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El promotor sugiere que sea una herramienta masiva de educación

El ajedrez es un gran producto, pero se vende muy mal, sostiene Leontxo García
 
Periódico La Jornada
Martes 20 de octubre de 2015, p. a14

Dos hombres sentados frente a frente ante un tablero, casi inmóviles, se hicieron pedazos a mediados de los años 80 del siglo pasado. No era sólo un duelo entre los dos mejores ajedrecistas del mundo, Anatoly Karpov y Gari Kasparov –ambos soviéticos–, sino un choque entre dos visiones de mundo, dos ideologías que se debatían encima de un tablero con escaques. Este recuerdo es de Leontxo García Olasagasti durante sus años de periodista en aquel enfrentamiento que simbolizó una partida entre ideologías.

Una representaba los ideales del comunismo tradicional con Karpov; ante él hundía la mirada Kasparov, como un emblema del reformismo de la perestroika.

Esto difícilmente se repetirá, plantea García, promotor del ajedrez como herramienta educativa y de desarrollo social. No sólo le parece imposible porque el mundo ha cambiado de forma radical, sino también porque a la disciplina no se le ha sabido difundir.

El ajedrez es un gran producto que se vende muy mal, sostiene García. Para que se revivieran aquellos escenarios históricos tendría que haber dos grandes figuras del ajedrez que representaran valores opuestos, como si un judío enfrentara a un palestino, pero como eso no es posible sólo queda un camino.

La alternativa para que el ajedrez llame la atención de la gente –expone– es que su impartición como herramienta educativa sea masiva.

García integra un proyecto en el que capacitan a docentes, pues afirma que los beneficios de este juego en distintos órdenes de la vida social son incuestionables.

Hay que demostrar que lo que se aprende en el ajedrez es aplicable en la vida real; si sólo sirviera para jugar, no tendría sentido, expone, como parte de su ideario, que compartirá en un seminario para certificar profesores en el teatro Blanquita (24 y 25 de octubre).

Las cualidades pedagógicas no sólo tienen impacto en la población escolar, pues García relata algunas experiencias de cursos que se han aplicado en cárceles de varios países con resultados muy afortunados.

En México ya está en marcha una de estas propuestas –cuenta– y se espera su aprobación para que se aplique incluso en prisiones de máxima seguridad. García no sólo es un devoto del potencial educativo del ajedrez, sino también de su utilidad para el desarrollo social: se ha instrumentado en países con situaciones críticas de violencia, como la que se vive en México.

Recuerda que un reo le dijo: Si el ajedrez es bueno para todo mundo, para nosotros (quienes hemos cometido un delito) es ideal, porque sirve para meditar las consecuencias de nuestras acciones.