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Cuba-EU: normalización plausible y deseable
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e visita en La Habana, la secretaria de Comercio de Estados Unidos, Penny Pritzker, afirmó ayer que los gobiernos de Cuba y Estados Unidos están en posibilidad de construir una relación más abierta y señaló que Washington quiere ayudar a todos los cubanos a insertarse en la economía mundial y a disfrutar de un mejor nivel de vida, pero también dar al pueblo de Estados Unidos la oportunidad de aprender sobre Cuba y de desarrollar relaciones con las personas de una isla que está a solo 90 millas de las costas de la mayor economía del planeta.

Tales palabras fueron pronunciadas en el contexto de la inauguración de un encuentro entre funcionarios gubernamentales cubanos y estadunidenses que se desarrolla en la isla. En respuesta, el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera de Cuba, Rodrigo Malmierca, dijo que su gobierno aprecia mucho las medidas que el presidente Obama ha tomado en el sentido de flexibilizar de alguna manera el alcance del bloqueo.

El encuentro y los pronunciamientos referidos son indicativos de un acercamiento entre autoridades de ambas naciones que habría resultado inimaginable hace unos meses y que tiene como correlato una reactivación lenta, pero firme, de las relaciones e intercambios económicos entre Estados Unidos y Cuba. Apenas la semana pasada, el Aeropuerto Internacional de Baltimore-Washington se sumó a la lista de 18 terminales aéreas de Estados Unidos con vuelos chárter directos hacia la isla. Un día antes, las autoridades de ambos países celebraron en La Habana una primera ronda de negociaciones sobre aviación civil con miras al restablecimiento de los vuelos regulares, suspendidos hace medio siglo.

Esa perspectiva es saludable en la medida que apunta a romper un aislamiento económico y comercial que ha sido, desde hace décadas, objeto de rechazo de prácticamente toda la comunidad internacional; que ha significado un castigo injustificable, inhumano y estéril para los cubanos, y cuya persistencia resulta por demás obsoleta en términos políticos –se trata de una determinación adoptada en el contexto de un conflicto geoestratégico e ideológico hoy superado– y económicos; a fin de cuentas la persistencia de la medida constituye una contradicción a los principios de libre comercio que Washington ha impuesto en otras latitudes del continente y del mundo, toda vez que priva a empresas de Estados Unidos y de otras naciones de legítimas oportunidades de negocio y de inversión en la economía cubana, lo cual, para colmo, implica una inadmisible pretensión de extraterritorialidad de las leyes estadunidenses.

Sin desconocer que el embargo a Cuba está fundamentado en un complejo andamiaje legislativo, cuya modificación corresponde al Congreso estadunidense, controlado por la mayoría republicana, es preciso reconocer que hechos como el de ayer constituyen pasos en la dirección correcta para el pleno restablecimiento de las relaciones y para restañar una injusticia histórica que ha implicado un daño enorme a la población cubana.

Por lo demás, es pertinente y necesario que la inserción de Cuba en la economía internacional, a que hizo referencia ayer la titular de Comercio de Estados Unidos, se desarrolle en armonía con el modelo que decidan los propios cubanos, y no en los términos impuestos por Washington. Esa noción de elemental respeto a la soberanía nacional es un factor central para que la política de normalización de las relaciones binacionales impulsada por Obama y Castro, y facilitada por el papa Francisco, tenga perspectivas de éxito a mediano y largo plazos.