Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Director: Iván Restrepo
Editora: Laura Angulo
Número Especial noviembre 2015 No 202

El cerro de El Fortín y el agua

Instituto de la Naturaleza y la Sociedad de Oaxaca (INSO)


Arte: Francisco Toledo

Es muy probable que el cerro de El Fortín deba su nombre actual a que desempeñó el papel de baluarte militar en varios momentos de la historia. Hoy sufre un nuevo asedio, aunque de otra clase: en las últimas décadas, el desordenado y rapaz crecimiento urbano ha venido cercándolo, y diversas obras públicas y privadas lo han afectado severamente. El último embate lleva por nombre Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca (CCCO) y ya cobró dos víctimas: la credibilidad del “gobierno del cambio” y el parque público La Amistad. Se ha mencionado la importancia y fragilidad del cerro de la Bella Vista, porque virtualmente se ha ido convirtiendo en una isla ecológica, rodeada por el mar de casas y cemento. También hemos señalado los probables impactos directos e indirectos de la obra en cuestión. Veamos con más detalle las repercusiones en el tema del agua. Para hacerlo tenemos que adoptar una perspectiva histórica y geográfica más amplia.

Los Valles Centrales han sido escenario de una íntima relación entre el agua y la sociedad humana desde hace por lo menos 11 mil años. Sin embargo, en tiempos recientes la relación se ha modificado al punto de poner en riesgo la viabilidad ecológica de la región. ¿La causa? Los mismos fenómenos que han cercado a El Fortín: urbanización desordenada, menosprecio por la naturaleza.

En efecto, durante los últimos cuarenta años los Valles Centrales han sufrido cambios rápidos y profundos de carácter social y ambiental que han afectado al ciclo hidrológico: deforestación, sobreexplotación y contaminación de las fuentes superficiales y subterráneas de agua, inequidad e ineficiencia en su distribución. Hoy, muchos tenemos dificultades crecientes para acceder al agua limpia y al mismo tiempo padecemos mayores riesgos por deslaves e inundaciones.

La mancha urbana que asedia hoy a El Fortín avanza en todas direcciones en los Valles Centrales a razón de cien hectáreas por año, disminuyendo la infiltración y la evaporación de agua. Como consecuencia, disminuyen los mantos freáticos y el microclima se ha vuelto más extremoso. Un elocuente ejemplo es que, por el crecimiento urbano, entre 1992 y 2013 el área impermeable casi se duplicó. Y El Fortín y El Crestón se ven cada vez menos conectados al resto de la Cordillera Norte.

Hidrológicamente, el cerro de El Fortín pertenece a una cuenca muy grande: la del Río Verde-Atoyac. Esta gran olla natural puede dividirse en varias microcuencas y a El Fortín le corresponde la que forman los ríos San Felipe-Jalatlaco, que atraviesa la ciudad de Oaxaca de norte a sur, sobre una superficie de unas cuatro mil hectáreas. Su importancia es inestimable para los Valles Centrales por su función ecológica e histórica. Su potencial económico, cultural y turístico no se discute.

Sin embargo, la microcuenca padece problemas grandes y complejos derivados de cambios veloces ocurridos en las últimas décadas: sus aguas están muy contaminadas por desagües de todo tipo, el cauce y las riberas de ríos y arroyos han sido modificados drásticamente por obras públicas y privadas, se ha invadido sistemáticamente la zona federal, y el entorno natural y rural sufre deforestación y erosión aceleradas. Por eso los lugares todavía cubiertos de vegetación, como El Crestón, El Fortín y la sierra de San Felipe, adquieren una importancia hidrológica y ecológica aun mayor.

En El Fortín caen alrededor de un millón 200 mil metros cúbicos de lluvia (mil 200 millones de litros); casi toda entre mayo y octubre. Del total se evaporan (o transpiran plantas y animales) unos 800 mil metros cúbicos. Esta evapo-transpiración es importante porque determina la humedad ambiental, que actúa como reguladora del clima. Por eso, en lugares cubiertos de vegetación el microclima es más benigno que en las ciudades. En el cerro escurren alrededor de 200 mil litros y otro tanto se infiltra al manto subterráneo, que constituye la principal fuente de agua de la ciudad. Esta es una función clave en una zona conurbada donde, como hemos dicho, la infiltración está disminuyendo rápidamente por efecto de la compactación y el cemento.


Unos deforestan...

Con estos antecedentes, podemos hacer algunas predicciones razonables de los impactos hídricos del CCCO. Primero están las consecuencias directas de la construcción y la operación de las instalaciones: tala de cientos de árboles, remoción de volúmenes considerables de suelo y roca, impermeabilización de la cañada y sus alrededores por compactación y porque se cubrirá de cemento y concreto, generación de desechos sólidos y líquidos, aumento en el consumo de agua.

