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Tlaxcala: el extraño código del sacerdote Badillo
E

l código Frieda, obra del sacerdote católico (ahora emérito como párroco) Rubén García Badillo, con cuyo trabajo escritural volví a toparme porque encontré de casualidad que le había escrito una carta al papa Francisco, además de varias alocuciones escriturales y auditivas propias de un auténtico predicador, con no escasas entradas en Youtube, de modo que el padre García Badillo es un personaje destacable en las redes sociales (y verdaderamente lo es, casi de colección), que no sólo debe ser considerado un erudito de raras facultades mentales, sino ejemplar, de una condición que se caracteriza por encontrarse poseída por objetos internos, según la acepción kleiniana de Richard Wollheim.

Sus dos objetos internos conviven en su sique y en su muy peculiar y decorada residencia de la calle Porfirio Díaz, en Tlaxcala, y en todos sus haceres escriturales y gráficos. Me refiero a su apasionada e irradicable introyección del escritor tlaxcalteca Miguel N. Lira (1905-1961) y de Frida Kahlo, ambos pertenecientes al grupo de los llamados cachuchas hacia 1919-1920, “época en la que Frida llevaba amistad con ellos y con Alejandro Gómez Arias, estudiantes en San Ildefonso. La primera vez que se conocieron las obras primerizas de Frida realizadas en ese tiempo fue en San Ildefonso, durante la gestión de Jorge Alberto Manrique, en la muestra individual dedicada a la pintora.

Las piezas tlaxcaltecas fueron adquiridas precisamente en 1982 procedentes del Archivo Lira. Una de ellas, el pequeño óleo Pancho Villa y la Adelita, bautizado sin mucho pensar por Mercedes Meade, dado que Frida no aparece allí como Adelita, sino como una muchacha urbana vestida de coctel en el ámbito de un bar o de un café. Es un cuadro inacabado. Posteriormente estas obras concurrieron en el homenaje a Frida de 2007 (centenario de su nacimiento) en el Palacio de Bellas Artes.

Desde mi punto de vista quien mejor las ha comentado, conllevando estudios in situ del archivo Lira, ha sido James Oles, quien las preparó para el Hispanic Research Journal, retocándolas para el libro-catálogo de homenaje publicado en 2007. Probablemente fue poco antes que el reverendo Badillo tomó contacto con María Estela, Telly, Duarte, investigadora del Museo Nacional de Arte, a quien menciona en la primera página de su libro, dedicado a varias personalidades relevantes, como el entonces gobernador del estado, junto con su excelencia el obispo de Tlaxcala.

Advierto, no es que ella le hiciera caso o admitiera las historias. Lo que hizo fue escucharlo y atenderlo con la cortesía y el donaire que merece toda persona, aunque manifieste que se le aparece y le habla Jesucristo y se muestre experto en la partícula de Dios –el Bosón de Higgs–, objeto de sus invetigaciones. En una de sus revelaciones conoció que en la casa donde vive se inició la creación del tiempo y del espacio, pues allí creó Dios el primer átomo y las partículas subatómicas, y allí se realizará el final de los tiempos. Estos datos, comunicados por carta publicada en la red al papa Francisco, tienen por objetivo instar a su santidad a que visite Tlaxcala, donde lo esperarán allí en teletransportación cuántica varias presencias, la principal es Nuestra Señora de Guadalupe que, como se sabe, está vinculada, aunque sólo simbólicamente, como patrona que es de nuestro país, con Frida Kahlo, pues esta última es la que lleva el color.

Las ilustraciones del libro entremezclan obras muy conocidas, como las que integran el acervo del Museo de Arte de Tlaxcala, con otras inéditas; este libro es el único que las contiene. Fue publicado en Estados Unidos por Trafford Publishing y ostenta en la portada una de las imágenes de Frida del reconocido fotógrafo húngaro (uno de los mayores amores de la pintora) Nick Murray y cuenta (aunque no hay referencia que lo atestigue) con benevolencia de Salomón Greenberg, quien califica (y tiene razón) al padre García Badillo de todo un personaje.

Es un dilema, porque el reverendo García Badillo es el heredero y albacea de la colección Miguel N. Lira, y hay cartas y recados inéditos, algunos dibujos del propio Lira (quien acostumbraba hacer caricaturas) y otras efemérides, como la hoja de invitación a la inauguración de las pinturas murales de la pulquería La Rosita, documento archilegitimado, al igual que algunos dibujos a línea, como casas de pueblo, que sin duda son correctos e incluso atractivos, pero no atribuibles a Frida Kahlo, como tampoco lo son las supuestas primera y última firmas suyas que rubrican unas figuras en forma de corazón en tónica estridentista o poscubista. Sería irrespetuoso tratar ese asunto como simple curiosidad funambulesca tlaxcalteca; el padre García Badillo es sin duda un coleccionista y habría que decantar lo que realmente concierne al escritor Miguel N. Lira, una de cuyas novelas, La escondida, fue llevada al cine por Roberto Gavaldón. En el Retrato de Miguel N. Lira de Frida Kahlo, joya de la colección tlaxcalteca, la efigie del poeta, evidentemente tomada de una fotografía que no se ha encontrado, él aparece sosteniendo su primer poemario, titulado Tú.