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Raúl Castro y Enrique Peña Nieto, los encargados de recobrar la amistad

Terminan tres sexenios de desencuentros

México perdió peso diplomático; Cuba es cortejada por decenas de gobiernos y empresas

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En imagen de archivo, el presidente cubano Raúl Castro al lado del ex ministro del Interior Abelardo ColoméFoto Reuters
Enviada
Periódico La Jornada
Jueves 5 de noviembre de 2015, p. 20

Mérida, Yuc.

Los presidentes de Cuba, Raúl Castro Ruz, y México, Enrique Peña Nieto, se sentarán a dialogar el viernes sobre economía, comercio y negocios. Atrás quedaron los tiempos en los que la política, los conflictos regionales y, en ocasiones, los temas incómodos que se colocaban en la mesa por encargo de Washington, dominaban la agenda de estos encuentros bilaterales, que siempre fueron intensos y fascinantes para los medios de comunicación.

Después de tres sexenios de relaciones diplomáticas frías, distantes y en ocasiones conflictivas entre Cuba y México –desde Ernesto Zedillo hasta Felipe Calderón, pasando por la desastrosa gestión diplomática de Vicente Fox–, el vínculo registra un nuevo momento a partir de que Peña Nieto expresó su intención de generar un relanzamiento de la vieja amistad entre los dos países.

Sin embargo, la diplomacia mexicana ya no tiene el peso político que tuvo para La Habana durante los primeros 50 años de su etapa revolucionaria, como el único aliado en el continente, y Cuba, ahora que ha entrado en la fase de plena normalización de sus relaciones con Washington, lejos de ser un país aislado, es cortejado por decenas de gobiernos y empresas dispuestos a aprovechar las ventajas del deshielo para invertir en la isla.

Hasta donde se conocen los detalles de este encuentro Cuba-México, se sabe que el mandatario cubano arribará a la ciudad blanca hoy por la noche.

El viernes temprano Castro depositará una ofrenda floral en el Monumento a los Niños Héroes, en el hermoso parque de La Mejorada, y en cuanto llegue Peña Nieto se iniciará formalmente la reunión, que tendrá lugar en el palacio de gobierno, frente a la Plaza Grande yucateca, al lado de la tradicional sorbetería Colón.

Detrás de esta jornada, se suman 56 años de una de las relaciones bilaterales más intensas –e interesantes– que ha tenido la política exterior mexicana: la relación con la revolución cubana.

Ocho presidentes con Fidel; dos con Raúl

Los mandatarios mexicanos, desde Adolfo López Mateos (1958-1964) hasta Vicente Fox (2000-2006), tuvieron de interlocutor al carismático Fidel Castro. Los dos más recientes –Felipe Calderón y Peña Nieto– a su hermano Raúl.

No fue sino hasta 1975 cuando La Habana recibió en visita oficial, lógicamente con bombo y platillo, la primera visita de un presidente mexicano, Luis Echeverría.

José López Portillo, junto con Carlos Salinas de Gortari, fueron los presidentes que más interactuaron con Fidel Castro. Primero, Fidel vino a México, concretamente a Tulum, en 1979.

López Portillo fue a La Habana en 1980. En 1982 tuvo lugar un encuentro secreto entre el entonces secretario de Estado de EU, el halcón Alexander Haig, con el vicepresidente cubano Carlos Rafael Rodríguez en la casa del entonces canciller Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, en el Pedregal de la ciudad de México. Fue el momento en que brilló la capacidad de la diplomacia mexicana para resolver el último de los conflictos de la guerra fría en América Latina.

En octubre de 1981, cuando México fue anfitrión de la Cumbre Norte-Sur en Cancún, López Portillo y su canciller Castañeda enfrentaron un dilema. El presidente Ronald Reagan vetó específicamente del encuentro al líder cubano. México lo enfrentó con gran arte diplomático: invitó a Castro a un encuentro secreto en Cozumel, a bordo de un yate, donde López Portillo le ofreció todo tipo de disculpas y explicaciones.

El sexenio de Miguel de la Madrid no fue prolijo en su relación con la isla. Al final de su sexenio cumplió con el ritual de una visita a La Habana.

En 1988, Fidel Castro decidió venir a la toma de posesión de Carlos Salinas, presidente bajo el signo del fraude. Salinas lo compensó a lo largo de su sexenio con gestos de gran significado: cuando Cuba enfrentaba la debacle de la caída del bloque socialista, México la incluyó en la primera Cumbre Iberoamericana, que se realizó en Guadalajara en 1991. En el mismo año México invitó a Cuba a una reunión del Grupo de los Tres (con Colombia y Venezuela) y después a Fidel Castro a una visita de Estado en 1993. Gesto de gran peso, puesto que la Ley Torricelli, con la que EU amenazaba explícitamente a los países que negociaran con Cuba, acababa de entrar en vigor.

En diciembre de 1994 el mandatario cubano asistió a la toma de posesión de Ernesto Zedillo, pero este político neoliberal, sin simpatías hacia la revolución, no correspondió. Pronto se empezó a perfilar la ruptura.

Zedillo propinó varios reveses a Cuba: cerró la ventanilla de los créditos, dejó a la isla fuera del Pacto de San José para el comercio petrolero y en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU abandonó el voto contrario a las presiones estadunidenses. Zedillo y Castro se encontraron en tres cumbres presidenciales y todas chocaron. En la primera, en La Habana en 1999, el mexicano se sumó al bloque que intentó poner plazos a Cuba para la alternancia política. Además, la canciller Rosario Green se reunió en la capital cubana con disidentes, acto visto por el gobierno cubano como muy hostil. Otro roce se dio en Santo Domingo.

En 2000, en la Cumbre de Panamá, los dos se enfrentaron por una resolución de condena al terrorismo de ETA, propuesto por el entonces presidente salvadoreño, Francisco Flores (hoy procesado por corrupción), cuando su país albergaba al terrorista cubano Luis Posada Carriles, confeso autor del estallido de un avión de Cubana de Aviación en Barbados y quien en esos días (18/11/2000) falló un atentado dinamitero que estaba dirigido contra el presidente cubano y que de haberse logrado, hubiera provocado una carnicería.

El punto más bajo

Luego de la derrota del PRI en 2000, Vicente Fox llegó con ganas de hacer amistad con Fidel Castro, pero su canciller Jorge Castañeda Gutman, por el contrario, apostó por causar el mayor daño posible a la relación.

Estos fueron algunos de sus gestos hostiles:

En 2001, la cancillería nombró como visita de trabajo, no visita de Estado, el viaje de Fox a La Habana y Castañeda organizó una reunión con los disidentes, sabiendo que eso habría de irritar a sus anfitriones.

Ese mismo año, en Miami, Castañeda declaró que las puertas de la embajada mexicana en La Habana están abiertas para todos los cubanos. Previsiblemente, esto provocó un portazo de cubanos que ingresaron por la fuerza a la misión, buscando salir del país.

En febrero de 2004 tuvo lugar el episodio de la descortesía foxista. Para evitar que George Bush topara con Fidel Castro en una cumbre de presidentes de la ONU en Monterrey, el mandatario mexicano le dijo a su par cubano: Me acompañas a la comida y de ahí te regresas.

En abril, en la asamblea de la CDH de la ONU, México ya no sólo se abstuvo en el tradicional voto de condena a Cuba, sino que se adhirió a una flamígera resolución. A quienes reprocharon ese voto, el canciller los llamó ardidos.

Casi inmediatamente después, Fidel Castro hizo públicas las grabaciones que revelaban la torpeza diplomática de Fox.

Cuando Castañeda se cansó de ser canciller, su sucesor en Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez elevó las fricciones a su grado máximo al expulsar a diplomáticos cubanos por considerarlos espías y dio al embajador Jorge Bolaños –figura señera en la diplomacia cubana– 48 horas para abandonar el país. Esos años también se produjo el incidente de Carlos Ahumada, quien perseguido por fraude en México se fue a refugiar a La Habana. Fue capturado por la policía cubana y expulsado antes de que México lo pidiera en extradición.

A su llegada a la presidencia, Felipe Calderón externó su propósito retórico de restañar las heridas –ya con Raúl Castro y sin una Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, que fue disuelta en 2006–, pero poco se logró, ya que privilegió su empeño rijoso contra el presidente venezolano Hugo Chávez, aliado vital de los cubanos. Al final de su sexenio cumplió protocolariamente una visita a La Habana. Para él era tarde para recobrar la amistad México-Cuba.

Ese capítulo le correspondió a Enrique Peña Nieto, pero ni el mundo ni México ni Cuba son los mismos de antes. La relación bilateral ha perdido peso.

(Versión completa)