¿Son impactos considerables? ¿Pueden compensarse o mitigarse? Éstas son preguntas clave y de compleja respuesta. De acuerdo con el estudio de impacto ambiental que presentan los promotores del proyecto, las respuestas contundentes son no y sí, respectivamente. Los objetores del CCCO sostenemos por nuestra parte que es insuficiente la información presentada a las autoridades ambientales y al público en general, que sus conclusiones son apresuradas, sus fundamentos dudosos y subestiman seriamente los efectos negativos.

Si tomáramos en cuenta solo la superficie afectada directamente, los impactos serían moderados: alrededor de 5 por ciento del total del cerro; el número de plantas destruidas sería comparativamente marginal, en particular porque la porción ubicada al norte de la carretera fue desmontada y destruida desde 2006. Sin embargo, debemos considerar que una parte de la obra, el estacionamiento, ya está en proceso y podemos verificar impactos reales que no son despreciables: se modificó severamente la topografía del cerro en su vertiente sur, se destruyó un arroyo temporal y es muy probable que esté afectándose el acuífero pues los cimientos se estarían desplantando a una profundidad mayor que su nivel superior.

Además, el lugar donde pretende construirse el CCCO es una pequeña cañada, que hasta hace poco recogía el agua que escurre y permitía su infiltración. Los efectos negativos son mayores que los que corresponden solo a la superficie involucrada o la vegetación destruida. Finalmente, están los riesgos de derrumbes derivados del reblandecimiento de suelos que han quedado desnudos y que acrecentarían los impactos ya mencionados. ¿Qué pasará con la contaminación y el aumento del consumo de agua a consecuencia del CCCO? Lo que vemos en la construcción hasta ahora no es nada alentador: la vegetación fue destruida completamente a pesar de que la autorización de impacto ambiental obligaba al traslado de 55 por ciento de árboles y arbustos. Además, varias veces brotó agua del subsuelo durante la perforación de los cimientos del estacionamiento. Lo que se “resolvió” fue ¡taponar los surgimientos con cemento! La información hasta ahora disponible sobre consumo de agua y su tratamiento, una vez operando las instalaciones, es muy pobre; se calcula un uso diario por persona de 10 litros –muy bajo a nuestro juicio– y se proponen dos plantas de tratamiento sin especificar características, ubicación y costos.


...y otros reforestan

Hay que tomar en cuenta la pésima experiencia de drenaje que tenemos en los Valles Centrales. ¿Cómo se manejaría la contaminación de aceites y lubricantes en el estacionamiento, por ejemplo? Por otro lado, se menciona de manera genérica que se cosechará agua de lluvia, tanto la que escurre del cerro como la de techos y para eso la única especificación es que se construiría una laguna artificial “al norte del proyecto, junto al área protegida”.

Con todo, son los impactos indirectos los más preocupantes y de ello no hay mención alguna ni de parte de los proponentes ni del Instituto Estatal de Ecología. El abordaje es únicamente hacer matrices de impactos directos de cada componente del proyecto por separado. Falta claramente una visión ecosistémica: el CCCO sería un formidable catalizador de los mismos fenómenos que han ido destruyendo el cerro de El Fortín. Desde el punto de vista hidrológico y por razones de pendiente topográfica, es precisamente la zona de amortiguamiento la de mayor importancia para la infiltración de la lluvia: el agua escurre rápidamente por las laderas y es al pie del cerro donde se filtra. En realidad, el sitio ya destruido donde se ubicaba el parque La Amistad es una olla natural para la filtración de la lluvia, por eso se forman en la zona arroyos temporales y el nivel freático está, todavía, relativamente cerca de la superficie.

La continuidad de las áreas de filtración, la conexión ecológica entre el cerro y el resto de la cordillera, se da aún de manera parcial en las vertientes norte y oriente del cerro. Y por lo que se refiere a vertiente sur, todavía mantiene una transición gradual con el centro histórico de la ciudad; sorprende que todavía encontremos arroyos y manantiales a unas cuantas cuadras del zócalo citadino. Contra la marea urbanizadora, persisten elementos de una ciudad sustentable.

Todo esto se verá amenazado por las presiones inmobiliarias, el aumento de tráfico de vehículos, el incremento del comercio y los servicios que inevitablemente provocará una obra como el CCCO. La presión será regional, de largo alcance, en una zona que ya está en condición crítica. Tenemos que detener el absurdo. Urge recuperar el equilibrio hidro-social en los Valles Centrales. El emblemático cerro de El Fortín tiene en ello un papel clave.

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