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Techos de viviendas perforados y vehículos calcinados, huellas de la persecución

Tras el operativo contra El Chapo, en varios poblados de Tamazula no hay ni un alma

Pobladores insisten en agresiones de la Marina; preocupa a ombudsman local intento de borrar evidencias

 
Periódico La Jornada
Martes 20 de octubre de 2015, p. 7

Tamazula, Dgo.

Techos de casas perforados y vehículos calcinados con más de una docena de impactos de bala son las huellas que dejó la caza que emprendieron las fuerzas armadas contra el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán Loera en la sierra de Durango, donde ahora hay poblados desolados y un misterioso rancho fuertemente custodiado.

No hay ni un alma en varios poblados de Tamazula: después de haber vivido momentos de terror, todos sus habitantes huyeron despavoridos hasta la ciudad más cercana, Cosalá (Sinaloa), a través de sinuosos caminos de terracería en los que pastaban vacas abandonadas. Sólo en la remota comunidad de El Limón hay elementos de la Marina, asegurándose de que nadie se acerque al rancho donde fue ubicado el capo.

Según los vecinos desplazados, fue aquí donde el pasado 6 de octubre los marinos empezaron a balear casas desde helicópteros en un operativo que luego se extendió a otros poblados de la Sierra Madre Occidental.

Al querer entrar a la propiedad, cercada con cadenas y alambre de púas, un equipo de Afp fue interceptado por tres marinos que, apuntándoles con rifles, inquirieron a gritos quién les había autorizado llegar hasta allí.

Poco después, un superior grabó en video a los reporteros y les explicó que tenía instrucciones de no dejar pasar a nadie, porque ese rancho estaba intervenido.

El misterio de este rancho, al que las autoridades no dejan pasar ni siquiera a vecinos, sólo incrementa los interrogantes sobre lo que pasó durante el intenso operativo contra el jefe del cártel de Sinaloa, que se fugó en julio pasado del Centro Federal de Readaptación Social Número 1, El Altiplano, ubicado en Almoloya, estado de México, dando un duro golpe al gobierno de Enrique Peña Nieto.

Sin especificar cuándo o cómo se produjeron los hechos, fuentes del gobierno han confirmado que fuerzas especiales persiguieron a Guzmán Loera en una zona entre Durango y Sinaloa, y que el capo resultó herido en el rostro y una pierna al caer mientras huía.

Sin embargo, el gobierno negó que atacara a la población, y la Marina reiteró el pasado domingo que respetó estrictamente los derechos humanos.

La Marina aseguró en un comunicado que no ha recibido notificación oficial alguna en relación con denuncias de pobladores, y subrayó que permanecerá en la sierra de Durango y Sinaloa.

Sin embargo, los vecinos tienen relatos diferentes.

Inés Rayón Mendoza recuerda que el martes 6 de octubre preparaba tortillas cuando empezó la lluvia de balas. Asustada, fue corriendo a buscar a su bebé, pero dos helicópteros supuestamente de la Marina siguieron disparando con más fuerza contra su rancho de Comedero Colorado, al lado de El Limón, sin que ella entendiera por qué.

Su casa quedó con decenas de impactos de bala y su vehículo calcinado, denunció ante la fiscalía de Durango su marido, Gonzalo Elías.

El domingo, la Afp comprobó cómo el vehículo quedó completamente quemado y con una decena de impactos de bala de grueso calibre, aunque no vio ningún proyectil en el suelo.

Escabulléndose como pudo entre matorrales y zanjas, la pareja huyó aterrada del rancho y caminó cuatro días con su hija de dos años.

Sin comer y sin tomar agua, el matrimonio llegó finalmente a Cosalá, donde en los días recientes han llegado buscando refugio unas 600 personas de Tamazula, quienes denuncian haber sufrido episodios similares.

Caminábamos a oscuras, porque donde veían luz luego empezaban a tirar. Era un traca traca por todos lados, recuerda Inés, mientras espera pacientemente junto con otras familias a que las autoridades les den una bolsa con alimentos y ropa.

Pero su esposo replica exaltado: “salió en el periódico que supuestamente le andaban buscando (a El Chapo), pero ahí conmigo no estaba y casi nos matan”.

En Cosalá, el lunes apareció una manta dirigida al presidente Enrique Peña Nieto, en la que supuestos pobladores se quejan por la presencia y los abusos de la Marina en esa localidad.

La historia de Inés y Gonzalo se parece mucho a la de Martha Marbella, vecina de la comunidad de El Verano, que muestra aún incrédula en su celular fotografías de los balazos que dañaron su casa.

Alcanzaba a ver cómo el helicóptero se paraba y disparaba directamente a la casa. Tenía miedo, gritaba, lloraba, pero yo sabía que era inútil, recuerda esta ama de casa de 32 años.

Francisca Quintero Sánchez, de 40 años, también se apresuró a esconderse con sus tres hijos debajo de la cama cuando se desató la lluvia de balas durante alrededor de una hora.

Fue un rato de miedo, de terror a que nos fueran a matar sin ninguna culpa, expresa esta agricultora que, firme, asegura que los uniformes de ellos decían Marina.

La Afp vio cómo una casa del rancho El Águila tenía al menos cinco balazos en su techo de lámina, y la camioneta estacionada allí presentaba una veintena de impactos de bala.

Martha, Francisca y otras vecinas de El Verano hablaron días atrás con miembros de la Marina, quienes afirmaron que habían disparado porque estaban siendo atacados, algo que ellas niegan.

Que la Armada disparó sobre casas de la población civil es falso, (pero) obviamente cuando se encuentran con gente que dispara, van a repeler la agresión, dijo a Afp una fuente del gobierno federal que pidió el anonimato.

Hasta el momento no se han reportado muertos o heridos por el caso, pero la diputada local por Cosalá, Lucero Sánchez, denunció que habría al menos ocho desaparecidos.

En la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Sinaloa no cuentan con reportes de desaparecidos, pero subrayan su preocupación por un supuesto intento de las autoridades de desaparecer evidencias.