19 de septiembre de 2015     Número 96

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Guerrilleros antes del momento de ser sepultados FOTO: Comité Primeros Vientos

Querían tierra

Francisco Pérez Arce Ibarra

El 23 de septiembre de 1965, en el estado de Chihuahua, un grupo guerrillero ataca el cuartel de Ciudad Madera. En la memoria de la sociedad ese acontecimiento se convirtió en la hora cero de la guerrilla mexicana.

Trece jóvenes asaltaron el cuartel. Las cosas sucedieron mal. Pensaron que enfrentarían una fuerza de dos pelotones, unos veintitantos soldados, y la guarnición contaba en realidad con más de cien efectivos. Los asaltantes habían planeado contar con 30 guerrilleros; fallas logísticas los redujeron a 13. Probablemente los estaban esperando. El saldo fue de ocho guerrilleros y cinco soldados muertos.

El ataque no fue un rayo en cielo tranquilo. En realidad estaba estrechamente asociado a la larga lucha agrarista de la zona que había recorrido los caminos de la lucha legal y las ocupaciones de tierras. Habían enfrentado a un caciquismo feroz, a un latifundismo de grandes dimensiones y a un gobierno que apoyaba a caciques y latifundistas de manera incondicional. El grupo que decidió la acción armada, encabezados por Arturo Gámiz y Pablo Gómez, habían vivido esa lucha agrarista, y habían sufrido la represión. Habían transitado incluso por la lucha electoral: Pablo Gómez fue candidato a diputado por el Partido Popular Socialista.

Gámiz junto a un grupo de campesinos y normalistas, se había remontado a la sierra desde 1963, dos años antes de Madera, y había protagonizado hechos de armas más parecidos a la autodefensa campesina que a la guerrilla. A la pertinaz lucha agrarista sumaron las ideas inspiradas en la experiencia de la Revolución Cubana, y se convirtieron en la primera guerrilla socialista mexicana.

Tras la batalla de Madera, que duró más de dos horas, el gobernador del estado, general Práxedes Giner Durán, ordenó que los guerrilleros muertos fueran enterrados en fosa común y sin ataúdes ni ningún tipo de mortaja, y pronunció la frase famosa: "¿Querían tierra?, pues denles hasta que se harten”. La frase es terrible, y retrata a un gobernador violento, rencoroso, artero y lleno de odio. Pero también, paradójicamente, la frase reconoce la raíz de su lucha: “Querían tierra”. Querían la tierra que los campesinos habían ganado en la Revolución de 1910, querían también justicia contra los caciques que asesinaban impunemente a campesinos opositores. Y con su frase terrible negaba de paso el lenguaje oficial, difundido por la prensa, que evitaba llamar a los guerrilleros “guerrilleros”, y los llamaba en cambio, por consigna, “gavilleros”. La frase terrible estaba dirigida contra los campesinos, no sólo contra los guerrilleros. Son los campesinos los que quieren tierra. Para ellos era la advertencia. Los latifundios debían ser respetados, y los campesinos debían obedecer al gobierno.

El gobierno tenía miedo de que el ejemplo cundiera. En la mente del pequeño dictador que era Giner, el escarmiento lo daría con el espectáculo: mandó exhibir los cadáveres de los guerrilleros muertos, paseándolos por la ciudad de Madera en un camión descubierto, para que el pueblo los viera. Rechazó las solicitudes de los familiares de los cuerpos de sus seres queridos para enterrarlos dignamente. Quería dar un ejemplo a la población entera. Quería matar a los guerrilleros dos veces.

Este movimiento armado se origina en la lucha encabezada por la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) contra caciques y latifundios. Los continuos atropellos y despojos, las promesas incumplidas, y el tortuguismo burocrático provocaron varias invasiones de tierras en 1963 y 1964. Enfrentaron sistemáticamente a guardias blancas de las familias dueñas de tierras y bosques y la política represiva del gobernador Giner Durán.

En octubre de 1963 las organizaciones campesinas de la región realizaron el Primer Encuentro de la Sierra que acordó un programa de lucha que transitaría por las invasiones de los grandes latifundios, y por la vía política.

En 1964 el estado de ánimo había cambiado. A principios de ese año, en las resoluciones del Segundo Encuentro de la Sierra, Arturo Gámiz escribió: “Estamos convencidos de que ha llegado la hora de hablarle a los poderosos en el único lenguaje que entienden; llegó la hora de que las vanguardias más audaces empuñen el fusil porque es lo único que respetan y escuchan; llegó la hora de ver si en su cabeza penetran las balas, ya que las razones nunca les entraron; llegó la hora de apoyarnos en el 30-30 y no el 30-06, más que en el Código Agrario y la Constitución.” (José Luis Sierra: El enemigo interno. Contrainsurgencia y fuerzas armadas en México. Plaza y Valdés, México, 2003, p. 44).

Para un grupo de líderes campesinos, maestros y estudiantes, la lucha transita de las movilizaciones y tomas de tierras, a la vía armada. La prensa de Chihuahua el 15 de abril de 1964 informó: un “grupo de campesinos que andan levantados en la sierra” atacó a judiciales, y tres días después emboscó a un pelotón de soldados del 52 batallón de infantería. El periódico Acción publicó el primer comunicado de la guerrilla mexicana en este periodo de la historia:

“Viendo que las autoridades nunca atienden los problemas del pueblo y que a los atropellos de los caciques se suman los de las fuerzas armadas del gobierno, decidimos empuñar las armas para hacer justicia por nuestra propia mano, para castigar a los latifundistas que amargan la vida de los campesinos […] El día en que se resuelvan los principales problemas del pueblo, que se repartan las tierras y se haga justicia al oprimido, ese día dejaremos las armas. Antes moriremos en pie de lucha.” (Citado en José Santos Valdés: Madera, México, 1968).

La guerrilla había empezado en 1964 pero retenemos como el inicio de esta historia una fecha: 23 de septiembre de 1965, y un lugar: Madera. Hace 50 años de la acción de esos 13 jóvenes. Los recordamos como luchadores sociales, como guerrilleros. Vencieron el silencio y el olvido que quiso imponer el gobierno.

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