desde siempre. Lentamente se le descubre su máscara de incomprensión, se desvela la testa cornuda de Mefisto. Esa incomprensión que aparece cuando la conciencia no es fuerte. Conciencia que para darse requiere de la razón. Razón que se da en el lenguaje. Lenguaje que propicia el diálogo que no permite las condiciones. Diálogo que en términos de Antonio Machado, expresa en el verso ya mencionado: Para dialogar, preguntad y después escuchad. Lo contrario da por resultado la incomprensión, las palabras se enroscan, invaginan, vacían de significado y sentido, muerden entre sí volviéndose una madeja de víboras.

En la memoria un pasaje del Fausto, de Goethe:

“Se entrecruzan mil y mil hilos
van y vienen las lanzaderas
manan invisiblemente las hebras
y un único movimiento
establece mil enlaces”.

Manar invisible de hebras que apresan, en amarrado tejido, las múltiples acepciones de la palabra incomprensión. A manera de vertiginosa experiencia del diccionario un sinónimo nos conduce al otro, como una puerta nos lleva a otra puerta en un laberinto sin fin. Todos sinónimos en derivación circular.

Incomprensión que raya en la ininteligibilidad, en línea directa con la ofuscación, nublada ignorancia, desembocando en la oscuridad, la desunión y el desacuerdo; cifrada en confusión, enredo y circunloquio. Flanqueada por enigma, misterio y abismo, tejiendo sinónimos, claves, secretos y galimatías. Como resultado, el bizarro tejido de todos los sinónimos enunciados de la incomprensión. En palabras de Goethe:

“Oímos y creemos comprender
y así nos seduce finalmente ese canto”.

Mientras todo se lo lleva el diablo y creemos ser poseedores de la verdad. El diablo se esconde donde no tiene donde. El desmadre de lo diabólicamente incomprensible. ¡A los trabajadores nuestras pensiones se volvieron la mitad de lo que teníamos!