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A la memoria de Richard Levins
A

l conjunto de trágicas noticias que día a día nos caen como baldes de agua helada hemos de añadir la del deceso, ocurrido el martes 19 de enero, del compañero Richard Levins, catedrático de la Universidad Harvard, connotado biomatemático, ecólogo y destacado filósofo de la ciencia y la biología.

La obra de Levins resulta relevante por haber hecho sus contribuciones científicas, desde su juventud, aplicando el método del materialismo dialéctico a los problemas de la biología contemporánea. Me refiero explícitamente al método defendido por Friedrich Engels en su Dialéctica de la naturaleza. Gracias a ello, junto con sus inseparables compañeros Richard Lewontin y Steven Rose, Levins impulsó una profunda reflexión entre los evolucionistas acerca de los equívocos contenidos en ciertos aspectos conservadores del darwinismo y de sus raíces ideológicas en el mundo burgués. Se pronunció en ese sentido contra las concepciones reduccionistas y esencialistas en la ciencia en general y en la biología y la biología evolutiva en particular, que siguen concibiendo erradamente el todo como la suma de las partes y al organismo separado del ambiente. Este reduccionismo asigna a una partícula esencial o molécula maestra el conjunto de características de los seres vivos, lo mismo morfológicas que fisiológicas conductuales o culturales y, en ese sentido, se encuentra muy limitado para abordar los problemas actuales de la biología.

Levins manifestó la tesis de que el mundo vivo debe ser comprendido como relaciones y totalidades concretas. Junto con Lewontin, publicó en 1985 su obra El biólogo dialéctico, que contiene una compilación de los más importantes textos que hasta ese entonces habían escrito. Allí Levins, contraponiéndose contundentemente a la dialéctica vulgar y de manuales, llevó adelante una defensa esmerada de esta corriente filosófica, tanto como teoría como en su aplicación a los problemas agroecológicos y de los sistemas de salud. La influencia de estos puntos de vista se ha dejado ver en muchas de las manifestaciones de la biología del siglo XXI, que están poniendo contra las cuerdas al ideologizado reduccionismo en la biología.

En una muestra de congruencia indoblegable, Levins manifestó siempre su convicción marxista revolucionaria, la cual mantuvo hasta su último aliento. Esta convicción se vio siempre acompañada por un consecuente compromiso militante. A lo largo de cinco décadas hizo constantes viajes a la Cuba revolucionaria, asesorando e interviniendo directamente en los problemas de la producción agrícola. En plena conflagración bélica, viajó a Vietnam para solidarizarse con la lucha de aquel heroico pueblo contra la intervención estadunidense y rechazó abiertamente ser miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, debido al apoyo que dicha academia había brindado al gobierno de Estados Unidos en aquella intervención bélica; encabezó, junto con Lewontin y Stephen Jay Gould, la oposición a la sociobiología, a la que calificó como una seudociencia al servicio de los intereses imperialistas. Desde los años 70 participó en el consejo editorial de la revista Science for the People, convencido de que la neutralidad en la ciencia es un mito y de que es una actividad política en la que, conscientemente o no, todos los científicos se involucran.

El de Levins es un claro ejemplo de congruencia entre el pensamiento, la palabra y la obra. Nunca se dejó llevar por las tentaciones posmodernas y del poder. No sucumbió a los cantos de sirena del neoliberalismo ni buscó alternativas en las formas suaves o “amigables del capitalismo. Su mundo no fue nunca el de los galardones, los premios y pasarelas. Su ciencia siempre fue una ciencia para el pueblo, como él mismo lo dijo.

Siempre recordaré la visita que en noviembre de 2013 hizo a México y a la UNAM, en la que impartió tres históricas conferencias, la más memorable de todas, en el auditorio Alberto Barajas de la Facultad de Ciencias, llena hasta el tope de cientos de estudiantes y profesores que escuchamos una verdadera obra maestra que, coherentemente, transitó desde la dialéctica y la filosofía de la ciencia hasta la ecología de poblaciones y el llamado al compromiso revolucionario.

Levins escribió:

Los seres humanos observamos el mundo natural como reflejo de la organización social dominante a la realidad de nuestras vidas. Una visión del mundo evolutiva, siendo ésta una teoría de la naturaleza del cambio, sólo congenia realmente con una sociedad revolucionaria.

Su ejemplo es un elocuente y firme mensaje a las nuevas generaciones de científicos y estudiantes en aras de una ciencia comprometida con la justicia, la libertad y la revolución.

* Académico de la UNAM.