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Advertencia a Turquía
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akistán como Turquía. Si la matanza en la universidad de las afueras de la antigua frontera noroeste de Pakistán no fuera indicio suficiente de que el primer ministro Nawaz Sharif aún está lejos de conquistar el terrorismo, es también un vaticinio de lo que le espera a Turquía, donde gobierna el aún más arrogante presidente Recep Tayip Erdogan. El mandatario permitió que las fronteras de su país fueran usadas como paso seguro de combatientes extranjeros y contrabandistas en camino a Siria, de la misma forma en que Pakistán obró contra Afganistán tras la invasión soviética de 1979.

Turquía experimenta ahora ataques contra su pueblo casi tan violentos como los que ocurren en Pakistán. El gobierno de Erdogan pone cada vez más énfasis en sus acreditaciones islámicas, al igual que lo hacía el presidente Mohammad Zia ul Haq en Pakistán en los años 70. Y Turquía ahora se da cuenta de que el califato del Isis, con el que preparó un tratado para controlar parte de la frontera siria colindante con Turquía, para facilitar el acceso a los musulmanes occidentales que desearan cruzar en la dirección opuesta, y permitir a los contrabandistas de petróleo llevar su cargamento hacia los territorios tomados por el Isis, está atacando Ankara y Estambul.

Las poderosas fuerzas de inteligencia paquistaníes, los tristemente célebres Inter Servicios de Inteligencia, enviaron armas a los mujaidines antisoviéticos y después cooperaron con el talibán.

Ciertamente, el talibán logró infiltrarse en las instituciones del ejército y la inteligencia, y ahora el Isis parece haberse infiltrado en el aparato del Estado turco.

En el caso de Pakistán, su guerra contra el Isis es aún más complicada debido a que sus propios enemigos islamitas parecen tener diversos rostros. Por ello, mientras un grupo talibán se adjudica la matanza de la universidad de Bacha Khan de Charsadda, otro condena los ataques como anti islámicos.

Pero como en el ataque contra los niños del colegio de oficiales del ejército en Peshawar en 2014, donde fueron asesinados más de 140 inocentes, la matanza de Charsadda fue de inocentes. Es fácil explicar estos baños de sangre como respuesta a la educación laica que los grupos islamitas desprecian. Pero en el caso de Pakistán fue casi seguramente una respuesta a las nuevas operaciones contra el talibán.

La Universidad de Bacha Khan recibió ese nombre en honor de Abdul Ghaffar Khan, el Gandhi de la frontera, y su islamismo inspirado en el sufismo, así como sus métodos no violentos, dignos de Gandhi. Todo eso lo hace un blanco obvio para el talibán.

David Gosling, quien fue director de la universidad Edwardes College en Peshawar, opina que los ataques contra la educación pretenden destruir tanto el carruaje como a los caballos a través de la aprehensión del líder de la oposición paquistaní, Imran Khan, que el gobierno paquistaní debe negociar con el talibán.

El dilema de dicha nación, según Gosling, es “agravado por su legado de haber tenido un compromiso previo con la guerra fría y la posibilidad futura de que el talibán gane en Afganistán”.

Nawaz Sharif seguirá repitiendo su viejo mantra de que Pakistán está unido en la batalla para destruir la amenaza terrorista. En lo que toca a Turquía, ahora está envuelta en su propia guerra fría entre Rusia y Estados Unidos por Siria, y juega con las mismas peligrosas cartas que Pakistán. Los turcos tienen a los kurdos como comodín en su mazo, y afirman que la amenaza del terrorismo incluye tanto al Isis como a los kurdos. Se trata de una decisión precipitada: tomar a dos grupos armados al mismo tiempo. Es la misma herencia de la guerra fría.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca