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Toros

En la Plaza México, desfile de mansos de Lebrija en la segunda corrida de la temporada

El Conde, el mejor librado en desalmado cartel de banderilleros empeñosos

Menos de un cuarto de entrada para ver a El Zapata, El Fandi y el rejoneador Horacio Casas

 
Periódico La Jornada
Lunes 2 de noviembre de 2015, p. a34

Menudo problema que enfrentan los taurinos positivistas ante una realidad que casi rebasó toda defensa de una fiesta brava sin bravura, de un encuentro sacrificial sin equilibrio, una empresa autorregulada, una autoridad sin compromiso y un público desinformado y mal formado.

Luego del encierro parchado y anovillado de hace ocho días, que congregó a poco más de medio aforo del coso de Insurgentes, una pobre oferta de espectáculo, sabedora la empresa de que a estas alturas la tradición taurina de México mal puede competir con carreras de Fórmula 1, finales de Serie Mundial de beisbol, encuentros de futbol americano y demás deportes con pelotitas de diferentes tamaños, por lo que decidió despachar el compromiso con tres matadores rehileteros, un rejoneador y unos forcados bien intencionados. Mal asunto.

En el segundo festejo de la temporada como grande, se lidió –es un decir, pues lidia viene de lid, de combate, de rivalidad– un encierro disparejo de presentación, pero parejo de mansedumbre y sosería del hierro de Lebrija por el rejoneador Horacio Casas, cuya actuación no mejoró mayormente su discreto desempeño del día anterior en la segunda de feria de Tlaxcala, y los matadores banderilleros Alfredo Ríos, El Conde (40 años de edad, 22 de alternativa y nueve corridas toreadas en lo que va del año); Uriel Moreno, El Zapata (40, 19 y 22 festejos), y el español David Fandila, El Fandi (34, 15 de matador y 69 tardes), pero ni edad ni antigüedad ni cantidad ni voluntad tienen nada que hacer frente a mesas con cuernos, de escasa codicia en el caballo y en los engaños, sosos y, para colmo, débiles. Así no se puede ser positivo y menos invitar a la gente a que apoye esta pobre oferta de fiesta.

El mejor librado por la calidad de su toreo y solvencia en los tres tercios fue el tapatío Alfredo Ríos, El Conde, que toreó muy bien a la verónica a su primero, quitó por navarras, dejó tres certeros pares, algunas templadas tandas con la diestra y una entera apenas desprendida. Quizá lo más torero de la tarde fue un bello quite por crinolinas a su segundo, tras recibir, como todos sus hermanos, una varojal (neologismo que significa vara fugaz que deja un ojal y es tomado como puyazo por la autoridá), nuevos pares a otro tardo que rodó por la arena y olecitos de consolación. Colocó tres cuartos de acero en lo alto, que hicieron rodar sin puntilla y hubo leve petición de oreja. Debió dar la vuelta.

El Zapata anduvo afanoso y bullidor, con su primero estrenó una variante del par Monumental, tomando los palos por en medio. Con su segundo se vio comprometido tras un quiebro en tablas y brindó al diestro Iván Fandiño, que el día anterior desaprovechó al menos malo de la novillada de Rancho Seco en Tlaxcala. El Fandi le tuvo que rogar algunas embestidas a su primero, otro débil y soso, al que despachó de dos pinchazos y dos descabellos. Con el cierraplaza ejecutó unas zapopinas como si le pegara a una piñata, dejó tres pares traseros, pero vistosos, aislados muletazos y desplantes como arriesgados, un pinchazo y un descabello. De lujo la funcioncita.