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Número Especial octubre noviembre 2015 No 201

Impacto del fenómeno hidrometeorológico
El Niño en la agricultura del maíz de Chiapas


Campesino maicero de Chiapas

Emanuel Gómez Martínez
Universidad Autónoma de Chapingo sede Chiapas
Correo-e: [email protected]

Justo hace un año, el comisariado de bienes comunales de Venustiano Carranza, uno de los principales municipios productores de maíz de Chiapas, informó en una conferencia de prensa que 4 mil campesinos reportaban pérdidas en 6 mil 500 hectáreas por sequía en el valle del río Grijalva: desde Villaflores hasta La Independencia, pasando por La Concordia y Carranza. Se trata de la región más productiva de maíz en Chiapas, estado que hace diez años ocupaba el tercer lugar nacional en producción de ese grano y hoy ocupa el quinto sitio, casi en su totalidad con sistemas de temporal, es decir, dependiente del clima por falta de sistemas de riego.

Chiapas tiene una precipitación anual que oscila entre 3 mil y 4 mil 500 mm de lluvia al año, la más alta de México, mientras Aguascalientes tiene precipitaciones de sólo 50 mm. Durante el temporal de lluvia hay un periodo sin precipitación, conocido como canícula, que dura dos a tres semanas, generalmente en el mes de julio. El periodo canicular es muy importante en la agricultura de temporal pues la energía solar permite que germinen las primeras plantas de maíz. En cuanto termina la canícula, la lluvia humedece nuevamente la tierra y las hojas de las cañas de maíz, con lo que culmina el crecimiento de la planta. Ese año, la canícula no duró do so tres semanas sino muchas veces más, entre 45 y 90 días, lo que afectó la primera etapa de crecimiento del maíz.

Las lluvias de agosto llegaron hasta mediados de septiembre, los elotes tiernos de maíz no se alcanzaron a desarrollar y los campesinos reportaron pérdidas económicas que calcularon hasta en un 70 por ciento de la cosecha, según pudimos constatar en un recorrido por la zona afectada. Observamos un crecimiento de los elotes de tan sólo 30 por ciento del tamaño esperado. A finales de ese mes inició la temporada de ciclones tropicales y desde entonces las lluvias torrenciales han provocado desastres por inundaciones en la costa del Pacífico, desde Los Cabos hasta Oaxaca.

Esta alteración del ciclo de lluvias estaba prevista por los meteorólogos por la presencia este año del fenómeno conocido como El Niño, una oscilación en las temperaturas del Pacífico que altera todos los fenómenos hidrometeorológicos: lluvias, sequías, tormentas tropicales y las heladas de invierno.

El 14 de abril del 2014, la Comisión Nacional del Agua (CNA) publicó su Proyección de la temporada de tormentas tropicales y huracanes 2014, en la que pronosticaba la formación de al menos 14 ciclones en la vertiente del Pacífico, por arriba del promedio histórico (13.2) del periodo 1949-2013. Y nueve ciclones en la vertiente del Atlántico, por debajo del promedio histórico (11) del mismo periodo.

Sin embargo, no emitieron ninguna alerta temprana que permitiera a la población prever el impacto en la agricultura de temporal por comportamiento inusual de la canícula. De hecho, este fenómeno, pese a su importancia económica en la agricultura de temporal, es poco observado tanto en los estudios hidrometeorológicos, como en la opinión pública. Por eso, en buena parte, no existen programas de prevención del impacto de El Niño, fenómeno que hace 50 años ocurría cada 10 años y provoca situaciones impredecibles. De ahí el nombre de El Niño, por las “travesuras” que suscita. En Perú hay un lago formado repentinamente, por lo que recibió el nombre de lago El Niño. En los últimos 20 años dicho fenómeno se presenta cada cinco años. Así, una alteración en el clima que anteriormente era ocurrente, se está volviendo cada vez más constante.

Para comprender la emergencia en que se encuentra la producción comercial de maíz, es importante aproximarnos más a este sistema, también conocido como agricultura del ciclo primavera-verano. En Carranza, los campesinos siembran durante el mes de junio y cosechan entre noviembre y diciembre. Dependen totalmente del clima por falta de sistemas de riego que les permitan disponer de agua todo el año.

En México, la producción de maíz es totalmente dependiente del mercado de valores de la bolsa de Chicago que establece un precio internacional de la tonelada de maíz en 2 mil 400 pesos mexicanos, con lo que no se recupera la inversión. En las actividades de siembra, los campesinos de Carranza invierten entre 4 mil y 12 mil pesos en actividades de deshierbe y limpieza del terreno, según la superficie. Una segunda actividad es la aplicación de fertilizantes químicos, generalmente con la combinación de nitrógeno, fósforo y potasio. Generalmente se aplican dos o tres dosis de fertilizantes, en lo que invierten de 15 mil a 18 mil pesos por hectárea. La cosecha varía entre cuatro, seis y hasta ocho toneladas de maíz por hectárea, según los insumos, equipo, maquinaria y jornaleros de que dispone cada productor.

En Chiapas, con subsidios del gobierno estatal, el precio de la tonelada de maíz en el ciclo 2014-2015 ascendía a 3 mil 700 pesos. Cantidad insuficiente, por lo que en su última asamblea, la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras del Campo (ANEC) demandó que el precio de la tonelada de maíz se establezca en 4 mil 400 pesos por tonelada en todo el país.

Ante la sequía de 2014 causada por El Niño, y ante la falta de seguro agropecuario entre los productores de maíz comercial, los campesinos demandaron a la Secretaría de Agricultura indemnización por pérdidas de cosecha. Pero no logran todavía una cuota que les permita recuperar su inversión y pérdida de ganancias: dicha secretaría ofreció mil 500 pesos por productor, sin considerar el número de hectáreas afectadas.

El impacto del fenómeno El Niño en la agricultura de maíz de temporal es una realidad. Es probable que Chiapas descienda de ser el quinto productor nacional a un sexto sitio. Lo más irónico es que en Carranza se encuentra la presa La Angostura, la más grande del país, sin que esto se traduzca en un sistema de riego para la agricultura que permita sortear la inestabilidad del clima.

En 2015, un año después de esta crisis por sequía en Chiapas, los programas agropecuarios se mantuvieron prácticamente sin modificaciones, como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera impacto por los cambios de temperatura y por la cada vez más frecuente ocurrencia de fenómenos hidrometeorológicos como El Niño.

Este año, los campesinos de Venustiano Carranzo, sabedores de la inacción gubernamental ante estas emergencias climáticas, retrasaron la fecha de siembra para evitar pérdidas de cosecha como la de 2014. El caso apunta a pensar que, ante el cambio climático, se está actuando más por intuición campesina que por planeación organizada por parte de las instancias oficiales que tanto hablan y prometen proteger la producción de los alimentos básicos y tomar medidas para contrarrestar los efectos del calentamiento global.

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